Opinión: Tres preguntas que deben responderse para que funcionen las órdenes en torno al uso de mascarillas

DEBE HABER UNA CLARIDAD EXPLÍCITA PARA QUE EL PÚBLICO COMPRENDA CÓMO LAS MEDIDAS COMO EL USO OBLIGATORIO DE MASCARILLAS REDUCIRÁN LA TRANSMISIÓN Y SE PUEDEN USAR PARA INCENTIVAR LA VACUNACIÓN.

A pesar de que había la esperanza de tener un verano libre de las preocupaciones a causa de la COVID-19, ahora los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por su sigla en inglés) están recomendando que la gente vacunada use mascarilla en ciertas áreas. Aunque las mascarillas son importantes para la protección en contra de las infecciones, Estados Unidos debe proceder con cautela.

Las autoridades sanitarias pasaron meses afirmándoles a los estadounidenses vacunados que no sería necesario el uso de cubrebocas contra la COVID-19 porque iban a estar protegidos de la enfermedad y era poco probable que propagaran la infección a los demás. Regresar al uso general de mascarillas podría ser interpretado como que se están cambiando las reglas del juego por conveniencia o como una señal de que los expertos ya no confían tanto en las vacunas como antes, en especial si las nuevas normas de uso de cubrebocas no están relacionadas con métricas específicas como la vacunación o si entran en vigor en lugares donde los hospitales no tienen una crisis en la admisión de pacientes.

Hay una mejor manera de seguir las recomendaciones para el uso de mascarillas, relacionándolas con tres factores específicos:

¿La COVID-19 se está propagando en áreas donde se están implementando las órdenes para el uso de mascarillas?

Exigirle a todo el mundo que use mascarilla podría parecer como algo inocuo, pero los expertos no deberían desperdiciar tiempo ni credibilidad en el cumplimiento de medidas que no tendrán un impacto.

El regreso al uso de mascarillas para todos será más eficaz si una cantidad significativa de transmisión de la COVID-19 está ocurriendo en espacios públicos como supermercados y clubes nocturnos. Sin embargo, las autoridades sanitarias no han compartido suficientes datos que muestren que este es el caso, y eso es un problema.

Las agencias estatales y locales necesitan comprender mejor cuáles actividades están fomentando la transmisión local y adaptar las políticas en conformidad. Por ejemplo, a inicios de la pandemia, el rastreo de contactos reveló que había altos niveles de transmisión en las reuniones familiares y de amigos en las casas de las personas —como en las festividades y los cumpleaños— donde las mascarillas eran menos comunes. Si esto siguiera así, entonces las órdenes de usar mascarillas por sí solas no bastarían para reducir el aumento de casos.

De la misma manera, cuando empezó la pandemia, los estudios sobre el control de casos —los cuales buscan diferencias en los comportamientos de la gente que se contagia de COVID-19 y la gente que no se ha infectado— revelaron que la gente a quien se le diagnosticaba COVID-19 era más propensa a haber reportado que había ido a cenar a restaurantes que la gente no infectada. Si este siguiera siendo el caso, entonces se podrían considerar otras medidas además del uso de mascarillas, como limitar el aforo de los restaurantes y bares, pues los clientes no pueden usar mascarillas mientras comen o beben.

La secuencia genética también puede brindar pistas para saber cómo se está propagando el coronavirus. Con el aumento de recursos que proporcionó el gobierno del presidente Joe Biden para permitir que las agencias estatales usaran secuencias genéticas a fin de rastrear las variantes, las agencias sanitarias deberían aceptar esta tecnología lo más posible para identificar los grupos grandes de casos que comparten patrones de transmisión.

¿Las tasas locales de vacunación y enfermedades respaldan la recomendación del uso de cubrebocas para la gente vacunada?

Los CDC recomiendan que las personas vacunadas usen mascarillas en áreas “de transmisión significativa o alta” de COVID-19 para evitar infecciones y la posible propagación del virus a otras personas.

Para saber cuáles son exactamente estas áreas, es importante analizar las condiciones locales. Sin embargo, en los últimos meses, la mayoría de los estados ha reducido la cantidad de datos sobre la COVID que compartía con el público, así como la frecuencia con la que lo hacía.

Por ejemplo, Florida, estado que la semana pasada representó más del 20 por ciento de los casos reportados de COVID-19 en Estados Unidos, ha reducido sus reportes de casos a una vez por semana y ya no comparte los datos desglosados de pruebas y muertes por condado. Los CDC tienen un mapa que muestra un resumen de los datos sobre la COVID-19 en toda la nación, pero es menos detallado de lo que solían reportar los estados.

En esta etapa de la pandemia, los gobiernos estatales y locales deberían presentar más datos, no menos. Como mínimo, deberían publicar la frecuencia y el desglose demográfico de los casos, las pruebas, las hospitalizaciones y las muertes, así como las vacunaciones. Además, deberían hacerlo a diario.

Los datos al nivel de los condados son útiles, pero los datos al nivel del código postal o el área de censo son todavía mejores. Por ejemplo, el condado de Los Ángeles ha podido vacunar a más del 70 por ciento de los adultos que cumplían los requisitos, pero esta estadística oculta el hecho de que algunas partes del condado tienen una cobertura de vacunación mucho menor. Los datos más localizados servirán para que la gente comprenda con más claridad los riesgos específicos de los lugares donde viven y trabajan, así como la necesidad de recomendaciones en torno al uso de mascarillas.

Al mismo tiempo, las autoridades sanitarias deben seguir proporcionando datos que muestren los beneficios de las vacunas. Sin ellos, los expertos podrían enviar, sin querer, la señal de que las mascarillas son una alternativa apropiada a vacunarse. Se debe informar el desglose de los casos y las hospitalizaciones según el estatus de vacunación con regularidad. Esto también les servirá a los expertos para monitorear la efectividad continua de las vacunas en la prevención de enfermedades graves.

¿Cuándo se pueden dejar de usar las mascarillas?

Los expertos a nivel local deberían compartir con la gente los parámetros que usan —como las infecciones o las vacunaciones— para decidir cuándo ya no serán necesarias las mascarillas. Al hacerlo, se enfatiza la razón por la que las mascarillas tuvieron que volver a usarse en primera instancia y se brinda esperanza a quienes no les gusta usarlas.

Debido a que las vacunas ofrecen una protección duradera en contra de una enfermedad grave, relacionar los requisitos de uso de mascarillas con objetivos razonables de cobertura de vacunación y niveles aceptables de vacunación producirá una visión más clara del progreso que la cantidad de casos, la cual puede fluctuar.

Todo mundo está harto de la pandemia. Las vacunas ofrecen una puerta de salida, pero Estados Unidos no ha convencido de eso a un número suficiente de estadounidenses. La nación no puede simplemente volver a las tácticas generales que se emplearon en brotes anteriores y esperar que la gente las cumpla. Debe haber una claridad explícita para que el público comprenda cómo las medidas como el uso de mascarillas reducirán la transmisión y se pueden usar para incentivar la vacunación.

Este artículo apareció originalmente en The New York Times.

© 2021 The New York Times Company