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Opinión: Las mujeres de la clase media iraní están desapareciendo

El desplome económico en Irán tras la reimposición de sanciones por parte del gobierno de Trump está destrozando los frágiles avances que las mujeres iraníes habían conseguido en materia de empleo y educación. (Arash Khamooshi para The New York Times).
El desplome económico en Irán tras la reimposición de sanciones por parte del gobierno de Trump está destrozando los frágiles avances que las mujeres iraníes habían conseguido en materia de empleo y educación. (Arash Khamooshi para The New York Times).

Y ESTADOS UNIDOS TIENE PARTE DE LA CULPA.

Unas semanas después de que el gobierno de Donald Trump se retiró del acuerdo nuclear con Irán en mayo de 2018, el secretario de Estado Mike Pompeo condenó a los “hombres brutales del régimen” de Teherán por oprimir a las mujeres iraníes que reclamaban sus derechos.

“Como seres humanos con dignidad inherente y derechos inalienables, las mujeres iraníes merecen las mismas libertades que poseen los hombres iraníes”, declaró Pompeo.

No obstante, después de esa declaración, la Casa Blanca de Trump asestó un tremendo golpe a las mujeres iraníes al volver a imponer sanciones a Irán, así como restringir la venta de petróleo y el acceso al sistema bancario mundial, con lo que empujó la economía a una profunda recesión.

Desde la primavera de 2018, el rial iraní perdió el 68 por ciento de su valor. En marzo de 2020, la inflación llegó a casi el 41 por ciento; hoy ronda el 30 por ciento. En el mismo periodo, el producto interno bruto disminuyó un 6,5 por ciento y el desempleo se mantuvo en un 10,8 por ciento. Las sanciones echaron por tierra uno de los principales dividendos del acuerdo nuclear: la inversión extranjera y la creación de empleos que debían venir con la apertura de los mercados iraníes al mundo.

La aniquilación de la economía iraní repercute en la vida del mismo grupo que ha estado trabajando por la reforma y la liberalización y en cuyo nombre hablan Pompeo y otros importantes funcionarios estadounidenses: las mujeres iraníes de clase media. La crisis está minando sus frágiles logros en materia de empleo, puestos de alta dirección y funciones de liderazgo en las artes y la educación superior, al tiempo que reduce su capacidad para buscar reformas y protecciones jurídicas.

Cuando llegaron las sanciones, Mahsa Mohammadi, editora de 45 años y profesora de Idiomas en Teherán, estaba ahorrando para pagar un posgrado en educación en una universidad de Estambul. Su alquiler en Teherán se duplicó debido a la inflación y se vio obligada a trasladarse con su hijito a una pequeña ciudad sin vida cultural.

Irán afirma haber fabricado su propia vacuna contra la COVID-19 y la llamó "Fakhra" en honor a Mohsen Fakhrizadeh, el científico nuclear, que fue asesinado en noviembre. (Arash Khamooshi para The New York Times).
Irán afirma haber fabricado su propia vacuna contra la COVID-19 y la llamó "Fakhra" en honor a Mohsen Fakhrizadeh, el científico nuclear, que fue asesinado en noviembre. (Arash Khamooshi para The New York Times).

La inflación siguió aumentando; los alquileres se duplicaron de nuevo. Mohammadi se quedó sin la mayor parte de sus ingresos provenientes de las clases de Inglés. Ya nadie podía costear clases de idiomas. Entonces ya no le alcanzó para vivir ni siquiera en la pequeña ciudad. Se trasladó a una aldea más barata y conservadora, cerca del mar Caspio, donde la gente desprecia a las madres divorciadas. Estudiar en el extranjero es ahora un sueño cada vez más difícil de alcanzar.

“Todas nuestras demandas y esperanzas se han esfumado”, dijo. “La presión es insoportable”.

Mientras el gobierno de Biden explora la posibilidad de volver a entablar relaciones con Irán, algunos de los que se opusieron al regreso de Estados Unidos al acuerdo nuclear, incluso como punto de partida para negociar un acuerdo más extenso, también manifiestan su apoyo a los derechos de las mujeres iraníes. En el Congreso, el argumento de que los derechos de las mujeres deben influir en las políticas estadounidenses tiene especial fuerza. Sin embargo, en ocasiones, algunos congresistas han participado en eventos realizados por la Organización de los Muyahidines del Pueblo de Irán, un polémico grupo opositor iraní que dista de abogar por los derechos de las mujeres, ni siquiera de las que integran sus filas.

Para muchas mujeres iraníes, los argumentos estadounidenses de línea dura a favor del cambio de régimen no logran capturar las complejidades a las que tienen que enfrentarse. Las voces de apoyo a los derechos humanos de los defensores de las sanciones suenan vacías cuando esas sanciones desmantelan la economía de un país y el sustento de su población.

El gobierno de Biden debería reconocer esta realidad mientras lucha contra la ambivalencia nacional y del Congreso para alcanzar la renovación de la diplomacia con Irán.

Las mujeres iraníes llevan décadas luchando por más derechos y la democracia, y sus triunfos contra las restricciones más doctrinarias de la clase dirigente han sido liderados por activistas de clase media. A menudo consideradas como el principal motor del cambio social, las mujeres de clase media vieron sus vidas y esperanzas aplastadas por las sanciones del gobierno de Trump y cuesta ver qué gana Estados Unidos con esta devastación.

Hoy en día, la “mujer de clase media” en Irán es una categoría que está desapareciendo. Aunque las mujeres superan a los hombres en las inscripciones universitarias, al graduarse suelen descubrir que los empleadores prefieren contratar hombres.

Los índices de empleo entre las mujeres aumentaron en los últimos años, a pesar de estas barreras, pero el choque estratificado en la economía iraní por las sanciones y la COVID-19 les ha hecho perder terreno de forma desproporcionada.

De marzo a septiembre de 2020, con los estragos de la pandemia de coronavirus, los hombres perdieron 637.000 puestos de trabajo, mientras que las mujeres, cuya participación en la fuerza laboral es de apenas un 17,5 por ciento, se quedaron sin 717.000 puestos. Cuando los iraníes reanudaron su trabajo en otoño, la pérdida de empleo de los hombres se revirtió, mientras que la tasa de empleo de las mujeres continuó a la baja.

Aunque la pérdida de oportunidades es difícil de medir con datos exactos, el retraso de la producción y la representación de las mujeres en varios sectores, incluida una esfera cultural dominada por los hombres, ha empeorado desde la campaña de “presión máxima” de Trump.

Un ejemplo de ello es una editora de Teherán especializada en no ficción histórica. Uno de sus lanzamientos más exitosos recientemente fue un libro titulado “La etiqueta para disciplinar a los hombres”, escrito originalmente a finales del siglo XIX por una autora desconocida (este libro era una réplica a un tratado patriarcal escrito de manera anónima titulado “Disciplinar a las mujeres”). En los últimos dos años, la lista de la editorial ha disminuido cada temporada y redujo a la mitad el primer tiraje de sus publicaciones.

El costo del papel siempre ha sido un problema para los editores iraníes, pero la inflación provocada por las sanciones aumentó los precios y limitó las existencias. La editorial dejó de utilizar papel satinado para las portadas con el fin de controlar los precios, pero aun así hay menos gente que compra libros. “La gente se acerca al umbral de la pobreza, gasta en carne y pañales”, comentó la editora, quien pidió no ser identificada. “Intentamos bajar los precios, pero tampoco podemos dar los libros gratis”.

Durante el mandato del presidente Hasán Rohaní, los censores estatales otorgaban los permisos de publicación con mayor libertad. Muchos de esos libros eran traducidos por mujeres que trabajaban desde casa. Algunas traductoras, que podían ganar de 700 a 3000 dólares por libro y traducir dos libros al año, ahora no tienen ninguna asignación.

Incluso en el cine, la única industria que ha florecido en Irán sin importar las corrientes nacionales, a las mujeres les va mal. Las cineastas independientes llevan mucho tiempo luchando por conseguir financiamiento y obtener la aprobación de los censores estatales para su trabajo, en especial cuando se trata de tabúes sociales e injusticias jurídicas. Muchas de ellas dependían de las instituciones culturales europeas para obtener fondos.

“Estos días, incluso si conseguimos el permiso oficial, las sanciones bloquean la transferencia de fondos del extranjero”, explicó Fery Malek-Madani, curadora y cineasta cuya película de 2018, “Las niñas”, es un recorrido por los salones de escuelas primarias de niñas en Irán.

El aislamiento de la industria cinematográfica iraní ha obligado a los cineastas a centrarse en las cadenas de televisión nacionales. Estas cadenas generan productos ideológicos en consonancia con las normas de género no escritas del Estado, conforme a las cuales las mujeres desempeñan papeles serviles y muestran deferencia ante los hombres, sus guardianes y protectores. Algunas incluso promueven el matrimonio infantil y la poligamia, prácticas que la mayoría de los iraníes rechaza.

En medio de la intensificación del conflicto con Estados Unidos, el sistema de seguridad iraní se ha convertido en un importante productor de películas y programas de televisión de gran éxito centrados en las proezas de la Guardia Revolucionaria y sus servicios de inteligencia. Irán está inundado de sofisticadas versiones nacionales de “Homeland” y desprovisto del cine subversivo y de cuestionamiento que antaño permitía a la sociedad mantener una conversación pública consigo misma sobre género, cultura, matrimonio y poder.

La crisis económica ha provocado un choque generacional en la vida de las mujeres y en sus aspiraciones políticas. Fatemeh, quien trabaja con supervivientes de la violencia doméstica, explicó que la desaparición de los ingresos y el aumento de los gastos han empujado a las mujeres de nuevo a condiciones de vida violentas. Fatemeh, quien pidió que se le identificara solo por su nombre de pila, también comentó que muchas de sus colegas jóvenes y solteras que habían convencido a sus familias para que las dejaran vivir de forma independiente, se han visto obligadas a regresar a sus hogares debido a la reducción e inestabilidad de los ingresos y al aumento de las rentas.

Al tratar de frenar su caída en la pobreza, las mujeres iraníes no pueden prestar la misma atención a la promoción de los derechos jurídicos y a un cambio político más profundo. “Las activistas luchan por sobrevivir”, explicó Shiva Nazarahari, una destacada activista que abandonó Irán hace dos años. “Si al final del día les queda un poco de tiempo para el activismo, suelen estar demasiado agotadas y preocupadas por la supervivencia económica para ser eficaces”.

En años recientes, las fuerzas autoritarias de Irán, deseosas de reprimir a la sociedad civil mediante detenciones e intimidaciones, se han fortalecido. Y la aceptación mancillada de los derechos de las mujeres iraníes por parte del gobierno de Trump también ha arrojado mayores sospechas sobre el activismo femenino. La abogada Hoda Amid fue condenada a ocho años en prisión por organizar un taller sobre los derechos de las mujeres en el matrimonio. Nazarahari señala que este tipo de sentencias han empeorado mucho, comparadas con las del pasado.

Con Washington y Teherán atrapados en un enfrentamiento diplomático, el pueblo iraní está en espera de un alivio. Un Irán secuestrado y asfixiado funciona en la práctica como un Estado en guerra, lo que ensombrece las posibilidades de sus mujeres.

“La presión sobre las mujeres, sobre la clase media, es totalmente opresiva. Las justificaciones de las sanciones no me parecen en absoluto convincentes y menos desde una perspectiva feminista”, afirmó Faezeh Tavakoli, historiadora del Instituto de Humanidades y Estudios Culturales de Teherán. “No se puede decir a la gente: ‘Muérete de hambre y luego busca la libertad’”.

This article originally appeared in The New York Times.

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