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OPINIÓN | De la moda a la política: el incierto futuro de la marca Ivanka Trump

POR JOAQUIM UTSET/ESPECIAL-. Tras meses de absoluto silencio en los que no se les encontraba ni en los centros espiritistas, de golpe Ivanka Trump y su esposo Jared Kushner están en todas partes. Algo está pasando y no huele que sea por casualidad.

La pareja apodada Javanka regresaba hace unos días de la Siberia informativa con un extenso perfil en The New York Times en el que se valoraba su capacidad de supervivencia en una administración que va dejando cadáveres en la cuneta y resaltaba que siguen siendo un centro de poder dentro de la Casa Blanca. Además, advertía, “están listos para ser más visibles”.

Ivanka y Eric Trump, ambos hijos del presidente Donald Trump, se dirigen a abordar el avión presidencial para viajar con su padre a Tampa, Florida, el martes 31 de julio de 2018, en la Base Andrews de la Fuerza Aérea, en Maryland. (AP Foto/Evan Vucci)
Ivanka y Eric Trump, ambos hijos del presidente Donald Trump, se dirigen a abordar el avión presidencial para viajar con su padre a Tampa, Florida, el martes 31 de julio de 2018, en la Base Andrews de la Fuerza Aérea, en Maryland. (AP Foto/Evan Vucci)

Dicho y hecho, porque la asesora e hija de Donald Trump ofreció una entrevista en un evento del portal Axios en Washington en el que claramente llamó la atención al desmarcarse de algunas de las políticas más polémicas de su progenitor.

En primer lugar, se negó a secundar la repetida afirmación de su padre de que la prensa es “el enemigo del pueblo”, algo que se ha convertido en un artículo de fe entre los más fervientes seguidores del presidente.

En segundo, calificó de “punto bajo” la separación de menores migrantes de sus padres que impuso la administración en la frontera, aseguró que estaba “vehementemente” opuesta a esta medida y resaltó que inmigración era un asunto “increíblemente complejo”.

Palabras todas que pudiera suscribir cualquier opositor de la actual Casa Blanca y que hubieran generado una airada reacción del mismo mandatario si las hubieran salido de otra boca.

De hecho, el presidente se vio urgido a matizar en un tuit -como no podía ser de otra manera- que su hija tenía razón en que la prensa no era el enemigo del pueblo, sino que lo son los “Fake News, que es un amplio porcentaje de los medios”.

Será así, si él lo dice. No en vano su secretaria de prensa, Sarah Sanders, se había negado en su comparecencia diaria ante los medios a repetir las palabras de Ivanka sobre la prensa.

Razones de más para explicar el revuelo que ha causado la entrevista con Axios televisada por CSPAN. Hay quienes han visto en el airear las divergencias familiares un intento de Ivanka de reposicionarse en el espectro ideológico y apartarse de la estela de su padre, más ahora que la también empresaria quemó hace poco sus naves al liquidar su marca de ropa y accesorios.

¿Qué futuro puede tener como marca política propia?

Muy borrascoso se aventura el pronóstico. Si de los perdedores nadie se acuerda, de los moderados aún menos en los tiempos polarizados que corren.

Con su imagen de mujer de negocios sofisticada y madre moderna, Ivanka llegó a la Casa Blanca para darle un rostro amable al trumpismo. Se presumía puertas afuera de que ejercería el papel de conciencia moderadora frente a radicales como Steve Bannon que habían llegado al Despacho Oval de la mano de su padre para sembrar el caos. Si lo llegó a intentar, jamás lo logró. Quien detuvo la separación de familias sin papeles fue un juez, no Ivanka.

Ser el freno de mano es un papel con muy malos precedentes. El general Colin Powell, con su pecho lleno de estrellas y su reputación intachable, desembarcó en el gobierno de George W. Bush para ejercer de contrapeso con su aire conciliador a la arrogancia fiera de los noeconservadores encabezados por Dick Cheney y Donald Rumsfeld.

Al final, como un héroe trágico, el pobre Powell no solo perdió el pulso con quienes tenían la verdadera fuerza en ese gabinete, sino que por el camino sacrificó su credibilidad por una causa –la invasión de Irak– en la que no creía. Quiso nadar y guardar la ropa, y acabó ahogándose.

Una moraleja para todo aquel que en administraciones dominadas por la política de la testosterona quiera ser la voz de la razón: ganará alguna batalla, pero la fuerza del agua se lo acabará llevando río abajo.

Así ha sucedido con la imagen de moderada de Ivanka, que no ha aguantado el torrente que es el actual Ejecutivo.

Por eso, cualquier intento de reposicionarse hacia el centro está condenado al fracaso. Por muy bajo perfil que haya guardado en la adopción de las iniciativas más controversiales de su padre, desde Rusia hasta el cambio climático, su presencia y acceso al presidente la hace dueña de todas ellas. Quienes se oponen difícilmente le comprarán el rol de disidente y quienes aman a Trump la verán como una traidora si se convierte en una voz crítica.

Si Ivanka tiene auténticas ambiciones políticas –como, digamos, suceder de su padre en la silla presidencial- la única senda abierta que le queda es no romper filas y seguir fiel al credo familiar. Dentro del trumpismo todo, fuera del trumpismo nada, que dirían en La Habana. Que siga el ejemplo de sus dos hermanos mayores, como Don Jr., quien en el estreno estos días de un documental conservador comparó a los demócratas con los nazis, nada más y nada menos. Así mismo, sin reparos ni medias tintas. Eso sí que son palabras de la genuina marca Trump.