Cuando el destino nos alcance: por qué las películas se parecerán más a 'Juego de Tronos' que a 'Tenet'

Juego de Tronos (EFE)
Juego de Tronos (EFE)

En la década de 1970, películas como “Tiburón” y “La guerra de las galaxias” demostraron que el público acudiría en masa a ver películas que marcaran un hito. En las décadas posteriores, Hollywood se ha regido por las superproducciones, al igual que la cultura pop estadounidense. Los estudios se definieron por sus superproducciones, inversiones enormes en busca de ganancias aún mayores: “La guerra de las galaxias” (otra vez) y las películas de superhéroes de Marvel, “Harry Potter” y “Rápido y furioso”.

Puede que no las hayas visto, pero lo más seguro es que hayas oído hablar de ellas. Las superproducciones eran propuestas comerciales, pero también crearon un lenguaje cultural común. Muchas fueron mediocres o peor que eso, pero de vez en cuando alguna era bastante buena y unas pocas incluso fueron maravillosas. Uno iba a las salas de cine porque, cada cierto tiempo, alguna lograba estar a la altura de las expectativas.

Al menos así funcionó hasta el año 2020 y el COVID-19. Este es el primer año en décadas en el que no hay ningún gran éxito taquillero del cual hablar o al menos no de la misma forma en que lo conocíamos.

Sí, “Tenet”, una película insigne de Christopher Nolan sobre la manipulación del tiempo, estuvo brevemente en cines, pero fracasó a nivel nacional. Y sí, “Mujer Maravilla 1984” se estrenará finalmente el día de Navidad. Pero debutará tanto en la pantalla grande como en el servicio de emisión en continuo HBO Max. Y no será la última película en hacerlo: Warner Bros., el estudio detrás de la secuela de Mujer Maravilla, anunció hace poco que estrenaría todo su catálogo de 2021 simultáneamente en cines y en emisión en streaming, incluyendo las superproducciones “Dunas” y “Matrix 4”.

Los estadounidenses no pueden salir a ver las superproducciones, así que las superproducciones irán a sus hogares, directo desde Hollywood al sofá de su sala. La transición fue un proceso lento que ya se veía venir con el crecimiento de los servicios de emisión en streming, el cual la pandemia aceleró y convirtió en una revolución repentina. Transformará la forma en que experimentamos las superproducciones y cómo son realizadas de muchas maneras, tanto buenas como malas. Incluso, con el avance de ambiciosos videojuegos, el mismo concepto de “superproducción” también se transformará.

Las consecuencias estéticas negativas recaerán con más fuerza en quienes trabajan dentro y alrededor de la industria y en los consumidores más voraces de sus productos. Las implicaciones comerciales son menos claras. Los estudios han dependido de las superproducciones para sus ganancias, así como en los negocios posteriores como parques temáticos y mercancía relacionada. Al parecer, Warner Bros. no le notificó con suficiente tiempo a sus socios —cineastas, actores, productores, agentes— sobre el cambio y la medida ya ha sido calificada como una traición a la responsabilidad comercial y al principio artístico.

Christopher Nolan, uno de los directores más exitosos del estudio y quizás el principal defensor de la experiencia en las salas de cine de la industria, afirmó que “algunos de los cineastas y las estrellas de cine más importantes de nuestra industria se fueron a dormir la noche anterior creyendo que estaban trabajando para el mejor estudio de cine y al despertar descubrieron que estaban trabajando para el peor servicio de emisión en continuo”.

Las salas de cine, en especial, serán las más afectadas por esta decisión. Las principales cadenas ya estaban en una situación financiera complicada meses antes de que los confinamientos por el COVID-19 diezmaran los ingresos de taquilla nacionales.

La medida de Warner Bros. implica que incluso si la ansiedad por el COVID-19 disminuye, algunas de las películas más importantes de 2021 no serán eventos exclusivos de las salas de cine. Algunos espectadores que podrían haberse aventurado a las salas, sin duda optarán por quedarse en casa. Y eso, a su vez, es otra razón para que aquellos que amamos ver películas en la pantalla grande nos preocupemos por el hecho de que cuando termine la pandemia, la vieja experiencia cinematográfica en las salas de cine haya desaparecido.

Las salas de cine no desaparecerán por completo, pero es más probable que se conviertan en eventos excepcionales de primera clase en lugar de experiencias cotidianas para las masas. Hasta cierto punto, esto ya estaba sucediendo, con las salas de lujo con asientos más cómodos y mayores privilegios, y el incremento correspondiente en el precio de la entrada a esos cines. Después de la pandemia, ir al cine, que alguna vez fue una actividad para matar el tiempo un sábado por la tarde y la opción predilecta para una cita económica, podría convertirse, en comparación, en un lujo poco común.

Sin embargo, conforme la experiencia en las salas de cine se convierta en un lujo, las películas serán más accesibles que nunca. El cambio a las suscripciones para verlas en casa ampliará las opciones y el acceso al reducir el compromiso del tiempo y el costo de ver una película. Del mismo modo que Blockbuster Video educó a una generación de cinéfilos obsesionados con el VHS en la década de 1990, la próxima generación crecerá con bibliotecas de archivos para emisión en streaming de los catálogos de los estudios.

Además, a medida que las superproducciones pasen de las salas de cine al sofá, inevitablemente se ajustarán a los contornos de ese formato. Es probable que esta exhibición “a la carta” haga que los estudios pongan mayor énfasis en historias seriadas con tramas más complejas que se desarrollen a lo largo de años.

Este tipo de historias eran casi imposibles de realizar en la era de las cadenas de televisión, cuando los espectadores tenían que ver los programas justo en el momento en que eran emitidos. Pero en casa, gracias a la posibilidad de ver estas piezas en los ratos libres, las narrativas filmadas pueden desarrollarse durante varias temporadas o docenas de horas. Las superproducciones de cine ya se estaban decantando hacia esa dirección —basta con ver la estructura interconectada de múltiples episodios de las películas de Marvel o la expansión de ocho títulos de la saga de “Harry Potter”— pero hay límites para lo que se puede lograr en un espacio de dos o tres horas, en el que los espectadores esperan una resolución clara y no pueden darle “pausa” a la película cuando van al baño. La emisión en continuo elimina esos límites.

Hasta cierto punto, el cambio ya está ocurriendo. El servicio de emisión en streaming Disney+ anunció hace poco un ambicioso nuevo catálogo de contenido: 10 nuevas series de televisión de “La guerra de las galaxias”, así como una nueva película y al menos otras 10 series de superhéroes de Marvel.

Podría decirse que la superproducción más grande de este año no fue una película sino una serie de televisión que se transmite en Disney+: “The Mandalorian”, una encantadora y en ocasiones profunda serie de aventuras ambientada en el universo ficticio más imperecedero de la cultura pop estadounidense (“La guerra de las galaxias”) que logra tener mayor calidad que las recientes entregas de la saga, de casi todas las formas posibles.

Directores de gran renombre como Ridley Scott y David Fincher han hecho la transición a los servicios de emisión en streaming, trayendo consigo sus características obsesiones sombrías (desesperación, robots, asesinos seriales, más desesperación) y desdibujando aún más la línea entre el cine y la televisión.

Eso se debe a que las superproducciones no solo son películas enormes y costosas que involucran superhéroes, varitas mágicas o sables láser: también son puntos cruciales sociales, pilares de la conversación cultural, referencias comunes de cómo Estados Unidos piensa, percibe y habla de sí mismo. Desde la primera trilogía de “La guerra de las galaxias” hasta “Parque jurásico” y “Los vengadores”, cada superproducción es una señal de su época, un resumen de una era y sus obsesiones, una forma de recordar y reflejar lo que nos llamaba la atención en aquel momento.

De estas películas, las más grandes y exitosas logran un tipo de penetración cultural prácticamente inigualable. Pueden crear la impresión de que todo el mundo las ha visto e incluso aquellos que no lo han hecho de alguna manera desarrollan un sentido osmótico acerca de qué tratan. “Juego de tronos” fue una superproducción de la era del sofá: se podía ver en la sala de estar. Como todas las grandes superproducciones, nos dio más que solo algo que ver. Nos dio un tema de conversación, una plataforma de debate y exploración, un espejo de nuestra propia vida y política y, sí, algunos giros bastante increíbles.

Para bien o para mal, es probable que la próxima generación de superproducciones se parezca más a “Juego de tronos” que a “Tenet”. Nos dará mundos extensos, espacios abiertos de juegos ficticios, así como sistemas e historias entrelazados que requerirán de tiempo y atención para ser comprendidos, o al menos explicados.

Además, es probable que la próxima era de superproducciones incluya obras que ni siquiera son, estrictamente hablando, películas o programas de televisión, como “Cyberpunk 2077”, el videojuego más esperado del año, el cual cuenta con la participación de Keanu Reeves. El título también ha estado rodeado de una gran ilusión y una expectativa aun mayor.

Para aquellos de nosotros que todavía estamos atrapados en casa, tanto “Cyberpunk 2077” como “Mujer Maravilla 1984”, ofrecen, a su manera, la misma promesa tentadora que todas las superproducciones: son experiencias comunitarias, incluso desde el sofá. ¿Y quién sabe? Incluso podrían estar a la altura de sus expectativas.

This article originally appeared in The New York Times.

© 2020 The New York Times Company

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