Opinión: Uvalde, Búfalo y las armas semiautomáticas que nos aterrorizan

LAS LEYES PERMISIVAS PARA LA POSESIÓN DE ARMAS DE FUEGO FAVORECEN EL TERRORISMO NACIONAL Y EXTRANJERO.

En las últimas dos semanas, el país vivió los dos tiroteos masivos más mortíferos del año, ambos cometidos por jóvenes de 18 años. Todavía se desconoce el motivo del ataque del martes contra niños de una escuela primaria en Uvalde, Texas. Pero el motivo del ataque en Búfalo parece claro a partir del mensaje que dejó en internet el presunto responsable. Influido por la “teoría del gran remplazo”, buscaba matar a todos los negros que pudiera. Murieron diez.

El terrorismose define como: el uso de la violencia para intimidar o coaccionar a una población civil o influir en la política gubernamental. En Estados Unidos, a menudo se lleva a cabo utilizando armas semiautomáticas.

La permisividad de las leyes sobre armas y el fácil acceso a las mismas hacen de Estados Unidos un objetivo principal para los ataques terroristas con armas de fuego como el de Búfalo. Someten a la población a la amenaza constante de tiroteos masivos como el de Uvalde, donde 19 niños y 2 adultos murieron por disparos de arma de fuego. Sin importar si ese tiroteo cumple o no con la definición estatutaria de terrorismo, sin duda aterrorizó a la gente en todo el país, además de suscitar el temor de que los niños están en riesgo, incluso en sus escuelas, por una violencia favorecida por la fácil disponibilidad de armas semiautomáticas.

En Búfalo, el atacante iba armado con un rifle de asalto semiautomático. Las autoridades aún no han dicho si el autor del tiroteo de Texas utilizó un arma o armas semiautomáticas; los medios de comunicación han informado que compró dos de ellas para celebrar sus recién cumplidos 18 años.

Junto con docenas de exresponsables de la seguridad nacional y de las fuerzas del orden, advertí sobre los peligros del “acceso ilimitado a las armas de fuego” en un informe presentado ante la Corte Suprema de Justicia de Estados Unidos en el último caso relacionado con las armas de fuego que se llevó ante los magistrados, la New York State Rifle & Pistol Association contra Bruen.

Este caso pendiente tiene que ver con las restricciones para portar armas de fuego ocultas. Pero ya sea que el arma esté oculta o no, no hay duda de que la fácil disponibilidad de armas en Estados Unidos desafía no solo la seguridad pública sino también la seguridad nacional. Estados Unidos debe enfrentar el fácil acceso a las armas semiautomáticas como la amenaza a la seguridad nacional que es.

Desde hace mucho tiempo, las organizaciones terroristas extranjeras han exhortado a sus seguidores a aprovechar las laxas leyes de control de armas de fuego en Estados Unidos para planear ataques en Estados Unidos.

En 2017, un video de propaganda del Estado Islámico presentaba a un combatiente supuestamente estadounidense, con ropas militares y una pistola enfundada, que invitaba a los simpatizantes en Estados Unidos a “aprovechar el hecho de que se puede obtener un rifle o un revólver con facilidad en este país” y “rociar” a los infieles “de balas”. En un video de 2011, un destacado recluta estadounidense de Al Qaeda instaba a los futuros reclutas a “ir a una exposición de armas en un centro de convenciones local e irse de ahí con un rifle de asalto totalmente automático sin una comprobación de antecedentes y, lo más probable, sin tener que mostrar una identificación. Entonces, ¿qué esperan?”. Quienes asesinaron a 14 personas en San Bernardino, California, en 2015, y 49 en Orlando, Florida, en 2016 —y que prometieron lealtad al Estado Islámico— cometieron esas masacres con armas semiautomáticas.

Como los atentados dejan claro, este tipo de armas de estilo militar no solo las usan quienes cometen tiroteos masivos en nombre de grupos terroristas extranjeros.

Cuando el acusado del tiroteo de Búfalo se bajó de su vehículo frente al supermercado Tops parecía que iba a entrar a una zona de guerra. Llevaba un chaleco antibalas, equipo táctico y un casco. Llevaba un rifle semiautomático Bushmaster XM-15, modificado para albergar cargadores de alta capacidad. Llevaba una escopeta y un rifle en su auto como refuerzo.

Pero no necesitó las armas de apoyo para disparar con rapidez a cuatro personas en el estacionamiento, causando la muerte a tres de ellas. No las necesitó para matar a un guardia de seguridad dentro de la tienda cuya propia arma de fuego no era rival para el chaleco antibalas. Tampoco las necesitó para dispararles a otras personas dentro de la tienda. El rifle de asalto semiautomático, al parecer comprado en una pequeña tienda de armas por menos de 1000 dólares, fue todo lo que necesitó para atentar contra la vida de otros seres humanos.

Otros atacantes que profesaban creencias supremacistas blancas, como el hombre acusado de matar a once personas en la sinagoga Árbol de la Vida en Pittsburgh en 2018, y otro acusado de matar a más de 20 personas en un Walmart de El Paso en 2019, utilizaron armas de fuego semiautomáticas. También lo hizo el supremacista blanco armado que mató a nueve fieles negros en una iglesia de Carolina del Sur en 2015.

Las armas y el equipo de estilo militar también son las cartas de presentación de los grupos paramilitares extremistas en Estados Unidos, cuya ideología antigubernamental, aunada a una visión insurreccional de la Segunda Enmienda, han impulsado un aumento de la intimidación y la coerción.

Estos grupos paramilitares, que carecen de autorización y legalidad, alientan a sus miembros a poseer rifles de asalto. Suelen vestir equipo de estilo militar (como el presunto responsable del tiroteo de Búfalo) y aprenden técnicas paramilitares. Milicianos armados han entrado por la fuerza en capitolios estatales en Boise, Idaho, y Lansing, Míchigan. Usurparon las funciones de las fuerzas del orden, con la pretensión de proteger los derechos de la Primera Enmienda de los manifestantes en la concentración “Unite the Right” que ocurrió en Charlottesville, Virginia, en 2017, y con su participación en las patrullas fronterizas de justicieros en Texas, Nuevo México y Arizona. Entre los que atacaron el Capitolio en Washington el 6 de enero había paramilitares que buscaban interrumpir el conteo de los votos del Colegio Electoral y al parecer estaban preparados para llamar a una “Fuerza de Reacción Rápida” fuertemente armada que se encontraba en las afueras de Washington.

El caso de las armas ocultas, que está a la espera de un fallo de la Corte Suprema, es el primer asunto importante relacionado con la Segunda Enmienda que analizan los magistrados desde 2008. Aunque se trata de una impugnación de la validez de las restricciones a la portación oculta de armas en Nueva York, los argumentos presentados por los demandantes, si se aceptan, podrían poner en tela de juicio otras restricciones en torno a la seguridad de las armas. Los firmantes del informe de seguridad nacional —entre los que se encuentran exfuncionarios de carrera y con nombramientos políticos en la materia—, se unieron para exhortar al tribunal a considerar las amenazas a la seguridad nacional y la seguridad pública que supone el fácil acceso a las armas de fuego.

Esta advertencia no es nueva.

Cuando Nicholas Rasmussen, exdirector del Centro Nacional de Contraterrorismo, dejó ese cargo en 2017, advirtió: “Nos encontramos en una situación de mayor riesgo porque nuestra población de extremistas violentos no tiene ninguna dificultad para tener acceso a armas muy letales”. Y a principios de 2021, Christopher Wray, director del FBI, declaró ante una comisión del Senado que el extremismo violento por motivos raciales representaba “la mayor parte de nuestra cartera de terrorismo doméstico” en general, con la tendencia de los “extremistas violentos de grupos paramilitares”.

A los absolutistas de la Segunda Enmienda les gusta decir: “La única manera de detener a un tipo malo con un arma es un tipo bueno con un arma”. Pero un guardia de seguridad del supermercado Tops, que durante 30 años trabajó en el Departamento de Policía de Búfalo, tenía un arma. La utilizó. Pero no era rival para un chaleco antibalas y un rifle de asalto. La seguridad nacional y la seguridad pública requieren mucho más que un tipo bueno con un arma. Requieren una regulación eficaz del acceso a estas armas.

Este artículo apareció originalmente en The New York Times.

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