El nuevo fenómeno que los médicos siguen de cerca: pacientes con covid prolongado parecen mejorar tras la vacuna

CARSON, CA - MARCH 18: A worker prepares to give a COVID-19 vaccine at the Dignity Health Sports Park in Carson on Thursday, March 18, 2021. Dignity Health, the LA Galaxy and AEG began vaccinating vulnerable populations at the site four weeks ago (February 15-19) when the effort kicked off. Now those people are returning to Dignity Health Sports Park to get  their second doses of the Moderna vaccination.  (Photo by Brittany Murray/MediaNews Group/Long Beach Press-Telegram via Getty Images)
Una persona se pone la vacuna desde un acuto(Photo by Brittany Murray/MediaNews Group/Long Beach Press-Telegram via Getty Images)

Judy Dodd empezó a lidiar con síntomas de la COVID-19 prolongada la primavera pasada: dificultad para respirar, dolores de cabeza, agotamiento. Entonces, se vacunó.

Luego de recibir la primera dosis de la vacuna de Pfizer-BioNTech a fines de enero, se sintió tan mal físicamente que tuvieron que convencerla para que se pusiera la segunda dosis. Durante los tres días siguientes, también se sintió fatal. Pero al cuarto día, todo cambió.

“Me desperté y fue como si dijera: ‘Ah, qué mañana tan bonita’”, dijo Dodd, una profesora de secundaria que también es actriz y directora. “Fue como si hubiera estado dirigiendo una película de terror durante meses y ahora estuviera a cargo de un musical”.

Menos fatiga

Dodd, quien continúa mejorando, es una de las muchas personas que informan que los síntomas posteriores a la COVID-19 que han experimentado durante meses han comenzado a ceder, a veces de manera significativa, después de recibir la vacuna. Se trata de un fenómeno que los médicos y los científicos están observando de cerca, pero, al igual que sucede con gran parte de la pandemia de coronavirus que ya ha durado un año, hay muchas incertidumbres.

Los científicos apenas están empezando a estudiar el posible efecto de las vacunas sobre los síntomas de larga duración de la COVID-19 . Las anécdotas son muy variadas: además de los que dicen sentirse mejor después de las vacunas, muchas personas afirman no haber experimentado ningún cambio y un pequeño número dice sentirse peor.

Los informes de los médicos también varían. Daniel Griffin, médico especialista en enfermedades infecciosas de la Universidad de Columbia, afirma que alrededor del 40 por ciento de los pacientes de convalecencia prolongada debido a la COVID-19 dicen haber percibido mejorías en sus síntomas después de la vacuna.

“Observan: ‘Oye, con el paso de los días, me siento mejor. La fatiga no es tan mala. Tal vez me está regresando el olfato’”, comentó Griffin.

Hay que esperar para tener conclusiones claras

Otros médicos dicen que es demasiado pronto para saberlo.

“Hasta ahora, muy pocos de nuestros participantes se han vacunado como para poder realmente darnos una idea de esta cuestión”, señaló Michael Peluso, especialista en enfermedades infecciosas que trabaja en un estudio de pacientes de convalecencia prolongada de COVID-19 en la Universidad de California, San Francisco. “También yo he oído anécdotas, pero he visto muy pocos datos hasta ahora”.

Este mes, un pequeño estudio realizado por investigadores británicos que aún no ha sido arbitrado descubrió que, ocho meses después de que las personas fueran hospitalizadas por COVID-19, las que fueron vacunadas experimentaron una mejora de los síntomas persistentes en comparación con quienes todavía no se vacunan. Los 44 pacientes vacunados en el estudio eran mayores y tenían más enfermedades subyacentes, ya que las personas con esas características podían vacunarse antes.

Un mes después de la vacunación, esos pacientes informaron que el 23 por ciento de sus síntomas persistentes de COVID-19 habían mejorado, como el dolor articular y la dificultad para respirar, mientras que el 5,6 por ciento de sus síntomas habían empeorado. Las 22 personas no vacunadas interrogadas en ese momento dijeron que el 15 por ciento de sus síntomas habían mejorado, mientras que el 14 por ciento habían empeorado. No hubo diferencias en las respuestas de las personas que recibieron las vacunas de Pfizer-BioNTech y Oxford-AstraZeneca.

La información adicional procede de dos encuestas realizadas a varios cientos de personas con síntomas prolongados de COVID-19, muchas de las cuales nunca fueron hospitalizadas por la enfermedad.

Una encuesta realizada a 345 personas, en su mayoría mujeres y sobre todo en el Reino Unido, reveló que, dos semanas o más después de la primera dosis de la vacuna, 93 se sintieron un poco mejor y 18 volvieron a la normalidad, lo que supone una mejora total del 32 por ciento en los síntomas de la COVID-19.

En esa encuesta, realizada por Gez Medinger, un cineasta londinense que ha experimentado síntomas persistentes de la COVID-19, 61 personas (algo menos del 18 por ciento) se sentían peor y la mayoría de ellas solo mencionaron una ligera disminución de la enfermedad. Casi la mitad, 172 personas, afirmaron no percibir ninguna diferencia.

Otra encuesta, realizada por Survivor Corps, a un grupo de más de 150.000 sobrevivientes de COVID-19, reveló que, al 17 de marzo, 225 de los 577 encuestados informaron sentir alguna mejoría, mientras que 270 no sintieron ningún cambio y 82 se sintieron peor.

Excepciones

Jim Golen, de 55 años, de Saginaw, Minnesota, siente que algunos de los síntomas de la COVID-19 han empeorado desde que se vacunó. Golen, quien trabajaba como enfermero de cuidados paliativos que también tiene una pequeña granja, había vivido meses de dificultades, como, por ejemplo, la formación de coágulos de sangre en los pulmones, dolor en el pecho, confusión mental, insomnio y disnea al realizar cualquier esfuerzo. A finales del año pasado, tras acudir a varios médicos, “por fin empezaba a mejorar”, dijo.

Sin embargo, desde que recibió la segunda dosis de la vacuna de Pfizer a mediados de enero, el ardor en el pecho y la dificultad para respirar han vuelto con fuerza, sobre todo si hace esfuerzos en actividades como la recolección de la savia de los árboles de arce de su granja. A pesar de ello, Golen dijo sentirse “muy contento” de haberse vacunado y subrayó que los efectos de la COVID-19 eran peores y que era fundamental prevenir la enfermedad.

Algunos convalecientes compartieron historias sobre mejoras de síntomas graves que no se esperaban.

Laura Gross, de 72 años, de Fort Lee, Nueva Jersey, enumeró una larga lista de síntomas debilitantes causados por la COVID-19 que había tenido desde abril, entre los que se encontraban el agotamiento, el dolor en las articulaciones, los dolores musculares y una “sensación de mareo y vértigo que era como una vibración interna, de dolor de cabeza, que recorría todo el cuerpo”.

Su confusión cognitiva y sus olvidos eran tan intensos que “la niebla mental apenas la describe”, dijo. “Es más bien un ciclón cerebral”.

También se sentía insólitamente “desesperanzada, triste, sola, desmotivada”, dijo.

Tres días después de su primera dosis de la vacuna de Moderna, a fines de enero, todo cambió.

“Fue como una revelación”, dijo.

La niebla mental desapareció por completo, al igual que los dolores musculares, los dolores articulares fueron menos intensos y de repente tenía mucha más energía. Se sentía, dijo, “como antes”.

Eso continuó después de la segunda dosis.

“Es como si mis células se hubieran vuelto locas el año pasado cuando se encontraron con la COVID-19”, comentó Gross, y la vacuna hubiera dicho: “’Momento, idiotas, así no se combate esto; se hace así’”.

Hace poco, caminó a paso ligero durante 23 minutos e incluso “corrí un poco porque estaba muy contenta”, dijo. “Estoy feliz como una lombriz”.

Procesos diferentes

Los científicos afirman que entender si las vacunas ayudan a algunos pacientes con COVID-19 de larga duración, pero no a todos podría ayudar a desentrañar las causas subyacentes de los diferentes síntomas y las posibles formas de tratarlos.

“Podrían ser procesos de enfermedad diferentes y tratarse de manera diferente”, comentó Adam Lauring, experto en virus y médico de enfermedades infecciosas de la Universidad de Míchigan. “Podría ser que haya un subconjunto de personas que tienen un determinado tipo de COVID-19 prolongado que responde bien a las vacunas, pero podría haber otras personas que tienen un subtipo diferente que aún no hemos acabado de definir”.

La inmunóloga de la Universidad de Yale, Akiko Iwasaki, dijo que era probable que una vacuna, al generar anticuerpos contra la proteína “S”, o de espiga, del coronavirus, pudiera eliminar los vestigios del virus o los restos del ARN viral que puedan persistir en algunos pacientes.

Si esto ocurre, dijo, podría sugerir que la vacuna “tal vez sea como una cura permanente” para esos pacientes.

Iwasaki afirmó que la vacuna también podría ayudar a las personas cuyos síntomas prolongados de COVID-19 pueden originarse por una respuesta posviral parecida a una enfermedad autoinmune si “la vacuna estimula las respuestas inmunes innatas que amortiguan este tipo de respuestas autorreactivas”, afirmó. Sin embargo, basándose en las experiencias de personas con otras enfermedades autoinmunes, ese alivio “no sería muy duradero y volverían a tener síntomas como la fatiga”, dijo.

Eric Topol, profesor de Medicina Molecular del Instituto de Investigación Scripps en San Diego, comentó que está por comenzar un estudio para medir información fisiológica como la frecuencia cardiaca, la frecuencia respiratoria, la temperatura y los marcadores de la respuesta del sistema inmunitario en personas con COVID-19 persistente antes de que recibieran la vacuna y semanas después de hacerlo.

Es probable que “tu sistema inmunitario se acelere cuando luchas contra un reservorio” de virus o restos de ARN, dijo, “y eso podría ser una explicación de por qué se acelera tu frecuencia cardiaca”. El médico quiere ver si estos indicadores biológicos mejoran después de la vacuna.

Muchas preguntas aun

Hay muchas otras preguntas: ¿hay características específicas (como la edad, el sexo, el tipo o la duración de los síntomas) que podrían hacer que algunos pacientes con COVID-19 de larga duración tuvieran más probabilidades de sentirse mejor? ¿Una vacuna sería menos eficaz en el caso de las personas con afecciones más complejas: personas cuyos síntomas se deben a múltiples vías biológicas (quizás tanto un remanente de ARN como una activación autoinmune) o cuyos síntomas han cambiado o fluctuado con el tiempo? ¿Es más probable que ciertos tipos de vacunas produzcan beneficios?

Bridget Hayward, de 51 años, enfermera de quirófano en Alexandria, Virginia, dijo que después de contraer COVID-19 hace un año, le dolía el cuerpo desde las manos hasta las caderas y se le nublaba tanto el cerebro que, en lugar de pedir un bisturí, decía: “Dame esa cosa afilada con la que cortamos”.

Casi a diario, se desmayaba un instante mientras se agachaba para arreglar la vía intravenosa de un paciente o enchufar el cable de una cama de hospital.

“Era espantoso”, dijo. “Era horrible pensar que tal vez nunca mejoraría, me decía: ‘¿Esta es mi nueva normalidad? ¿Ahora estoy dañada de esta manera?’”.

Tras varios meses, sus peores síntomas mejoraron, pero seguía cansándose con facilidad, sentía calor incluso cuando hacía frío y le resultaba demasiado agotador hacer algunas tareas ordinarias, recordó.

Un día después de su primera dosis de la vacuna de Pfizer, a finales de diciembre, “fue como un clic, ya todo está bien”, dijo. Su temperatura corporal se normalizó y “sentí como si se disipara una oscuridad”.

Aunque “no está al cien por ciento todos los días”, dijo que ahora tiene tanta energía que “no solo voy de A a B, sino que doy saltos”.

Hace poco, hizo varios encargos que tenía pendientes desde hace tiempo.

“Puede que no parezca mucho, pero es un cambio de 180 grados con respecto a hace tres meses”, dijo. “¡He vuelto!”.

This article originally appeared in The New York Times.

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