Opinión: Conocerte es conocer a tu ‘doppelgänger’
NUESTROS DOBLES NOS MUESTRAN LAS PARTES DE NOSOTROS MISMOS QUE MENOS SOPORTAMOS VER, PERO DESDE UN ÁNGULO DISTINTO Y A TRAVÉS DE UN ESPEJO DEFORMADO.
En julio, el diccionario Merriam-Webster anunció en X, la plataforma antes conocida como Twitter, que “‘doppelgänger’ es una de las palabras más buscadas”.
El ‘doppelgänger’ —definido en inglés por el diccionario Merriam-Webster como “una persona que se asemeja a otra, o una contraparte fantasmal de una persona viva”— de repente se ha vuelto inevitable. Las plataformas de redes sociales están plagadas de videos de “ese momento en que” un par de extraños que se parecen entre sí se encuentran cara a cara en la boda de un amigo o en una alberca de Las Vegas o en un avión. Una ‘doppelgänger’ de Taylor Swift cuenta con 1,6 millones de seguidores en TikTok, mientras que la verdadera Swift interpreta a múltiples versiones de sí misma en el video musical de “Anti-Hero”. Rachel Weisz se duplica a sí misma en la serie “Juntas hasta la muerte”, una nueva versión de la película “Dead Ringers”, y la temporada más reciente de Black Mirror de Netflix comienza con un episodio en el que versiones de famosos generadas por computadora se hacen pasar por gente ordinaria.
Incluso ha habido un estallido de violencia entre ‘doppelgängers’. El año pasado, una mujer en Alemania fue acusada de asesinar a su doble, una glamorosa bloguera de productos de belleza, con el propósito de usar el cuerpo para fingir su propia muerte. Y en febrero, una neoyorquina nacida en Rusia fue sentenciada por intento de homicidio: había envenenado un pastel de queso para su ‘doppelgänger’ con la esperanza de robarle la identidad.
Aunque los ‘doppelgängers’ me producen vértigo, la repentina aparición de dobles me resulta extrañamente reconfortante. Durante años he luchado en privado con un problema que consideraba muy particular: que me confundieran todo el tiempo con otra escritora y analista política llamada Naomi, Naomi Wolf, a pesar de que solo tengo un ligero parecido con ella (y veía que a ella le ocurría lo mismo que a mí). En otros tiempos, Wolf era muy conocida por libros feministas de gran éxito en ventas como “El mito de la belleza” y un papel controvertido como asesora de la campaña presidencial de Al Gore. En fechas más recientes, se ha distinguido por divulgar a gran escala desinformación médica relacionada con las vacunas, así como por aparecer en programas favorables a Trump como el que presenta a diario Steve Bannon.
A veces me preguntaba qué había hecho yo para merecer mis males de ‘doppelgänger’. Ahora que la cultura popular se parece cada vez más a una casa de espejos en la que se refractan sin cesar seres duplicados, simulados y similares, es posible que pronto seamos muchos más los que nos enfrentemos a versiones de la confusión ‘doppelgänger’. ¿Qué papel desempeña esta proliferación de dobles, gemelos y clones? Los ‘doppelgängers’, combinación de las palabras alemanas “doppel” (doble) y “gänger” (caminante o andante), suelen considerarse advertencias o presagios.
En un intento de comprender mejor las advertencias de mi experiencia con una ‘doppelgänger’, pasé muchas tardes sumergiéndome en el vasto repertorio de películas de ‘doppelgängers’. Una que resultó especialmente útil fue “Nosotros” de Jordan Peele. Esta película de terror de 2019 imagina una sociedad muy parecida a la nuestra, pero situada en la cima de un sombrío submundo habitado por dobles deformados de todos los que viven en la superficie. Cada movimiento de los de arriba se refleja en la oscuridad y la miseria de los de abajo. Hasta que los ‘doppelgängers’ subterráneos se cansan y organizan una rebelión.
¿Quiénes son estas personas subterráneas?, se pregunta un personaje aterrado.
“Somos estadounidenses”, se escucha la respuesta contundente.
La película se ha interpretado como una alegoría de la relación del capitalismo con la opresión racial y de otro tipo, en la que las comodidades de unos pocos exigen la explotación de un mundo en la sombra. Esa interpretación cobró especial fuerza durante la pandemia, cuando vi la película. Los que formábamos parte de la clase en cuarentena pudimos refugiarnos en casa porque nos atendían “trabajadores esenciales”, muchos de quienes no podían ausentarse por enfermedad. Los dobles a menudo desempeñan este papel, ya que ofrecen a los espectadores y lectores vías incómodas hacia su propia historia. Al mostrarnos a un personaje frente a su ‘doppelgänger’, nos exponen a las partes de nosotros mismos que menos soportamos ver, pero desde un ángulo distinto y a través de un espejo deformado.
Quizá por ello las representaciones de dobles parecen surgir en momentos de extrema violencia y cambio. El primer trabajo teórico importante sobre este tema fue un ensayo, titulado “Der Doppelgänger” del psicoanalista austriaco Otto Rank, cuyo mentor era entonces Sigmund Freud. Este ensayo, que postulaba que los ‘doppelgängers’ eran herramientas para expresar deseos y terrores sublimados, fue escrito en 1914, justo cuando comenzaba la Primera Guerra Mundial. En una reedición del ensayo en 1971, el traductor de Rank, Harry Tucker Jr., se preguntaba: “¿Existe alguna relación entre las grandes convulsiones de la sociedad, con sus efectos concomitantes e inquietantes sobre el individuo, y el interés del público alfabetizado por las descripciones de dobles retratados de forma imaginativa?”.
Sin duda, el ascenso del nazismo y las atrocidades del Holocausto inspiraron otra oleada de este tipo, ya que los artistas utilizaron dobles para enfrentarse a la transformación de sociedades que antes eran liberales y abiertas. Niños convertidos en soldados. Colegas en asesinos. Vecinos en turbas. Como si se hubiera accionado un interruptor. Es la intimidad y la familiaridad de estas transformaciones lo que resulta tan ominoso, ¿y qué hay más íntimo y familiar que el doble de una persona?
Una vez más, estamos en una coyuntura histórica en la que nuestros mundos físico y político cambian demasiado rápido y con demasiadas consecuencias para que nuestras mentes puedan comprenderlo fácilmente. Por eso decidí empezar a contemplar a mi propia ‘doppelgänger’ como una estrecha ranura a través de la cual observar fuerzas que considero peligrosas y a las que puede resultar difícil enfrentarse directamente.
En lugar de preocuparme de que la gente pensara que ella y yo éramos una sola, me interesé en cómo ella parece haberse convertido en una ‘doppelgänger’ de su yo del pasado. Como me confunden con Wolf desde hace casi una década y media, sabía que ella llevaba años metida en la cultura de la conspiración (de vez en cuando me hostigaban en línea por posturas que ella había adoptado).
Antes de la pandemia, sus valores subyacentes parecían estables: feminismo, libertad sexual, democracia, liberalismo básico. Luego, de manera bastante repentina, dejaron de serlo. En cuestión de meses, la vi pasar de cuestionar el uso de cubrebocas en las escuelas a cuestionar los resultados electorales junto a Bannon. Luego se dedicó al revisionismo del 6 de enero, estuvo a favor del ataque de la Corte Suprema contra el derecho al aborto, publicó sobre las armas de fuego que poseía y advirtió además que “nos están declarando la guerra”.
Claro está que este es un fenómeno que sobrepasa a Wolf. Muchos de nosotros hemos sido testigos de ello en personas que conocemos, que alguna vez respetamos e incluso que aún amamos. Nos decimos unos a otros que están atrapados en “el laberinto”, perdidos en fantasías conspirativas, que adoptan un lenguaje apocalíptico y que parecen inalcanzables por la razón o el afecto.
Estos cambios están redibujando los mapas políticos, desplazando partes de la izquierda liberal tradicional y de la Nueva Era hacia la ultraderecha. Convoyes de camiones en Canadá en enero de 2022. Un intento de golpe de Estado avivado por teorías de la conspiración en Alemania a fines de ese año. La guerra sobre la que mi ‘doppelgänger’ advierte en Estados Unidos.
Lo que me lleva a la forma de ‘doppelgänger’ que más me preocupa: el Estado bufón fascista que es el gemelo siempre presente de las democracias liberales occidentales, que amenaza perpetuamente con envolvernos en su fuego de pertenencia selectiva y desprecio feroz. La figura del ‘doppelgänger’ se ha utilizado durante siglos para advertirnos sobre las versiones en la sombra de nuestro yo colectivo, sobre estos posibles futuros monstruosos.
¿Nos han alcanzado nuestros ‘doppelgängers’? Todavía no, al menos no a todos. Pero la pandemia, superpuesta a tantas otras emergencias reprimidas durante tanto tiempo, ha llevado a la humanidad a un lugar en el que no habíamos estado antes, un lugar cercano pero diferente, una especie de mundo ‘doppelgänger’. Esto es lo que explica la extrañeza a la que tantos de nosotros hemos estado tratando de ponerle palabras: todo es tan familiar y, sin embargo, más que un poco fuera de lugar. Personas insólitas, política enrevesada, incluso, a medida que se acelera la inteligencia artificial, una creciente dificultad para discernir quién y qué es real.
¿Esa sensación de desorientación —de no saber en quién confiar y en qué creer— de la que nos hablamos unos a otros? ¿De amigos y seres queridos que parecen extraños? Es porque nuestro mundo ha cambiado, pero, como si tuviéramos un desfase horario colectivo, la mayoría de nosotros seguimos en sintonía con los ritmos y hábitos del lugar y del yo que dejamos atrás. Ya es hora de orientarse.
Los ‘doppelgängers’, al mostrarnos los valores supremacistas y los comportamientos violentos que suponen las mayores amenazas para nuestras sociedades, pueden llevarnos a empellones hacia un terreno más estable.
Este artículo apareció originalmente en The New York Times.
c.2023 The New York Times Company