Los libros y el barrio, el claustro y la calle, la cultura y la sabiduría popular: la última página del inolvidable Turco Wehbe

"El árbitro Rizzi mira el cronómetro, Bauza le dice 'por favor, terminalo'. Papá dame una mano, donde estés. La pelota le queda a Kalinski..¡llevatelá a tu casa Kalinski! ¡Tenela Kalinski! ¡San Lorenzo va a ganar la Libertadores! Va a salir desde el lateral el equipo azulgrana de Boedo. Va a ganar San Lorenzo. ¡San Lorenzo campeoooón! ¡San Lorenzo campeón de América! ¡San Lorenzo campeón de América! ¡Ha ganado el Ciclón. Ha ganado San Lorenzo, han ganado los Gauchos de Boedo, han ganado Los Matadores! San Lorenzo rompe el hechizo de 55 años... ¡El festejo loco de su gente, que no lo puede creer! El Gordo Ortigoza, gordo como mi papá caramba, la puso a los 36 minutos para que de penal San Lorenzo gane la Copa Libertadores de América. ¡Salga a tocar bocina, salga a gritar, salí cuervo, salí de la jaula en la que estuviste desde que los dirigentes regalaron allá por el 60 la Copa Libertadores de América! ¡Preparate Cristiano Ronaldo, vamos por vos! ¡San Lorenzo 1, Nacional de Paraguay 0!".

Sincero, cristalino, sin dobleces, un día Osvaldo Wehbe acabó con el último misterio que lo acompañaba ante sus oyentes. Ese mismo 13 de agosto en el que eligió morir, pero seis años antes en 2014, le hizo saber al mundo lo que su álter ego, "el patas cortas" decía en su nombre. Esa inolvidable noche para los hinchas de Boedo, el personaje ficticio que él había inventado y el querible "Turco", se fundieron en la emoción de su relato y se volvieron la misma persona. Esa que alentaba a San Lorenzo a la distancia desde Río Cuarto, era el mismo que se emocionaba con un micrófono en la mano desde una cabina de transmisión.

Dueño de una voz portentosa y una calidez humana especial, cada encuentro era un disfrute. Desde su humildad se jactaba de haber trabajado con los mejores, cuando a partir de su talento no era necesario ser un erudito para descubrir su enorme capacidad. Fue relator en los equipos periodísticos de José María Muñoz, Víctor Hugo Morales y el parlante que Córdoba proyectó al mundo junto a un prócer del periodismo de "la Docta" como Víctor Brizuela.

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Por su condición de abogado, profesión que dejó de lado cuando le declaró su amor incondicional al periodismo, era un deleite apreciar su manejo del idioma. Por su picardía era un placer como despertaba sonrisas con una locuacidad e inventiva infrecuentes. Por su musicalidad y ritmo radial era un espectáculo único escuchar sus relatos. Wehbe eran los libros y el barrio, el claustro y la calle, la cultura y la sabiduría popular.

En el mítico programa "Competencia" de Radio Continental, su participación como el profesor "hippie" que reemplazaba al titular en una sección de preguntas y respuestas, era sencillamente desopilante y sus páginas escritas en las viejas máquinas de escribir de las redacciones, dedicadas a algún personaje significativo, le hacían una caricia al aire radial cuando les ponía su voz. Osvaldo podía recordar a un equipo campeón o a Carlitos Balá, a un viejo goleador de los años 60 o a los personajes de Titanes en el Ring. Completo, versátil, brillante, Wehbe era demasiado periodista para acotarlo solo en la categoría de relator, aunque allí se transformaba en un notable director de orquesta, capaz de interpretar piezas de colección como aquél gol de Freddy Rincón contra Alemania en Italia '90, o ese final que los hinchas del "Ciclón" recitan como un versículo de la Biblia cuando se consagraron reyes de América.

Su decisión más importante fue nunca abandonar su lugar en el mundo. Río Cuarto era su vida y sus afectos. Jamás le importó acumular miles de kilómetros todos los fines de semana viajando a Buenos Aires, si eso le permitía vivir y morir en su tierra. Orgulloso de sus orígenes, para el "Turco" dar una vuelta por la plaza con sus perros Luter o Brando, e intercambiar burlas futboleras con los tacheros que esperaban pasajeros, valía más que encandilarse con las luces del centro para las que siempre fue refractario.

"Maradoneano" hasta el tuétano. Principista, utópico y soñador con sus ideas, explicaba con pasión las propias, pero aceptaba con amplitud y decencia las ajenas. Al escándalo y el conventillo los mandaba con un rechazo a la tribuna, al análisis respetuoso y profundo los acariciaba y los llevaba pegados al pie.

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"La pelota se hace luna", cuando el balón andaba por el aire. "33 minutos, 33 segundos, si quiere juéguele", cuando repetía el tiempo de juego con un guiño a la diosa fortuna. "Va a germinar mañana", si un jugador quedaba tirado en el césped. Todas expresiones inconfundibles que exponían su inocencia, pero también su creatividad en ese caos organizado que es una transmisión de fútbol por radio.

El "Turco" Osvaldo Alfredo Wehbe nos dejó su última página, su honestidad extrema y miles de historias. En el Paraíso estaban necesitando un relator y se llevaron a uno de los mejores. Al dial futbolero se le cae una lágrima. Vale recordarlo con un silencio de radio o mejor, con un grito de gol.

*El autor de la nota fue amigo y compañero de Osvaldo Wehbe en inmunerables transmisiones radiales