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Opinión: Estados Unidos no debería competir contra China con una mano atada a la espalda

ES IMPORTANTE IMPULSAR LA MANUFACTURA Y LA INNOVACIÓN DEL PAÍS. PERO TAMBIÉN NECESITAMOS LOS ARANCELES, UNA HERRAMIENTA EFICAZ DE POLÍTICA ECONÓMICA DESDE HACE MUCHO TIEMPO.

En fechas recientes, el Senado aprobó un proyecto de ley encaminado a reforzar la capacidad tecnológica e industrial de Estados Unidos para competir con China. El proyecto de ley, llamado Ley de Innovación y Competencia de Estados Unidos, comenzó como un esfuerzo serio y bipartidista para hacer frente a uno de los mayores desafíos de este país.

Sin embargo, en uno de esos ejemplos de cuestiones que “solo suceden en Washington”, un proyecto de ley diseñado para que nuestro país sea más competitivo frente a China ahora incluye una reforma que hará justo lo contrario.

Esta legislación es de suma importancia porque ganarle a China en este terreno es vital para nuestro futuro. Este país tiene la mayor economía del mundo, las mejores fuerzas armadas y el ecosistema científico y tecnológico más sólido, pero China está utilizando todas las herramientas de las que dispone un gobierno autoritario para intentar superarnos. A fin de prevalecer, nosotros debemos utilizar todas las herramientas de un sistema democrático libre.

Para ello, necesitamos una estrategia multifacética a largo plazo. Sin duda, China tiene una. Nuestra estrategia debe incluir un régimen fiscal y regulatorio que fomente la innovación, la creación de empleos y la manufactura en Estados Unidos; una política industrial que incluya subsidios para fomentar el desarrollo de la ciencia y la tecnología más avanzadas; un ejército moderno, bien entrenado y centrado; un compromiso total de parte de nuestras comunidades de inteligencia y diplomática, y un plan sólido para combatir las prácticas comerciales desleales de China.

El gobierno de Trump reconoció la amenaza y se centró en una respuesta de amplio alcance; el de Biden parece estar dando seguimiento a este esfuerzo.

La legislación del Senado lograría parte de lo que se necesita. Requiere 200.000 millones de dólares para impulsar la innovación científica y tecnológica, 52.000 millones para reconstruir nuestra capacidad de fabricar semiconductores y un programa de resiliencia de la cadena de suministro para devolverle al país la fabricación de equipos de protección personal, medicamentos y otros productos clave.

También crearía una oficina de tecnología e innovación en la Fundación Nacional de Ciencias para canalizar el dinero al desarrollo de la inteligencia artificial, los semiconductores, la robótica y la informática de alto rendimiento. Estas disposiciones representan una audaz respuesta al plan “Hecho en China 2025” del Presidente Xi Jinping para dominar estas industrias del futuro.

No obstante, por desgracia, en el último momento, parece que el Senado cedió ante la presión de los cabilderos corporativos e incluyó, en un proyecto de ley por lo demás loable, una enmienda favorable a China titulada Ley de Comercio de 2021.

La enmienda perjudicaría los intereses de Estados Unidos de tres modos importantes: disminuiría los aranceles sobre los suministros médicos necesarios en una pandemia; reautorizaría la llamada Ley de Aranceles Misceláneos para reducir los aranceles sobre las importaciones chinas y de otro tipo, y modificaría nuestras leyes de seguridad de manera que se hiciera más difícil luchar contra las prácticas comerciales depredadoras de nuestros competidores extranjeros.

Todo esto facilitará que los fabricantes chinos se queden con los empleos estadounidenses y que Estados Unidos siga dependiendo de China como fuente de productos críticos para la seguridad nacional, como los semiconductores y los equipos de protección personal.

Los aranceles que el presidente Donald Trump impuso para combatir la transferencia forzada de tecnología de las empresas estadounidenses a las chinas a cambio de hacer negocios en China y otras prácticas comerciales chinas que distorsionan el mercado son un componente crítico de esta estrategia. La noción de que todos los aranceles son malos es tonta y contraproducente. Han sido una herramienta eficaz de política económica desde el comienzo de la República. Pueden contrarrestar los subsidios injustos de los gobiernos extranjeros y la política industrial; romper la dependencia de los proveedores extranjeros y elevar los costos de las importaciones, con lo cual alentarían a las empresas a crear empleos en el país. El hecho de que los aranceles puedan elevar los precios al consumidor (lo cual es por sí mismo debatible), es un pequeño precio que hay que pagar para alcanzar una base manufacturera fuerte y asegurar el acceso a suministros críticos.

Esta enmienda reduciría los aranceles en amplias categorías de equipos de protección y otros productos médicos, que son justo los productos en los que se centran las disposiciones de la Ley de Innovación y Competencia destinadas a reforzar la capacidad de fabricación en Estados Unidos. En otras palabras, mientras que el proyecto de ley general pretende fomentar la producción de equipos de protección en Estados Unidos, la enmienda comercial debilitaría ese objetivo al hacer más barata la importación de equipos de protección chinos. Además, las categorías de productos sujetas a la enmienda son mucho más extensas que las relacionadas con la salud; de hecho, las 114 líneas arancelarias recortadas incluyen artículos tan extraños como ciertas bebidas alcohólicas.

Además, al renovar la Ley de Aranceles Misceláneos, el proyecto de ley del Senado mermaría nuestra capacidad de competir con China. En un principio, el Proyecto de Ley de Aranceles Misceláneos tenía como objetivo ayudar a los fabricantes a reducir los aranceles en partes que se incluirían en productos hechos en Estados Unidos. Por desgracia, degeneró en una dádiva impulsada por los grupos de cabilderos y su renovación reduciría casi 2300 aranceles con una pérdida de ingresos estimada en más de 1000 millones de dólares al año. Más del 40 por ciento de las reducciones arancelarias serían en beneficio del material importado de China y la mayoría son para productos terminados.

Por último, la parte más problemática y contraproducente de la propuesta de enmienda a la Ley de Comercio es el lenguaje que destruye una disposición que el presidente Trump usó para imponer aranceles a los productos chinos en 2018. El gobierno de Trump ayudó a las empresas estadounidenses, mediante un programa de exclusiones a los que se conoce como aranceles del artículo 301, a hacer la transición de la dependencia de los proveedores chinos.

Esta enmienda reabriría este proceso y, lo que es peor, haría mucho más probable que a una empresa se le concediera una exclusión que la disuadiera de volver a traer puestos de trabajo y capacidad a Estados Unidos. El proyecto de ley del Senado erigiría barreras casi insuperables para cualquier uso eficaz del artículo 301 y conduciría con bastante rapidez a la eliminación de la mayoría de los aranceles de Trump.

Todo esto son buenas noticias para los abogados y los grupos de cabildeo de Washington, pero no para los trabajadores de Estados Unidos ni para la competitividad a largo plazo.

Por si esta capitulación ante China no fuera suficiente, la enmienda comercial también cedería en la práctica la soberanía sobre nuestra propia política comercial a la Organización Mundial del Comercio al debilitar de manera permanente el artículo 301, salvo que Estados Unidos gane primero un litigio de varios años ante ese organismo.

Sin duda, los planificadores estatales de China están preocupados por las disposiciones concernientes a la investigación y la tecnología del proyecto de ley del Senado, pero deben estar muy contentos de que se eliminen los aranceles del artículo 301 y la amenaza de futuros aranceles.

Ahora depende de la Cámara de Representantes y del presidente Biden salvarnos de esta insensatez. La Cámara debería perfeccionar las disposiciones del proyecto de ley del Senado que reestructuran y mejoran el apoyo federal a la ciencia y la innovación, y eliminar las que debilitan nuestras leyes comerciales y fomentan las importaciones chinas.

Después de que se aprobó el proyecto de ley en el Senado, el presidente Biden lo elogió. Sin embargo, a menos que la Cámara Baja logre reformular esta legislación, debería vetarla y enviarla de vuelta al Congreso para volver a intentarlo.

Este artículo apareció originalmente en The New York Times.

© 2021 The New York Times Company