Opinión: Estados Unidos debe ayudar a China a evitar una catástrofe de COVID, y así es como puede hacerlo

A ESTADOS UNIDOS LE CONVIENE ENCONTRAR MANERAS DE AYUDAR A CHINA.

A principios de diciembre, China dio marcha atrás a su prolongada estrategia para hacer frente a la pandemia conocida como “cero COVID”, la cual había protegido al país durante casi tres años. Esa decisión se produjo después de manifestaciones en las que se hacía un llamado a relajar las restricciones, pero en medio de preocupaciones de que no hubiera suficiente inmunidad para proteger de manera adecuada a la población.

El momento no pudo ser peor. Semanas después de que se suspendió la política cero COVID, ha comenzado la mayor migración anual del país con motivo del Año Nuevo Lunar, que termina en febrero. Tras años de restricciones, se prevé que los desplazamientos para 2023 sean enormes, pues los empleados urbanos viajan a casa para celebrarlo con familiares y amigos. La combinación de sistemas de transporte público densamente poblados, condiciones invernales y reuniones multigeneracionales es tan ideal para el estudio de la transmisión de enfermedades que el Año Nuevo Lunar es un simulacro habitual para la formación de funcionarios de salud pública. Este año, veremos realmente alguna secuela.

La llegada de la subvariante más infecciosa del coronavirus hasta la fecha, XBB1.5, dificultará el reto. En Estados Unidos, que tiene altas tasas de vacunación con vacunas de alta protección, la variante XBB1.5 representa casi la mitad de todos los casos de COVID. Si la experiencia estadounidense sirve de referencia, la XBB1.5 podría ser devastadora si se propaga ampliamente en China. Las vacunas chinas de fabricación nacional —Pekín se ha negado hasta ahora a importar vacunas estadounidenses de ARNm— podrían proporcionar una protección menos duradera contra el virus y sus variantes. Es algo que el mundo observará en las próximas semanas.

¿Qué puede hacer Estados Unidos, suponiendo que nuestro gobierno esté motivado a hacer algo? Dadas las amenazas de Pekín a Taiwán, su opresión de los uigures y sus esfuerzos por bloquear la investigación sobre los orígenes del coronavirus, el Congreso podría decidir adoptar medidas enérgicas contra China o no hacer nada por el gobierno chino. Y el Congreso recién constituido es aún más belicista.

Pero no hacer nada es un juego peligroso. Negarse a ayudar no solo podría causar sufrimiento y muertes incalculables, sino que podría perjudicar los logros que tanto nos han costado para acabar con la pandemia.

Dada la política actual de ambas partes, los acuerdos gubernamentales directos parecen improbables. En los últimos años, han disminuido las colaboraciones de investigación entre Estados Unidos y China, que se remontan décadas, incluida mi propia investigación sobre enfermedades emergentes. Pekín también ha dado largas al asunto de la vigilancia transparente de los virus. Sin embargo, algunas colaboraciones académicas y comerciales entre Estados Unidos y China han continuado a lo largo de la pandemia en áreas como los ensayos clínicos y la investigación y desarrollo de vacunas. Con imaginación, varias de estas colaboraciones podrían reorientarse rápidamente para ayudar a China en las próximas semanas.

Por ejemplo, en 2021, la Academia Nacional de Ingeniería de Estados Unidos, la Academia China de Ingeniería y la Real Academia de Ingeniería del Reino Unido emitieron una declaración conjunta en la que reafirmaron su compromiso de facilitar acciones internacionales para responder a la pandemia mediante estrategias de ingeniería, incluyendo el intercambio de información sobre salud pública. En diciembre, al menos una farmacia en línea de China empezó a vender de manera directa a los pacientes el medicamento para COVID Paxlovid, fabricado por la empresa farmacéutica estadounidense Pfizer. La farmacia enviaba Paxlovid a cualquier chino que obtuviera un resultado positivo en la prueba de coronavirus. Si el gobierno de Pekín vinculara el sistema gubernamental de notificación de resultados de pruebas caseras a los proveedores comerciales de Paxlovid a domicilio, podrían salvarse muchas vidas.

¿Qué puede hacer el gobierno estadounidense para ayudar? Aunque el gobierno chino ha rechazado la ayuda de Estados Unidos para salvar vidas, los médicos, pacientes y familias chinos devastados por la COVID no lo han hecho. Los organismos estadounidenses podrían salvar más vidas y evitar más trastornos a la economía china —y a la nuestra— pasando por alto a Pekín y apoyándose en asociaciones académicas y comerciales de larga data para ir directamente a las provincias, comunidades, empresas, hospitales y personas que más tienen que perder.

Entre las posibles soluciones está la exportación de estrategias de éxito provenientes de la Operación Warp Speed de Estados Unidos, que aceleró la entrega de vacunas de ARNm del fabricante a los brazos de la gente. Ese enorme reto logístico puede adaptarse para el rápido despliegue de una nueva vacuna de ARNm fabricada en China. Otras iniciativas posibles son compartir protocolos de medicina en caso de catástrofes que amplíen las reservas de medicamentos en los hospitales para tratar a muchos más pacientes y compartir estrategias probadas en pandemias para ayudar a proteger a los trabajadores sanitarios chinos durante las oleadas de COVID. Por ejemplo, dar prioridad a la protección de las enfermeras de cabecera, utilizar consultores de telemedicina para aumentar el número de médicos disponibles y agrupar a los trabajadores clínicos para reducir las infecciones y el absentismo laboral. Una estrategia tecnológica de gran impacto sería compartir la propiedad intelectual financiada por los contribuyentes estadounidenses que podría hacer más potentes las vacunas chinas de rendimiento promedio.

Quienes piensen que es poco probable que coopere el gobierno chino, deben informarse mejor. Aunque todavía es pronto, Pfizer llegó a un acuerdo con China para vender Paxlovid a través de una empresa estatal. En septiembre, Merck & Co. también consiguió un acuerdo con la farmacéutica estatal china Sinopharm para importar y comercializar el medicamento antiviral molnupiravir en China.

Cualquier solución que salve vidas, evite el colapso del sistema sanitario chino y reduzca la posibilidad de un nuevo brote pandémico redunda en nuestro interés nacional. Una catástrofe pandémica en China repercutirá en todo el mundo, por lo que su contención es crucial. Muchas soluciones de bajo costo se basan en duras lecciones aprendidas por el sistema de salud estadounidense, y muchas de ellas son fácilmente transferibles a los hospitales hermanos de China. Eso tendrá un costo trivial para los contribuyentes. También redunda en el beneficio de la seguridad sanitaria nacional de Estados Unidos, siempre que se crea que las pandemias se agravan con la apatía, la estrechez de miras y la política.

Este artículo apareció originalmente en The New York Times.

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