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Opinión: Crecí siendo testigo del trabajo forzoso. Las empresas estadounidenses deben redoblar sus esfuerzos.

DE OTRA MANERA, CORREN EL RIESGO DE SER CÓMPLICES DE LA PERSECUCIÓN DE MILLONES DE UIGURES.

Desde que tengo memoria, el trabajo forzoso ha sido una parte central de la campaña de China en contra de los uigures. Nací en un campo de reeducación en el punto más alto de la infame Revolución Cultural de China. Mi padre fue enviado a otro campo de trabajo forzoso. Crecí siendo testigo de cómo las autoridades chinas obligaban a los aldeanos uigures a construir sistemas de irrigación y a recolectar algodón.

Por desgracia, décadas más tarde, los campos de reeducación y el trabajo forzoso siguen siendo una realidad espantosa que afecta a millones de uigures y otros musulmanes túrquicos de Turquestán Oriental, una zona a la que China llama Región Autónoma Uigur de Sinkiang. Estos campos, a pesar del eufemismo “centros de capacitación vocacional”, están lejos de ser vocacionales y nunca han sido voluntarios. Los detenidos sufren de tortura, violación, esterilización y abortos forzados, un adoctrinamiento político constante e incluso la muerte. Las autoridades también han obligado a decenas de miles de detenidos a trabajar en la región uigur y en otras partes de China.

Como resultado, los productos hechos con el trabajo forzoso de los uigures —entre ellos pelucas, mascarillas, ropa y aparatos electrónicos— han llegado hasta Estados Unidos, violando las leyes y regulaciones estadounidenses. En respuesta, con un apoyo bipartidista, en septiembre de 2020, la Cámara de Representantes aprobó la Ley de Prevención del Trabajo Forzoso Uigur, la cual prohíbe los productos hechos en Sinkiang que hayan sido fabricados con trabajo forzoso y les exige a las empresas que divulguen información relacionada con Sinkiang.

No obstante, sin acciones extraordinarias y significativas de parte de las empresas estadounidenses, los productos hechos con trabajo forzoso uigur seguirán llegando a los hogares de Estados Unidos. Para eliminar el uso de la mano de obra forzada uigur en sus productos, las empresas deben responder con creatividad y proactividad a fin de abordar los desafíos duraderos que enfrentan en materia de transparencia de la cadena de suministro.

El año pasado, la Comisión Congresional-Ejecutiva de Estados Unidos sobre China y el Instituto Australiano de Política Estratégica (ASPI, por su sigla en inglés) encontraron de manera independiente que decenas de empresas internacionales y chinas —entre ellas marcas icónicas de Estados Unidos como Dell, Nike y Heinz— emplean o se abastecen directamente de negocios que usan mano de obra forzada uigur. Dada la naturaleza ubicua del uso del trabajo forzoso en la región uigur y sus productos de exportación, lo más probable es que la exposición de las empresas estadounidenses a ese tipo de atrocidades en sus cadenas de suministro sea extensa.

Mientras tanto, las exportaciones de la región uigur a Estados Unidos siguieron en ascenso, lo cual provocó inquietudes alarmantes en torno a la creciente magnitud del problema. De abril de 2019 a abril de 2020, Estados Unidos fue el mercado de exportaciones de más rápido crecimiento para la región uigur, con un aumento superior al 250 por ciento, e incluyó muchas industrias, como la ropa, el cabello, los metales y el plástico.

Varias empresas importantes de Estados Unidos, como Nike y Coca-Cola, ya han comenzado a prestar atención, y han prometido extirpar el trabajo forzoso de sus cadenas de suministro llevando a cabo auditorías externas. Estos esfuerzos son alentadores. Sin embargo, por sí solas, las auditorías no ofrecen información confiable ni suficiente para detectar abusos laborales en las cadenas de suministro. Debido al entorno extremadamente represivo de la región uigur, las autoridades han evitado que los auditores realicen su trabajo al interferir de manera excesiva. Además, por temor a sufrir represalias, los detenidos entrevistados no pueden brindar un testimonio veraz de sus condiciones laborales.

Como un buen ejemplo, Nike aseguró que en 2019 una auditoría había confirmado que su fábrica de Qingdao no tenía ningún trabajador uigur. Sin embargo, el ASPI informó, citando a medios del Estado chino, que a finales de 2019 la fábrica seguía teniendo a unos 800 trabajadores uigures y producía más de 7 millones de pares de zapatos al año para Nike.

Las medidas existentes para combatir el problema de la mano de obra forzada uigur en la región uigur y sus productos de exportación tal vez son insuficientes, pero las empresas estadounidenses no deben ser autocomplacientes. La esclavitud, incluido el trabajo forzoso, puede ser un crimen contra la humanidad cuando es parte de un ataque generalizado o sistemático realizado de forma deliberada en contra de individuos según su origen étnico y religión. Las prácticas de trabajo forzoso en China coinciden con este patrón, y los negocios que consciente o inconscientemente han apoyado e incitado estas actividades criminales podrían ser responsabilizados, como lo fueron algunos empresarios de la industria alemana en los juicios de Nuremberg después de la Segunda Guerra Mundial.

En vez de depender de las tradicionales auditorías externas, las empresas estadounidenses deben buscar de manera activa e independiente los indicadores potenciales de mano de obra forzada en las cadenas de suministro, incluidos: la falta de transparencia en el origen de los productos; los proveedores con sede en Sinkiang con altos ingresos, pero pocos empleados que reciban prestaciones de seguridad social; el uso de terminología de reclusión como “Centro de Capacitación Educativa” o “Centros de Educación Legal”; los incentivos del gobierno para “reducción de la pobreza” y “programas de emparejamiento mutuo”; los trabajadores contratados por medio de reclutadores gubernamentales; y la ubicación de las fábricas que pudieran indicar el uso de trabajo forzoso.

Si se demuestra que los proveedores están usando mano de obra forzada para hacer sus productos, las empresas deben cortar lazos y mover sus cadenas de suministro. Ya hay ejemplos alentadores: en 2019, Badger Sportswear, con sede en Carolina del Norte, anunció que iba a dejar de abastecerse de productos de Hetian Taida Apparel en Sinkiang. El año pasado, algunas empresas estadounidenses de productos para el cabello cancelaron pedidos de Hetian Haolin Hair Accessories —cuyas importaciones fueron bloqueadas por la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos en mayo— y terminaron sus relaciones con la agencia que administraba sus cadenas de suministro.

Al trabajar de manera conjunta en todos los sectores para aumentar su influencia e impacto, las empresas estadounidenses pueden mandar un mensaje fuerte y colectivo al gobierno chino de que se toman en serio su responsabilidad corporativa y su debida diligencia en materia de derechos humanos, que no desean ser cómplices de esos crímenes atroces en la región uigur y que están listas para cortar lazos con las cadenas de suministro de China si fuera necesario.

Además, ante las recientes contramedidas que adoptó el gobierno chino, las cuales obligan a muchas empresas estadounidenses a decidir entre cumplir las regulaciones estadounidenses y las chinas, las empresas deberían tomar la decisión moralmente correcta al considerar en serio la diversificación y reubicación de sus cadenas de suministro. A la larga, las empresas también deberían emplear e invertir en tecnologías nuevas e innovadoras para rastrear de una manera más efectiva el origen de los productos en sus cadenas de suministro.

El gobierno estadounidense ha tomado medidas extraordinarias para oponerse a la mano de obra forzada en la región uigur, y la administración de Biden ha manifestado su interés en abordar las prácticas económicas de China, entre ellas el trabajo forzoso. En este punto crítico, frente a una de las persecuciones más grandes y sistemáticas de un grupo étnico-religioso desde la Segunda Guerra Mundial, las empresas estadounidenses deben redoblar sus esfuerzos. Ir más allá de la debida diligencia es la única acción correcta.

This article originally appeared in The New York Times.

© 2021 The New York Times Company