El desafío del segundo país más poblado del mundo: cómo se vacuna a 1300 millones de personas en medio de la segunda ola

LA SEGUNDA OLA EN INDIA SE ESTÁ MOVIENDO MÁS RÁPIDO QUE LAS VACUNAS.

MUMBAI, INDIA  MARCH 16: Senior citizens taking pictures at a selfie point after being administered a Covid-19 vaccine at Saifee Hospital, Marine Lines on March 16, 2021 in Mumbai, India. (Photo by Anshuman Poyrekar/Hindustan Times via Getty Images)
MUMBAI, INDIA MARCH 16: Senior citizens taking pictures at a selfie point after being administered a Covid-19 vaccine at Saifee Hospital, Marine Lines on March 16, 2021 in Mumbai, India. (Photo by Anshuman Poyrekar/Hindustan Times via Getty Images)

BOMBAY, India — La segunda ola de la COVID-19 en India ya está aquí. El país de más de mil millones de habitantes ya tiene 11,3 millones de casos y más de 158.000 fallecimientos. Después de un promedio semanal bajo de menos de 11.000 casos diarios en la segunda semana de febrero, los casos han aumentado a un promedio semanal de más de 18.000 casos diarios. El viernes, India reportó más de 23.000 casos nuevos.

Esto da mayor urgencia al impulso de vacunación en el país, que se propone inocular a 300 millones de personas contra la COVID-19 entre mediados de enero y agosto.

Cuando la campaña de vacunación comenzó el 16 de enero, estaba bastante segura de que se desarrollaría sin problemas. ¿Por qué no habría de ser así? India es una potencia farmacéutica mundial, con una capacidad comprobada para alcanzar grandes volúmenes de producción, y a mediados de enero ya fabricaba más de tres millones de vacunas al día. El país tiene un largo historial de exitosos programas de inmunización, de enormes proporciones y en zonas geográficas difíciles, con los que se ha vacunado a cientos de millones de personas contra la polio, el sarampión, la tuberculosis y otras enfermedades.

Para tener una idea de la eficacia y la escala de los programas de vacunación de India, consideren lo siguiente: el 30 de enero, en medio de la pandemia, India llevó a cabo su campaña anual de inmunización contra la polio, con la cual inoculó a más de 110 millones de niños en tres días. Alrededor de 700.000 puestos de vacunación contaron con 1,2 millones de trabajadores sanitarios, muchos de ellos Activistas de Salud Social Acreditados (ASHA, por su sigla en inglés) que por 50 dólares al mes revisan a madres y niños en terminales de autobuses y mercados para garantizar el éxito del programa de inmunización.

Burocracia

Sin embargo, la actual campaña de vacunación se ha visto obstaculizada por la burocracia, la ineficacia de los servicios y la disparidad entre ricos y pobres. India solo logró vacunar a 14 millones de los 30 millones de trabajadores de servicios sanitarios y otros trabajadores de primera líneaa los que se proponía vacunar entre el 16 de enero y el 1.º de marzo, la primera fase del programa de vacunación.

Desde el comienzo, la respuesta del gobierno indio a la pandemia ha estado rodeada de secretismo y ha carecido de amplias consultas. Hace un año, el 24 de marzo, el primero ministro Narendra Modi impuso de manera abrupta un cierre nacional, mediante el cual obligó a fábricas, oficinas e institutos educativos a cerrar luego de un aviso de unas cuantas horas. Millones de jornaleros se levantaron al día siguiente para descubrir que se habían quedado sin su única fuente de ingresos.

El transporte público estaba cerrado. A lo largo de abril y mayo, millones de trabajadores hambrientos y desempleados abandonaron las ciudades indias y comenzaron a caminar o a pedir aventones a sus distantes poblaciones de origen, en algunos casos, llevando consigo el virus.

(VIDEO) Cientos de miles de hindúes ignoran covid y se bañan en el Ganges

En agosto, el gobierno de Modi creó un grupo de expertos compuesto en su mayoría por burócratas federales para formular la política de vacunación en India. No permitió que los gobiernos de los estados indios tomaran decisiones independientes ni consideró las opiniones y experiencias de las autoridades estatales y los líderes comunitarios. Su principal error fue no aprovechar las redes de los programas nacionales de inmunización, que tienen décadas de antigüedad y son muy eficientes, y no seguir sus mejores prácticas.

El 16 de enero, el primer día del despliegue de vacunas, el Instituto del Suero de India , una empresa de la ciudad de Pune, en el oeste del país, que fabrica la vacuna de Oxford-Astra Zeneca, ya producía entre 2,5 y 3 millones de dosis diarias de la vacuna.

Otra empresa, Bharat Biotech, producía su propia vacuna en colaboración con un organismo gubernamental indio. De manera inesperada, el regulador de medicamentos nacional aprobó para uso público la vacuna Covaxin de la empresa antes de que terminaran los ensayos de la Fase 3. Esta decisión apresurada, en apariencia motivada por el nacionalismo, generó dudas sobre la inocuidad y la eficacia de la vacuna. Los trabajadores sanitarios y de primera línea se mostraron renuentes a recibirla.

No todos tienen Internet

India, que se enorgullece de su destreza informática, se propuso desarrollar un sistema digital de gestión de vacunas. El Ministerio de Salud presentó CoWIN, un sitio web, y Aarogya Setu, una aplicación móvil para el rastreo de contactos después del brote de la pandemia, a fin de gestionar los registros, crear calendarios de vacunación, dirigir a la gente a los centros de vacunación y crear certificados de vacunación.

El énfasis en los registros en línea pasó por alto un hecho fundamental: más de la mitad de la población india no tiene acceso a internet, computadoras ni teléfonos inteligentes. Los informes de la prensa india sugieren una marcada división de clases en la campaña de vacunación: las clases medias y altas llegaron a los centros de vacunación en mayor número que los pobres que habitan en las ciudades y las comunidades rurales.

El grupo de distribución de la vacuna de Modi procedió a limitar la primera fase del programa de vacunación al sistema de salud público del país, que atiende a alrededor de una tercera parte de la población, y no incluyó las instalaciones privadas de servicios sanitarios, de las que dependen dos tercios de la población. Los sabios miembros del grupo de expertos también limitaron las sesiones de inmunización a cien personas por sesión en cada centro de vacunación, lo cual ralentizó el proceso.

Después de que las infecciones comenzaron a aumentar a mediados de febrero, una combinación de críticas políticas y reacciones negativas populares finalmente logró forzar a India a corregir el rumbo. El 1.º de marzo, cuando comenzó la segunda fase del programa de vacunación, la elegibilidad se expandió a los ciudadanos mayores de 60 años y a las personas mayores de 45 con comorbilidades.

El gobierno también incluyó los hospitales privados, abrió el registro en persona en los centros de vacunación y le permitió a la gente elegir a cuál centro acudir. El 3 de marzo, la publicación de los datos del ensayo de Covaxin, de Bharat Biotech, que demostraba una eficacia clínica del 81 por ciento aumentó de manera considerable la confianza en esta vacuna.

Un largo camino

Hasta el 10 de marzo, a 54 días del inicio de la campaña de vacunación, India había aplicado 25 millones de dosis de la vacuna y ahora ocupa el tercer lugar en vacunación después de Estados Unidos y el Reino Unido, pero apenas abarca el uno por ciento de su población de 1300 millones de personas.

La segunda ola de la pandemia se está extendiendo por los pueblos y las aldeas más pequeños, que carecen de la infraestructura y los recursos médicos de las grandes ciudades. Hablé con decenas de dirigentes de consejos de aldeas, quienes me dijeron que no se les había consultado sobre la campaña de vacunación, y que la mayoría de ellos desconocían el calendario de inmunización.

India aún puede estar a la altura del desafío si aprovecha la infraestructura y las redes de su programa de inmunización. El país cuenta con20.000 centros de vacunación, pero esa cantidad debe aumentar de manera considerable.

Hay señales que apuntan en esa dirección. En las últimas semanas, el ejército de trabajadores sanitarios rurales de India por fin se ha desplegado para llamar a las puertas y registrar a los habitantes de los pueblos para que reciban la vacuna. En la aldea de Yusufpur Nagalia, en el estado norteño de Uttar Pradesh, Zakeen Fatma, yendo de puerta en puerta, elaboró listas de personas elegibles para recibir la vacuna.

También aquí la burocracia se interpuso en su camino. Fatma le entregó su lista a las autoridades del distrito, que actualizaron los nombres en el portal CoWin. Ella informó a los beneficiarios aprobados sobre sus citas de vacunación y luego escuchó sus quejas de que el lugar de vacunación estaba en un hospital a catorce kilómetros de sus casas, lo cual implica un recorrido con un costo de 50 rupias en un triciclo motorizado.

“Si el gobierno nos dejara vacunar a la gente en el pueblo mismo, como hicimos en otras campañas de vacunación, podríamos cubrir toda la localidad en tres días”, me dijo.

La segunda ola avanza más rápido que la burocracia del país. India tiene que ir a la misma velocidad.

This article originally appeared in The New York Times.

© 2021 The New York Times Company