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Opinión: Recuerdo cuando el rock era joven

COMO UNA ADOLESCENTE QUEER QUE AÚN NO SALÍA DEL CLÓSET EN 1970, ENCONTRÉ ALGO EN LA VOZ DE ELTON JOHN QUE ME DIO ESPERANZA. AÚN LO HACE.

Linda Ronstadt recuerda esa noche: “Subió al escenario y el lugar simplemente explotó. Era tan dinámico, tan carismático y tan buen intérprete. Sencillamente tocó ese piano con todas sus fuerzas y cantó con toda el alma”.

Fue el 25 de agosto de 1970, la noche en que Elton John se convirtió en una estrella, y ocurrió en el club Troubadour en Los Ángeles. Como parte del público estaban Brian Wilson, Mike Love, Randy Newman, Don Henley, David Crosby, Stephen Stills y Graham Nash.

Y Linda Ronstadt. “Todos estábamos al borde del balcón”, me dijo Ronstadt en una entrevista realizada la semana pasada. “Subió y fue como un destello de explosivos. Y estábamos recargados en el balcón gritando a todo pulmón”.

Esa noche en el Troubadour fue recreada (con algunos adornos surrealistas) en la reciente película biográfica “Rocketman”. Sin embargo, si quieres escuchar cómo sonaba realmente Elton John en sus años de juventud, puedes escuchar el álbum “11-17-70”, que acaba de cumplir 50 años el martes pasado. Esa noche, tocó con el mismo trío con el que se presentó en el Troubadour (Nigel Olsson en la batería y Dee Murray en el bajo).

Una grabación en vivo se transmitió originalmente desde los estudios de WABC-FM (posteriormente WPLJ) en la ciudad de Nueva York, y el álbum captura a un personaje que ahora, en ocasiones, es difícil de recordar: el Elton joven, durante los primeros meses de fama.

Desde entonces, el Elton joven ha sido eclipsado por los otros Elton: el que ha tenido un cuarto de millón de pares de gafas; el que se presentó en vivo en Central Park vestido con un traje del Pato Donald; el que, motivado por los martinis con vodka y la cocaína, se desvistió en el plató de un video, le dio un puñetazo a su representante y, para terminar, destruyó la habitación de hotel donde el mánager se hospedaba.

No obstante, si escuchas “11-17-70” (conocido como “17-11-70” fuera de Estados Unidos), encontrarás a un prodigio de 23 años, tan nuevo en su estrellato que ese año firmó varios autógrafos con su nombre real, Reginald Dwight.

Cincuenta años después, lo más sorprendente sobre el joven Elton es su vulnerabilidad.

El disco original comenzaba con “Take Me to the Pilot”, un inescrutable grupo de letras de Bernie Taupin combinadas con el rock ’n’ roll en el piano de Elton. Esa es la canción que Linda Ronstadt recuerda mejor, tantos años después. “Realmente me emocionó”, dijo. “Era pura exuberancia. Lo recuerdo golpeando el piano con los pies”.

Ronstadt también recuerda su voz y al respecto dijo: “Hay tres elementos en el canto: historia, voz y habilidad musical. Y Elton cumplía con los tres”. Sin embargo, también había tensión entre la exuberancia de la música y el cantante mismo, quien parecía tímido, desconfiado, casi avergonzado de estar ahí.

Las letras de Taupin amplifican esa incertidumbre; en “Your Song”, el primer éxito realmente importante de Elton, puedes sentirlo en la frase “Anyway, the thing is, what I really mean…”.

Esa tensión entre timidez y extravagancia también fue lo que más me impactó cuando escuché por primera vez la música de Elton. Como una adolescente queer que aún no salía del clóset en 1970, encontré algo en esa voz que me dio esperanza. Me dijo que no estaba sola, que no era necesario que el temor de mi yo secreta me paralizara siempre.

Era una música que me decía que podía ser una persona tímida y, sin embargo, hacer un gran estruendo.

Como pianista, también encontré que la música era liberadora para mí. Uno de los particulares toques de genialidad de Elton fue el uso de voces poco comunes, tocar un acorde con la mano derecha y una octava inesperada con la izquierda. Justo después de la frase “Count the headlights on the highway” en “Tiny Dancer”, por ejemplo, escuchas un acorde G en la mano derecha combinada con una octava en A en la izquierda. Elton no inventó estos tipos de voces, obviamente, pero fue uno de los primeros pianistas en aportar este tipo de complejidad tonal al rock ’n’ roll.

La combinación es extraña, alegre y hermosa.

Si el Elton de la juventud a la larga fue eclipsado por el Elton glamuroso, ese Elton, en cambio, ha sido remplazado por sir Elton: un veterano respetado del rock ’n’ roll que ha llegado alegremente a sus 70 y tantos, a la paternidad y a la filantropía. (Su fundación contra el sida ha recaudado 450 millones de dólares en todo el mundo y ha salvado un estimado de cinco millones de vidas).

Además, todavía compone música grandiosa. El álbum “Wonderful Crazy Night” fue lanzado en 2016. Y la semana pasada presentó “Jewel Box”, una antología de toda su carrera compuesta por canciones inéditas, temas poco famosos y algunas pistas conocidas solo por los fanáticos de hueso colorado.

No obstante, Linda Ronstadt dice que el Elton joven no está tan lejos. “Recientemente me llamó de la nada”, dijo. “No sabía de él desde hace probablemente treinta años. Solo quería decir que le gusta cómo canto y cuánto ha escuchado mis álbumes a través de los años. Fue durante la COVID, mucha gente se puso en contacto durante la COVID para decirle a las personas cosas que no les habían dicho antes”.

Para Ronstadt (ahora retirada como cantante a raíz de la parálisis supranuclear progresiva, una forma de párkinson) este pequeño acto de generosidad significó mucho. Le recordó que la persona con la que habló este verano es, en las cuestiones más importantes, la misma bola de fuego reservada que vio esa noche en el Troubadour. “En realidad es un hombre tímido en su interior”, dijo. “Y muy humilde”.

En el verano se cumplieron cincuenta años desde que el crítico de rock Robert Hilburn de Los Angeles Times escribió sobre el debut de Elton. Al inicio de la reseña decía: “Regocíjense”.

Es un buen consejo. Tal vez su espíritu se eleve, como lo hizo el mío esta semana, con el álbum “11-17-70” y el sonido de “Take Me to the Pilot”. Todavía es una canción misteriosa, inescrutable, aún llena de rebeldía, efervescencia y esperanza.

De cualquier manera, lo importante, lo que realmente quiero decir, es que me hizo sentir joven.

This article originally appeared in The New York Times.

© 2020 The New York Times Company