Oportunistas de la crisis. Buscavidas y estafadores, a la pesca de negocios con el Estado

No importa cuándo desbloqueara su celular, el intendente del conurbano siempre tenía decenas de mensajes de desconocidos que le ofrecían barbijos, guantes, cofias y hasta respiradores artificiales de todo tipo, calidad y precio. Corría marzo, el país ya estaba en cuarentena y los teléfonos de intendentes, gobernadores y funcionarios responsables de preparar el sistema de salud mostraban una imagen repetida: en medio de la desesperación y la incertidumbre, era el momento de los oportunistas.

La evolución de la pandemia

El coronavirus significó la quiebra para miles de empresas, pero abrió negocios para algunas otras, que le vendieron al Estado y a clínicas privadas como nunca antes. Fue la salvación de quienes pudieron reconvertirse. También fue la oportunidad para estafas que implicaron pérdidas millonarias para el presupuesto público. El gobierno porteño pagó un adelanto de $60 millones por 5000 barbijos que nunca recibió. El de la provincia de Buenos Aires, $124 millones por respiradores que no llegaron. Cuentos del tío, gestiones insólitas, excusas delirantes y promesas incumplidas; con el coronavirus se multiplicaron escenas dignas de una remake de Nueve Reinas.

"Era como trabajar en el Once de la pandemia. Había que estar muy atento", lo resumió Nicolás Kreplak, viceministro de Salud bonaerense. Mientras los contagios empezaban a crecer, sobre su escritorio se apilaban cofias agujereadas, barbijos mal cortados y mamelucos con mangas de distinto tamaño, entre otros insumos ofrecidos para equipar los hospitales bonaerenses.

La gran mayoría de intermediarios que se presentaron ante las autoridades, tanto nacionales como de distintas administraciones municipales y provinciales, quedaron en el camino porque no pasaron los distintos filtros, que comenzaban por Google y, según la dimensión de cada compra, llegaban a niveles de búsquedas de antecedentes más sofisticados. Algunos emprendedores -los más desprolijos- ni siquiera tenían sociedades registradas, otros, en cambio, habían inscrito su firma días antes de que se decretara la cuarentena. Muchos eran monotributistas que se ofrecían como la llave para destrabar contratos millonarios.

"Me hicieron un cuento increíble", relata un intendente del conurbano a LA NACION. "Un empresario, que parecía bastante solvente, me ofrecía traer unos dispositivos espectaculares para aislamiento en camas de alta complejidad que había patentado en Holanda", detalló el dirigente peronista. La historia empezó en esos agitados días de marzo, pero se extendió más de la cuenta. El intendente perjura que este "empresario" había sido uno de los pocos que había superado las revisiones para verificar que su empresa existiera y que tuviera algún antecedente en el rubro sanitario. Aún así, el "cuento" duró 45 días. Primero, había problemas para conseguir los productos en el momento de mayor demanda a nivel mundial. Después, inconvenientes con los permisos de exportación y, ya sobre el final, fronteras cerradas y altos costos de fletes. Conclusión: los productos nunca llegaron. "Menos mal que no pusimos ni un peso", dice aliviado el intendente.