Opinión: Trump no es un superhombre, es un superpropagador

La pregunta más importante en la actualidad no es lo que el presidente Donald Trump ha aprendido de su contagio de COVID-19. El mandatario es uno de esos dirigentes que nunca aprenden y nunca olvidan, como dice el dicho. La pregunta más importante es qué hemos aprendido como ciudadanos y, sobre todo, qué han aprendido los partidarios de Trump.

BARCELONA, SPAIN - OCTOBER 07: A person walks by the latest work by  italian urban artist Tvboy 'What doesn't kill you makes you stronger. Or not?' featuring Donald Trump on October 07, 2020 in Barcelona, Spain. A “SuperTrump” character appeared last night in Barcelona, in Plaça Sant Jaume / Carrer del Bisbe. The U.S. President is painted in Superman’s costume surrounded by clouds of COVID-19 viruses and flying through the sky.  (Photo by Xavi Torrent/Getty Images)
Trump se presentó como un superhombre, pero resultó ser un superpropagador, no solo de un virus, sino de toda una manera de ver el mundo que ha resultado peligrosamente errada durante una pandemia. En la foto una obra del artista TvBoy en Barcelona/España.(Photo by Xavi Torrent/Getty Images)

Porque el debate sobre Trump ha terminado. El veredicto es que él se presentó como un superhombre, pero resultó ser un superpropagador, no solo de un virus, sino de toda una manera de ver el mundo que ha resultado peligrosamente errada, para él y para nuestro país, durante una pandemia. Reelegirlo sería un acto de locura colectiva.

No obstante, aunque yo lo veo así, y quizás ustedes también, ¿es posible que exista la cantidad suficiente de partidarios de Trump que también lo vea de esa manera? Eso dependerá de la capacidad de Joe Biden para ayudarles a ver todas las cosas grandes y pequeñas sobre las que Trump ha estado muy equivocado.

La lista de cosas “pequeñas” es larga: la precaución durante una pandemia no es signo de debilidad, sino de sabiduría. El uso de cubrebocas en una pandemia no es un indicador cultural, sino una protección sensata que no dice otra cosa más que: “Soy una persona responsable y deseo protegerme de un patógeno invisible, a mí y a mi abuelo, a mí y a mi cliente, a mí y a mi colega, a mí y a mi vecino”.

En medio de una pandemia, el machismo no es signo de fortaleza. Negarse a usar mascarillas en una pandemia no es proteger la libertad. Los confinamientos durante una pandemia no significan una disminución de nuestros derechos de reunión ni de expresión. Los estados demócratas no son más atractivos para el coronavirus que los estados republicanos. Los científicos no son políticos. Los políticos no son científicos. No todo se reduce a la política. El Lysol es un desinfectante que sirve para limpiar superficies, no pulmones. Nuestra alternativa nunca fue usar cubrebocas O ir al trabajo, sino usar cubrebocas PARA ir al trabajo: cuanto más lo usen tus empleados y tus clientes, es más factible que tu negocio permanezca abierto y prospere.

Las cosas grandes en las que se equivocó Trump tuvieron dos vertientes. La primera fue cómo gobernar en una pandemia. En general, la calidad del liderazgo siempre es muy importante pero, en una pandemia, se convierte en algo de vida o muerte. Como ahora muchas personas se sienten desorientadas y extraviadas, recurren como nunca antes a las autoridades de cualquier nivel (maestros, científicos, directores escolares, presidentes, superintendentes escolares, directores de hospital, directores ejecutivos, alcaldes, gobernadores, medios de comunicación, padres) para que les brinden orientación.

Donald Trump demostró ser el peor tipo de líder para una pandemia: un líder éticamente irresponsable. “Cuando se trata de vivir ante la incertidumbre, la gente tiende a moverse dentro de un espectro, y fijarse en una postura que refleja su lucha entre la libertad individual y la responsabilidad y su disposición a correr riesgos”, explicó Dov Seidman, fundador y presidente de LRN, una empresa de ética y cumplimiento normativo, y del How Institute for Society, una organización que promueve el liderazgo basado en valores.

Este espectro se puede ver claramente en la manera en que la gente contrajo el virus y cómo enfrentó la enfermedad, señaló Seidman. “En primer lugar, hubo personas dentro del espectro que solo tuvieron mala suerte y les fue mal: estuvieron en el lugar equivocado en el momento equivocado cuando estaba presente un patógeno invisible y diminuto”.

En segundo lugar, dijo que “hubo trabajadores en la línea de combate, héroes que con valentía enfrentaron el virus para ayudar a salvar a otras personas y se contagiaron en el proceso. En tercer lugar, hubo personas que fueron inconscientes y nunca usaron cubrebocas ni mantuvieron una distancia de dos metros, perjudicándose a ellas mismas y también a su familia, a sus amigos y a sus colegas”.

Y finalmente, comentó Seidman, están los líderes: “Hubo personas que detentaban puestos de poder y autoridad, en quienes las personas confiaban para que las orientaran y salvaran sus vidas. Algunos asumieron su responsabilidad sabiendo que en esta época de crisis más personas que nunca acatarían sus recomendaciones y seguirían sus ejemplos, si ellos se comportaban a la altura. Sin embargo, otros líderes no hicieron eso sino que, de hecho, alentaron a la gente a no hacer caso de la ciencia y a bajar la guardia. Eso es una irresponsabilidad ética”.

Ese fue el caso de Trump.

Seidman concluyó que, como resultado, “en la actualidad tenemos una verdadera crisis de liderazgo y de autoridad; el pueblo no sabe en quién confiar ni en qué creer. Pero es evidente que los líderes que puedan impulsar la verdad en el mundo, en vez de enturbiarla, y proyectar más confianza, en vez de socavarla; esos serán los líderes que admiraremos y los que la historia recordará para siempre”.

Ni Trump, ni Fox News, ni Facebook estarán entre ellos. Serán recordados por toda la verdad que enturbiaron y toda la confianza que socavaron, lo que ha contribuido a poner en peligro la inmunidad cognitiva de nuestro país (nuestra capacidad de distinguir los hechos de la ficción) y nuestra inmunidad social (nuestra capacidad para enfrentar juntos esta crisis).

La segunda gran cosa que Trump hizo mal fue meterse con la Madre Naturaleza.

Esta pandemia fue un acontecimiento de los sistemas de la naturaleza. Pero Trump ve el mundo a través de los mercados, no de la Madre Naturaleza. Él y sus asesores subestimaron el virus de manera sistemática para no asustar al mercado, cuyo ascenso ellos veían como un boleto para la reelección de Trump.

En marzo, en una conferencia de prensa en la Casa Blanca, Kellyanne Conway literalmente se burló de una reportera cuya pregunta insinuaba que no estaban conteniendo el virus.

“¿No crees que se esté conteniendo en este país?”, le espetó Conway a la periodista. “Dijiste: ‘No se está conteniendo’, ¿entonces eres médico o abogado cuando dices que no se está conteniendo? Eso es mentira. Acabas de decir algo que no es cierto”.

Desde luego que era cierto. Mientras Trump y sus asesores no le daban importancia al virus para proteger al mercado, la Madre Naturaleza estaba propagando el coronavirus de manera silenciosa, inexorable, exponencial y despiadada por todo el país, sin respetar fronteras estatales ni afiliaciones políticas. Ahora, la misma Conway tiene COVID-19.

En una pandemia, la Madre Naturaleza te plantea a ti y a tu líder tres preguntas básicas: 1. “¿Eres humilde? ¿Respetas mi virus? Porque si no lo haces, puede afectarte a ti o a algún ser querido”. 2. “¿Cuentas con una respuesta coordinada para el virus que desarrollé de tal modo que encontrara cualquier fisura en tu sistema inmunitario o en el de tu comunidad?”. 3. “¿Tu respuesta de adaptación a mi virus tiene fundamentos químicos, biológicos y físicos? Porque eso es todo lo que soy. Si en cambio se basa en la política, la ideología, los mercados y la agenda de las elecciones, fallarás y tu comunidad pagará las consecuencias”.

Con respecto a la Madre Naturaleza, Trump no fue humilde, no intentó tener una coordinación a nivel nacional para responder al virus y no basó su estrategia en la química, la biología ni en la física, sino en la ideología, la política, los mercados y la agenda electoral. Nuestro país ha pagado un precio muy alto por eso.

Trump quería que creyéramos que solo teníamos dos opciones: reactivar la economía y desentendernos del virus, la alternativa que él dice preferir, o cerrar la economía y temerle al virus, la opción que él dice que prefieren los demócratas.

Eso no es cierto. Nuestras opciones reales eran reactivar la economía de manera sensata o reactivarla de manera irresponsable.

Es decir, reactivar la economía con las medidas sencillas (como usar cubrebocas y mantener la distancia social) para que la gente pudiera ir de compras, asistir a la escuela o al trabajo con una cierta seguridad de no enfermarse, como propone Biden, o reactivar la economía de manera irresponsable, sin cubrebocas, y obligar a que la gente corra el riesgo de enfermarse cada vez que va a trabajar o a la escuela, como exige Trump.

Trump no respetó a la Madre Naturaleza ni a nosotros tampoco. Todo lo que puedo hacer ahora es rezar para que una cantidad suficiente de partidarios de Trump lo haya aprendido… y que voten en su contra entre hoy y el 3 de noviembre. La vida y la subsistencia de muchos estadounidenses depende de eso.

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This article originally appeared in The New York Times.

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