Opinión: La superestrella progresista de Nueva York no es Alexandria Ocasio-Cortez

Ritchie Torres, miembro del Concejo Municipal de Nueva York, en Nueva York, el 12 de julio de 2019. (Gabriela Bhaskar/The New York Times)
Ritchie Torres, miembro del Concejo Municipal de Nueva York, en Nueva York, el 12 de julio de 2019. (Gabriela Bhaskar/The New York Times)

A Ritchie Torres, un congresista del distrito más pobre de Estados Unidos (el distrito 15.º de Nueva York, en el Bronx) le incomoda la comparación con Alexandria Ocasio Cortez, mejor conocida como AOC.

“En cierto sentido, la narrativa de los medios de comunicación me minimiza”, me dice frente a unos platos de pasta en un restaurante de la Pequeña Italia del Bronx cuando planteo el tema de su conocida compañera demócrata de un distrito vecino, Alexandria Ocasio-Cortez. “Me resisto a la tentación de encajar en una narrativa preconcebida. Mi carrera en la política es muy anterior al ‘Escuadrón’”.

No hace falta explicar quién y qué se entiende por el Escuadrón: las mujeres que forman parte de la Cámara de Representantes, a las que algunos consideran como el brillante amanecer de un nuevo Partido Demócrata y otros las Cuatro Jinetes del “Wokepocalipsis” (el apocalipsis de la conciencia social). No mucho después de nuestra comida, AOC volvió a ser el tema principal de la conversación nacional por posar en fotos haciendo alarde de sus causas políticas en la Gala del Met.

El mayor misterio es por qué Torres (que no estuvo en la gala) no se ha convertido todavía en un nombre conocido en Estados Unidos. En la tarjeta de puntuación de identidad y origen, marca todas las casillas progresistas. Afrolatino, hijo de una madre soltera que crio a sus tres hijos trabajando como asistente de mecánico con un salario mínimo de 4,25 dólares la hora, producto de viviendas y escuelas públicas, medio hermano de dos exconvictos, con una carrera trunca de la Universidad de Nueva York, el primer funcionario elegido del Bronx en ser abiertamente gay cuando ganó un lugar en el Concejo Municipal en 2013 a la edad de 25 años y el vencedor ante un ministro cristiano que rechazaba a las personas homosexuales cuando ganó su escaño en la cámara el año pasado.

Es de una inteligencia deslumbrante. Se ve a sí mismo “en una misión para reducir radicalmente la pobreza racialmente concentrada en el Bronx y en otros lugares de Estados Unidos”.

En otras palabras, Torres es todo lo que se supone que debe ser un progresista moderno, excepto en una cuestión: a diferencia de gran parte de la izquierda moderna (incluida AOC, que creció como hija de un arquitecto en la ciudad de clase media de Westchester, Yorktown Heights), él de verdad es hijo de la clase trabajadora. Entiende lo que la gente de la clase trabajadora de verdad quiere, en contraposición con lo que muchos de sus autoproclamados defensores afirman que quiere.

“No contrato a ideólogos ni a fanáticos”, me dice en un paseo por su distrito. “La mayoría de la gente del sur del Bronx es más práctica que ideológica. Sus preocupaciones son: el pan de cada día, la salud y la vivienda, las escuelas y el empleo”.

Esto se traduce en una plataforma política de derechos civiles del siglo XXI basada en las necesidades apremiantes de la clase trabajadora de una vivienda asequible, mejores escuelas, calles más seguras y una buena atención sanitaria. Los objetivos son progresistas, pero las soluciones, para Torres, tienen que ser pragmáticas.

Hace énfasis en dar a los niños la opción de asistir a escuelas subvencionadas por el gobierno, “reguladas con sumo cuidado y sin fines de lucro”, que su distrito tiene en abundancia, a pesar de la feroz oposición de los sindicatos de profesores. “Si hay padres en mi distrito que han llegado a la conclusión de que la mejor opción para sus hijos es una escuela subvencionada, ¿quién soy yo para decirles lo contrario?”.

También le preocupa la crisis de vivienda asequible, que tal vez sea el mayor reto que enfrentan los neoyorquinos de bajos ingresos. Uno de los primeros proyectos de ley del alcalde Bill de Blasio para resolver la crisis, recuerda Torres, implicaba la construcción de 75.000 unidades en diez años. Sin embargo, la demanda era casi de seis veces esa cifra. “Incluso si creáramos 75.000 mañana mismo y no en 10 años, nos quedaríamos muy cortos para reducir la brecha entre la oferta y la demanda”.

Su respuesta es una clásica triangulación entre el intervencionismo del gobierno grande y el sentido común del gobierno pequeño. Quiere aumentar de manera considerable el programa federal de vales de la Sección 8, a fin de convertirlo en un nuevo derecho federal —que denomina “vales de vivienda para todos”— lo cual garantizaría que ninguna familia estadounidense tuviera que invertir más del 30 por ciento de sus ingresos en el pago del alquiler. Hacerlo “haría que millones de unidades fueran asequibles para los hogares con menores ingresos”.

Sin embargo, también entiende la necesidad de agilizar el proceso de revisión pública para aumentar la oferta de viviendas. “Una de las grandes ironías de nuestro tiempo es que algunas de las ciudades más progresistas se encuentran entre las más sistemáticamente racistas en sus políticas de vivienda”, dice, y menciona las políticas de zonificación unifamiliar de San Francisco y otras prácticas de uso del suelo que son la forma en que los liberales discriminan hoy en día.

Torres también se siente muy alarmado por el fenómeno que el antropólogo evolucionista rusoestadounidense Peter Turchin llama “sobreproducción de élites”.

“Producimos muchos más graduados universitarios que puestos de élite para ellos”, observa Torres. Al darse cuenta de que están muy endeudados, excluidos del tipo de empleos que se les prometió y oprimidos por los costos de la vivienda, “es evidente que habrá un efecto radicalizador”.

Es un argumento de peso para que haya más escuelas vocacionales. También es un llamado al estilo de Franklin D. Roosevelt para salvar al capitalismo de sí mismo, para que la gente a la que Torres llama “los nuevos jacobinos” no siga ganando terreno.

Hablando de Franklin D. Roosevelt, el año que viene habrá elecciones para gobernador de Nueva York. Torres sería un formidable opositor en las primarias para la nueva gobernadora, Kathy Hochul. Dado que tal vez sea el talento político más singular de su generación, es un progresista que podría, por fin, hacer más por unir la nación que por dividirla.

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