De paciente cero a héroes: los chinos de Italia ayudan en la lucha contra el coronavirus

Por Silvia Ognibene

FLORENCIA, 1 abr (Reuters) - En pleno azote de las infecciones y muertes que sacuden a Italia, el personal sanitario del país destaca una gran comunidad por su notable lucha contra el patógeno: los 50.000 chinos que viven en la ciudad de Prato.

Hace dos meses, los residentes chinos en el país fueron objeto de lo que Amnistía Internacional describió como una vergonzosa campaña de discriminación, siendo blanco de insultos y ataques violentos por parte de personas que temían que propagasen el coronavirus por toda Italia.

Pero en la ciudad toscana de Prato, hogar de la mayor comunidad china de Italia, ha ocurrido justo lo contrario a lo que se temía. Si anteriormente fueron los chivos expiatorios de la comunidad, ahora son destacados por las autoridades como modelo en la adopción temprana y estricta de medidas de control contra la infección.

"Los italianos temíamos que los chinos de Prato fueran el problema. En cambio, lo han hecho mucho mejor que nosotros", dijo Renzo Berti, responsable sanitario del Estado para el área, que incluye la ciudad de Florencia.

"Entre los chinos residentes en Prato no hay ni un solo caso de contagio de COVID", dijo Berti refiriéndose al COVID-19, que ha matado a casi 12.000 personas en Italia, más que en cualquier otro país.

Los residentes chinos constituyen alrededor de un cuarto de la población de Prato, pero Berti les atribuye el haber reducido la tasa de infección de toda la ciudad a casi la mitad del promedio italiano: 62 casos por cada 100.000 habitantes, frente a los 115 del país.

La comunidad china de Prato, que surgió en torno a la industria textil, aplicó el autoaislamiento desde finales de enero, tres semanas antes de la que se registrara la primera infección en Italia.

Muchos de ellos habían regresado a Italia tras pasar las vacaciones del Año Nuevo Lunar en China, el epicentro del brote por entonces.

Sabían lo que se avecinaba y corrieron la voz: quedaos en casa.

Así que mientras los ciudadanos italianos seguían acudiendo a las pistas de esquí y se aglomeraban en cafés y bares como de costumbre, los habitantes chinos de Prato parecían haber desaparecido. Sus calles, todavía adornadas con decoraciones del Año Nuevo chino, aparecían semidesiertas, las tiendas cerradas.

Hay algunas testimonios de que los chinos de otras partes de Italia tomaron precauciones similares, aunque no se dispone de datos nacionales sobre las tasas de infección entre la comunidad. El Ministerio de Sanidad italiano no respondió a un correo electrónico en el Reuters solicitaba comentarios al respecto.

Francesco Wu, dueño de un restaurante en Milán y representante de la mayor patronal del sector en Italia, Confcommercio, dijo que en febrero instó a sus colegas italianos a cerrar sus negocios, tal y como había hecho él.

"La mayoría me miraban como a una Cassandra", dijo en referencia a la adivina troyana del mito griego cuyas profecías no creía nadie. "Nadie daba crédito a que esto fuera a suceder también aquí. (... ) Ahora Troya está en llamas y todos estamos encerrados dentro."

"MIS AMIGOS ITALIANOS ME MIRABAN RARO"

Cuando el empresario chino Luca Zhou voló a casa desde China el 4 de febrero para reunirse con su esposa y su hijo de 28 años en Prato, se puso directamente en cuarentena en su dormitorio durante 14 días, aislado de sus seres queridos.

"Vimos lo que estaba sucediendo en China y temíamos por nosotros mismos, nuestras familias y nuestros amigos", dijo el hombre de 56 años, que tiene un negocio de exportación de vino italiano a China.

Tras superar su cuarentena autoimpuesta, se aventuró a salir a la calle protegido con mascarilla y guantes. Zhou aseguró que los pocos chinos que se encontró en el exterior también llevaban estas medidas de protección, en su celo por no contagiar el virus a otros.

"Mis amigos italianos me miraban raro. Intenté explicarles muchas veces que debían usarlo (...) pero no lo entendieron", dijo Luca.

"Cuando volví a Prato, ninguna autoridad italiana me dijo nada. Lo hicimos todo nosotros mismos. Si no lo hubiéramos hecho, todos estaríamos infectados, chinos e italianos", afirmó.

Italia fue uno de los primeros países en cortar las conexiones aéreas con China, el 31 de enero, aunque muchos de sus residentes chinos encontraron el camino de regreso a casa a través de terceros países. El 8 de febrero, casi un mes antes de que se cerraran todas las escuelas, Italia ofreció a los estudiantes que volvían de pasar sus vacaciones en China el derecho a dejar de asistir a las clases.

"En Prato hubo una gran aceptación (de esta opción)", dijo el responsable sanitario local Berti, quien informó que las familias estaban obligadas a contactar con su autoridad local si querían acogerse a esta opción. Fue entonces cuando empezó a darse cuenta de lo diferente que se comportaban los chinos.

Más de 360 familias, o alrededor de 1.300 personas, se registraron en régimen de aislamiento, así como se inscribieron en el plan de vigilancia sanitaria de su autoridad local, que controlaba los síntomas a distancia y se comunicaba con ellos en chino.

A medida que los números de infecciones en Italia comenzaron a despegar a finales de febrero y principios de marzo, algunas familias, muchas de las cuales conservan la ciudadanía china, comenzaron incluso a enviar a sus hijos con sus parientes en China, alarmadas por la actitud y el comportamiento de los italianos a su alrededor.

Otra residente china que se aisló por su propia iniciativa tras regresar de China fue la estudiante universitaria de 23 años Chiara Zheng.

"Era consciente de la gravedad de la situación. Sentí el deber de hacerlo por los demás y por los que me rodean".

(Información adicional de Elvira Pollina desde Milán y Angelo Amante desde Roma; escrito por Mark Bendeich; editado por Philippa Fletcher; traducido por Darío Fernández en la redacción de Gdansk)