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Las oportunidades perdidas de Biden de lograr cambios en Cuba | Opinión

En su clásico libro “The March of Folly”, la célebre historiadora Barbara W. Tuchman escribió sobre las naciones que persiguen políticas contrarias a sus intereses “a pesar de la disponibilidad de alternativas factibles”.

Sería prudente que quienes asesoran al presidente Joe Biden sobre la política hacia Cuba consiguieran el libro y lo leyeran. Especialmente ahora, que la Administración dice que las nuevas políticas sobre Cuba pretenden “apoyar las aspiraciones de libertad de los cubanos”.

Sea como fuere, caben varias preguntas: ¿hace avanzar la nueva política hacia Cuba los intereses estadounidenses? ¿Ayuda al pueblo de Cuba? ¿Había alternativas y, en caso afirmativo, fueron presentadas al Presidente? En ausencia de audiencias en el Congreso, quizá tengamos que esperar a la publicación de la autobiografía de un asesor de alto nivel de Biden para averiguarlo.

Mientras tanto, considere, por favor, lo siguiente:

El Departamento de Estado dice que el cambio de política es necesario para ofrecer a los cubanos “mayores oportunidades económicas para que puedan llevar una vida exitosa en su país”. Pero las desgracias de Cuba no se deben al embargo estadounidense ni a otras políticas de Estados Unidos. La tragedia cubana es el resultado de la represión del régimen y de sus políticas económicas, políticas que provocaron resultados similares en todos los países en que se probaron, como Polonia, Checoslovaquia, Alemania del Este y otros bajo el régimen comunista, incluso Corea del Norte y Vietnam del Norte hoy en día.

Si la Administración quiere ver el fin del hambre y la escasez de alimentos generalizados en Cuba, debería convencer a Raúl Castro de que ponga fin al bloqueo interno, al monopolio que el régimen ejerce sobre la actividad económica y al encarcelamiento de los agricultores que intentan vender sus productos a otros cubanos.

Proporcionar recursos al gobierno cubano retrasa lo inevitable: el día en que se vea obligado a desechar su actual sistema económico. Seguir exportando pollo estadounidense congelado a Cuba, pagado por las remesas de los cubanoamericanos, no tiene sentido. Cuando se libere la capacidad productiva de los agricultores cubanos, Cuba necesitará pocas importaciones de alimentos.

El importante desarrollo de Cuba antes de Castro fue posible gracias a su industria azucarera, su considerable exportación. Hoy, el azúcar es insignificante para la economía y el embargo no tuvo nada que ver con ello. En un histórico discurso en 1970, Castro reconoció su responsabilidad en el desastre.

Con un sistema de libre mercado, Cuba pudiera alimentar a su propio pueblo. Lo crean o no, pudiera exportar productos alimenticios.

Es admirable que la Administración quiera reunir a las familias cubanas. ¿Por qué no incluyó en sus preocupaciones la difícil situación de los médicos, atletas y otros cubanos que escapan al extranjero y a quienes el régimen les prohíbe volver a casa para visitar a sus familias durante siete años?

El presidente Biden podía haber condicionado el flujo de millones de dólares que quiere el régimen, a la reunificación de más de 1,000 presos políticos con sus familias. El Presidente podía haber pedido a Raúl Castro que decretara una amnistía política, como la que los liberó a él y a su hermano Fidel, tras cumplir menos de tres años de una condena de 15 por un ataque a una guarnición del ejército donde murieron muchos cubanos. En su lugar, Washington pidió amablemente “al gobierno cubano que libere de inmediato a los presos políticos, respete las libertades fundamentales del pueblo cubano y permita al pueblo cubano determinar su propio futuro”. Una pena.

¿Por qué otorgar concesiones a La Habana cuando el régimen aún no ha condenado las amenazas de Moscú de desplegar fuerzas militares en Cuba, Venezuela y Nicaragua como respuesta a una mayor presencia estadounidense en Europa ante la guerra de Putin contra Ucrania? ¿Cuándo va a hablar públicamente Raúl Castro, objetando las declaraciones de Putin sobre el uso de armas nucleares?

¿No debería haber sido una condición previa la retirada de lo que Luis Almagro, secretario general de la OEA, ha denunciado como “un ejército cubano de ocupación en Venezuela”?

¿Por qué no exigir que Cuba permita al Comité Internacional de la Cruz Roja (CIR) visitar sus cárceles políticas, cuando el CIR ha visitado a los detenidos en la base naval estadounidense de Guantánamo?

Tal vez muchos de estos asuntos se habrían manejado de manera diferente si la Administración hubiera mantenido su promesa de consultar los asuntos cubanos con la comunidad cubanoamericana y con las comisiones del Congreso.

Sin embargo, el presidente Biden tiene promesas que cumplir. Ya dijo en 2021 que Estados Unidos proporcionaría acceso gratuito a internet al pueblo cubano. Estamos esperando.

Frank Calzon es un politólogo cubano.