OPINION | Más como un niño: el príncipe Harry se desplomó en el banquillo de testigos
El príncipe Harry comenzó el día bastante alegre. Entró al edificio con una sonrisa en los bordes de su barba y sostenía con nervios un fajo de papeles como un estudiante que se levanta de la cama para los exámenes finales.
Al final, se veía tan pálido y débil como su corbata verde lima.
Cuando su abogado, David Sherbourne KC, le preguntó cómo estaba, con los ojos del mundo sobre él, el príncipe Harry se atragantó y se miró fijamente los cordones de los zapatos. “Es mucho”, expresó Harry. No todos los días ves a un consejo del rey peleando con un príncipe del reino. A veces aquí lo hacían volver a parecer más un niño que un adulto padre de dos hijos; aislado y solo.
Por momentos estaba hinchado, seguro de sí mismo. En otros, se veía abatido, como un glob desinflado. “Toda mi vida, la prensa me ha engañado y ha tapado sus actos indebidos, de forma que estar aquí en la corte sabiendo que la defensa tiene las pruebas delante de sus caras, y el señor Green [el abogado del diario] me acusa de estar especulando... no sabría qué decir al respecto".
Al principio, las cosas no se veían bien para Harry. Por mucho que intentáramos forzar nuestros oídos, su voz profunda y entrecortada, no compartió un solo pedazo de evidencia contundente para probar de manera explícita que cualquiera de las noticias de Mirror Group Newspapers en cuestión, por espeluznantes que fueran sobre sus desventuras juveniles, habían surgido de la “recopilación ilegal de información”. En cambio, las coincidencias se consideraron “increíblemente sospechosas”, “altamente sospechosas”, o interpretadas con “cantidades increíbles de sospecha”.
Había mucha sospecha en general. Pero, ¿dónde estaba el meollo del asunto? Declaró que ha sido “hackeado constantemente” durante 15 años y que “podría haber estado sucediendo todos los días”, para luego agregar que la falta de pruebas es “parte de la razón” por la que estaba ahí.
Harry nunca ha sido muy bueno en los exámenes, pobrecito, y este fue sin duda uno truculento: el magistrado Andrew Green KC, como defensa de Mirror Group Newspapers, miraba con severidad hacia donde Harry estaba sentado, se quitaba las gafas para recalcar sus puntos hacia el príncipe en el banquillo de testigos y se las volvía a poner para mirar con incredulidad al príncipe cada vez que decía algo tonto.
Sin embargo, no es de extrañar que esté confundido. Fue un retroceso en el tiempo. Todo tenía el aire de la escuela privada: el príncipe de siempre siendo reprendido por un magistrado con gafas en Eton. Harry tuvo que soportar el repaso de artículos periodísticos en los que alega que los periodistas de Mirror Group habían utilizado “recopilación ilegal de información” para hablar sobre su vida privada: sus años escolares y su primer teléfono móvil; los intercambios de correos electrónicos con su novia Chelsy Davy en Sandringham; el descubrimiento de un rastreador que un investigador privado colocó en el automóvil de Davy; titulares espeluznantes sobre viajes sórdidos a Spearmint Rhinos y bailes eróticos con rubias de piernas largas; su estilo de vida de “playboy”; sus borracheras; y hasta una ruptura.
Al hablar de Davy, frunció el ceño. “Esto no es fácil para mí o para mi ex”. Llamó a la cobertura “un poco cruel”.
A veces, Harry era brusco, desdeñoso: exprimía afirmaciones monosilábicas. “Eh, sí”. “Mmm, sí”. “Eh, sí”. Pero en otras fue brillante, divertido, dispuesto a reírse. Dios sabe que le gusta contar su historia a su manera. Es cuando otros se involucran cuando se pone nervioso. “Esto no es para que usted me haga preguntas, yo le hago las preguntas”, Green se vio obligado a recordárselo al príncipe.
Pero la marea cambió. Lo gracioso es que Harry en realidad usa bastante bien el banquillo de los testigos. Absorbió las primeras púas de Green como un alfiletero de felpa. Sus anchos hombros lo llenaban perfectamente. Se encogió de hombros ante el impactante KC como un boxeador premiado durante más de siete horas completas. Que hubo un par de moretones, sí. Pero Green no pareció asestar ningún golpe palpable.
Cuando Harry realmente cobró vida fue en el tema de su madre, Diana. Una pregunta de su propio abogado sobre una noticia de 1996, “DIANA ESTÁ MUY TRISTE EN EL DÍA IMPORTANTE DE HARRY”, trajo a Harry a la vida con tal vigor que casi saltó del estrado para señalar las inconsistencias. Agitó los brazos para indicar cómo una “pareja que caminaba por un sendero cercano” que fueron citados en una noticia sobre el viaje de su madre para visitarlo en la escuela de Ludgrove eran, así es, sospechosos. Pero, por el amor de Dios, solo tenía 12 años.
En los pasillos exteriores, se escuchó a un abogado decir que parecía que Harry iba a disfrutar de “una buena siesta mañana”.
“¿Parece que necesita un descanso?”, preguntó un miembro del público. Sin embargo, me pareció detectar un soplo de un hombre que casi parecía estar divirtiéndose, disfrutando de la atención en Gran Bretaña, en su terreno natal; jugar según las reglas, conocer el tejemaneje, tener la oportunidad de decir “señor”, hacer una reverencia profunda ante los señores reunidos.
Fue una actuación curiosamente mortal; un miembro de la realeza de alta alcurnia vino aquí para pasar un rato en los muelles. Se hundió tanto para nosotros con el fin de mostrarnos el mundo como él lo ve.
Traducción de Michelle Padilla