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Opinión: Prohibir TikTok no va a resolver nuestro problema

El problema de quitarles TikTok a los estadounidenses (Seba Cestaro para The New York Times).
El problema de quitarles TikTok a los estadounidenses (Seba Cestaro para The New York Times).

PROHIBIR TIKTOK EN EL PAÍS NO RESOLVERÍA LOS PROBLEMAS DE PRIVACIDAD DE DATOS EN ESTADOS UNIDOS.

Prohibir TikTok en territorio estadounidense, si acaso pudiera promulgarse una ley así, resolvería de inmediato nuestras preocupaciones de seguridad nacional sobre la tan popular aplicación de videos de propiedad china. Pero, en última instancia, este tipo de prohibición podría poner en mayor riesgo nuestra seguridad nacional. Además, eludiría un problema más amplio: la incapacidad general de nuestro país para abordar las preocupaciones sobre la enorme cantidad de datos personales que se recaban como parte de nuestra vida digital, sobre todo si se tiene en cuenta que esos datos podrían ser utilizados por adversarios extranjeros.

Tratándose de sus propios ciudadanos, China ha prohibido todo, desde Google hasta Twitter, pasando por este periódico. En lugar de considerar injusta esta asimetría, deberíamos reconocer su valor simbólico: Estados Unidos gana cuando puede demostrarle al mundo que es un país abierto y democrático. No es de sorprender que el acto de prohibir TikTok por considerarlo una amenaza a nuestra seguridad no sea visto por otras naciones como algo muy diferente a las medidas que toma la República Popular China para protegerse. Además, no hay certeza de que, en virtud de la Primera Enmienda, el gobierno federal pueda prohibir sin más el acceso a una importante plataforma de comunicaciones, ni de que pueda controlar los contenidos en línea para evitar la desinformación. Y además está la cuestión política de si los casi 100 millones de usuarios de TikTok en este país aceptarán que les arrebaten esa plataforma.

Los argumentos contra TikTok no son difíciles de esgrimir. Los responsables del FBI y de nuestras agencias de espionaje temen que el gobierno chino obligue al propietario de TikTok, ByteDance, a entregar la cuantiosa información personal de los usuarios estadounidenses de la aplicación o le exija que difunda desinformación.

De hecho, la Ley de Inteligencia Nacional de China de 2017 exige a las empresas chinas que proporcionen cualquier información de sus clientes que sea relevante para la seguridad nacional de China. TikTok recopila una cantidad impresionante de información de sus usuarios, mucho más que otras aplicaciones conocidas de redes sociales. No existen pruebas de que ByteDance ya haya entregado esta información al gobierno chino. Sin embargo, en un episodio que reveló la posibilidad de futuras injerencias gubernamentales, el mismo ByteDance admitió en diciembre que había despedido a algunos empleados ubicados en China y en Estados Unidos por espiar indebidamente información privada de estadounidenses, incluida la de periodistas, recopilada a través de TikTok.

Aunque todavía no ha ocurrido, es fácil ver cómo China podría utilizar la poderosa aplicación para influir en las elecciones o manipular la opinión pública, lo cual tendría efectos muy nocivos en tiempos de crisis. Dos de cada tres adolescentes estadounidenses han utilizado TikTok, por lo que la desinformación en la aplicación podría ser bastante eficaz entre ese público impresionable. No hay mayor prueba de por qué un gobierno podría temer la naturaleza insidiosa de la aplicación que el hecho de que TikTok está prohibida en la propia China. En cambio, el gobierno chino permite a ByteDance utilizar una versión nacional limitada de la aplicación que está explícitamente sujeta a la censura estatal.

Si los datos personales de los usuarios estadounidenses fueran entregados al gobierno chino, o si la aplicación difundiera desinformación china, sería casi imposible revertir el daño. Así que no es de extrañar que, tras las audiencias en el Congreso sobre los riesgos, el gobierno federal prohibiera TikTok en los teléfonos y las computadoras gubernamentales y muchos estados han hecho lo mismo. Eso dista de resolver el problema, ya que no está prohibido usar TikTok en los dispositivos personales. Sin embargo, la legislación pendiente de aprobación en el Congreso haría justo eso en todo el país. Además, si quisiera recopilar información sobre los estadounidenses, China podría evadir dicha prohibición y legalmente, aunque con un poco más de esfuerzo, comprar cantidades casi ilimitadas de información a los corredores de datos que almacenan información sobre nuestras actividades en línea.

Si dispusiéramos de leyes exhaustivas que limitaran la recopilación y el uso indebido (incluida la posible exportación a China) de los datos personales en línea de los estadounidenses, se reduciría en gran medida el temor de que las autoridades chinas utilizaran la aplicación para la vigilancia y la recopilación de datos. También se limitaría el comercio libre de intermediarios de datos, de modo que todos esos datos dejarían de estar al alcance de la mano. Tras años de debate, el año pasado el Congreso estuvo a punto de adoptar una legislación básica sobre privacidad de datos. Mientras eso sucede, varios estados ya aprobaron sus propias leyes de privacidad, lo cual también dista de ser una solución eficaz para un problema nacional y trasnacional. A manera de ejemplo, Indiana demandó a hace poco a TikTok, con el argumento de que viola las leyes estatales de protección al consumidor. Nadie ha descubierto cómo gestionar una aplicación de redes sociales con normas diferentes para cada estado.

En cualquier caso, el Congreso tendrá que actuar, ya sea mediante nuevas leyes de privacidad o imponiendo una prohibición nacional absoluta que cumpla los requisitos constitucionales. Históricamente, la legislación federal que regula la inversión extranjera se ha centrado en cuestiones de seguridad nacional, como la propiedad de contratistas de la industria de defensa, y no en atributos de la era digital, como las aplicaciones de redes sociales. De hecho, el presidente Donald Trump intentó prohibir TikTok en virtud de un estatuto de 1977, la Ley de Poderes Económicos de Emergencia Internacional, pero TikTok alegó con éxito en los tribunales que la ley no aplica a la plataforma.

Las recientes prohibiciones limitadas de TikTok constituyen sobre todo una manera eficaz de hacer parecer que los políticos aplican mano dura a China. La Cámara de Representantes acaba de crear una comisión selecta para analizar los desafíos estratégicos que China supone para la economía estadounidense y en particular para su industria tecnológica. Es innegable que China representa una auténtica amenaza en muchos sentidos, pero el peligro es que los vientos políticos nos empujen a hacer algo audaz sobre TikTok sin pensar en las consecuencias a largo plazo.

El equipo de seguridad nacional del presidente Joe Biden ha estado negociando con TikTok un acuerdo que exigiría que los datos de los usuarios estadounidenses se mantuvieran en servidores de este país, sujetos a un consejo de supervisores formado por tres personas para garantizar que los datos no se desvíen a China e impedir que este país censure o manipule la información de la plataforma. No está claro si las complicadas y largas negociaciones, a cargo del Comité de Inversiones Extranjeras en Estados Unidos, llegarán a buen puerto, pero, en fechas recientes, TikTok se ha mostrado dispuesto a divulgar sus algoritmos de contenido, lo cual podría eliminar uno de los obstáculos.

Pero si las negociaciones de Estados Unidos con TikTok no tienen éxito y no tenemos leyes de privacidad de datos para evitar el problema desde el principio, ¿por qué no imponer una prohibición total de TikTok en Estados Unidos? Debido a la naturaleza altamente visible de TikTok, las consecuencias de fondo de una prohibición serían mucho más importantes que las simbólicas. Prohibir TikTok pondría en caminos cada vez más divergentes a las dos naciones que tienen el mayor poder para afectar el orden mundial. Por supuesto, ha habido un debate interminable sobre la pertinencia de desacoplar las economías de Estados Unidos y China y el aumento concomitante de sistemas tecnológicos chinos y occidentales independientes y enfrentados. Para Estados Unidos, la disociación ha incluido la reducción de la tecnología de vigilancia china, con la restricción, por ejemplo, de los equipos de telecomunicaciones de Huawei y los drones DJI. Podría decirse que esto tiene sentido cuando el riesgo no puede mitigarse o controlarse y la prohibición es la única solución práctica.

Pero seguimos sin dar el paso de erradicar las redes sociales chinas. Dado que una tercera parte de la población estadounidense utiliza la aplicación y esta se asocia con la expresión cotidiana de opiniones políticas y personales, ilegalizar TikTok supondría un avance mucho mayor hacia la desconexión y podría dar lugar a represalias, en comparación con la ilegalización del hardware comercial que contenga chips con capacidad de vigilancia.

El hecho de que las empresas chinas sigan invirtiendo en la economía estadounidense y en su tecnología aporta dividendos geopolíticos indirectos pero poderosos, ya que reduce la disposición de China a enemistarse con Estados Unidos. El presidente Xi Jinping seguramente se lo pensaría dos veces antes de tomar medidas que pusieran en peligro el 17 por ciento del comercio de su país que se dirige a Estados Unidos o su titularidad de casi un billón de dólares de deuda pública estadounidense (solo Japón tiene más). Al evaluar los riesgos cada vez mayores de la tecnología china, debemos pensar con cuidado en las implicaciones acumulativas a largo plazo, ya que cada paso puede envalentonar y aislar aún más a China, poniendo en peligro nuestra seguridad nacional de maneras más profundas.

Este cálculo no significa que debamos ignorar las inquietudes de seguridad sobre la vigilancia y la desinformación chinas. Disponemos de cierto margen de maniobra para protegernos de una aplicación que podría ser peligrosa y, al mismo tiempo, mejorar la seguridad nacional a largo plazo. Lo mejor sería que el Congreso promulgara una ley que regule la recopilación y el uso indebido de datos personales y comerciales en línea cuya aplicación se extendiera no solo a aplicaciones actuales como TikTok, sino también a futuras aplicaciones digitales (sean o no de propiedad extranjera) que planteen problemas de seguridad o privacidad.

Si el Congreso no actúa en este sentido, lo mejor sería que ByteDance, reconociendo que el statu quo es insostenible, vendiera la aplicación a una empresa estadounidense. ByteDance se ha resistido a ello, así que lo más probable es que el Comité de Inversiones Extranjeras en Estados Unidos apruebe un acuerdo para supervisar la aplicación, con ejecutivos estadounidenses que controlen el contenido y los datos de los usuarios. Si ninguna de las dos cosas es posible, solo entonces deberíamos recurrir a una prohibición total de TikTok, reconociendo que elegir una solución expeditiva y sencilla para un problema de seguridad nacional podría generar otro más complejo y duradero.

Este artículo apareció originalmente en The New York Times.

© 2023 The New York Times Company