Opinión: Basta de culpar a la historia por tus películas llenas de hombres blancos

PELÍCULAS COMO ‘1917’, ‘EL IRLANDÉS’ Y ‘FORD V FERRARI’ HAN USADO SUS CONTEXTOS HISTÓRICOS COMO UN ESCUDO PARA DESVIAR LAS CRITICAS POR LA FALTA DE DIVERSIDAD. PERO EN EL PASADO TAMBIÉN HUBO MUJERES Y PERSONAS DE COLOR.

Anna Paquin solo tiene una línea de diálogo en las tres horas y media de “El irlandés”.

Cuando el drama criminal de Martin Scorsese giró por los festivales del año pasado, los críticos y reporteros tomaron nota, no solo de la escasez de diálogos de Paquin, sino del carácter netamente masculino de la obra del director en general. Según reportó Deadline, Scorsese le restó importancia al asunto. Dijo que la pregunta era una “pérdida de tiempo para todos”, añadiendo que sus películas tienen una protagonista femenina “si la historia requiere una protagonista femenina”.

“El irlandés” es un drama histórico que abarca varias décadas desde los años cincuenta y sigue la vida criminal del veterano de la Segunda Guerra Mundial Frank Sheeran (Robert De Niro). Se adentra bastante en el mundo de los jefes mafiosos, los políticos y los sindicatos de trabajadores —los cuales durante esos años eran, en efecto, predominantemente blancos y masculinos— con solo breves vistazos a sus vidas domésticas. En cierta medida, Scorsese tiene algo de razón. Pero también: ¿Por qué casi ninguna de sus películas requieren de una protagonista femenina?

Cuando se trata de cineastas defendiéndose contra las críticas por contar las mismas viejas historias sobre hombres blancos, la historia es un escudo poderoso.

Un rápido vistazo a los nominados al Oscar en la categoría de mejor película revela lo impenetrable de esa armadura: de las nueve películas nominadas, todas menos dos invierten la mayoría de su tiempo contando historias de al menos hace 39 años. Cada una de estas obras de época es abrumadoramente homogénea en cuanto a raza, género o ambas; al parecer, el hecho de que estén ambientadas firmemente en el pasado les permite existir sin generar mayor oposición.

“Ford v Ferrari”, por ejemplo, está basada en la historia real de la rivalidad entre la gigante industria automotriz estadounidense y el lujoso fabricante italiano de automóviles durante los años sesenta. Es la típica “película para papá” blanca: tipos manejando autos, tipos hablando sobre autos, tipos discutiendo sobre autos. La única mujer destacada en la película es un tropo conocido de las películas biográficas: se trata de la “Esposa comprensiva del hombre genio”, encarnada por Mollie Miles (Caitriona Balfe).

En su reseña en Bloomberg de “Ford v Ferrari”, la crítica Hannah Elliott señaló acertadamente que las pocas mujeres en pantalla “se desvanecen por la película como humo”. Elliott añade que “la crítica que más escuché sobre ‘Érase una vez en Hollywood’ podría aplicarse también aquí: esta es una película que celebra aquella nostálgica época dorada cuando reinaban los hombres blancos”.

“Mujercitas” de Greta Gerwig inspiró reclamos sobre el privilegio que las historias de niñas blancas tienen sobre las de las niñas negras. Una crítica incluso llegó a sugerir que esta nueva adaptación de la querida novela de Louisa May Alcott se pudo haber beneficiado si todos los personajes principales hubieran sido de color. (Dándole mérito a Gerwig, hay actores negros visibles como extras, e incluso un par de ellos tienen roles menores con diálogo).

Por supuesto, así como con “El irlandés”, este tipo de críticas son fácilmente repelidas con una verificación de la realidad arraigada en la “historia”. No tendría sentido intentar realizar una “versión negra” de “Mujercitas”, una historia situada en el contexto de la guerra civil estadounidense. En ese momento, ya dejaría de tener algún parecido real con “Mujercitas”.

De manera similar, a “1917”, la película sobre la Primera Guerra Mundial de Sam Mendes —ampliamente considerada como la favorita para ganar la categoría de mejor película, y con un solo personaje femenino en una breve escena— no se le puede exigir que tenga diversidad porque las mujeres generalmente no estuvieron en las primeras líneas de combate, o algo así dice el argumento.

Está bien. El problema surge cuando este tipo de defensa es utilizada como una respuesta reflejo cada vez que alguien cuestiona por qué una película de época es narrada como si las mujeres, personas de color y otros prácticamente no existieran. El actor británico Laurence Fox recientemente comentó sobre la “rareza del casting” de un personaje sij en “1917”, solo para lograr que los historiadores recordaran que más de 130.000 hombres sijes fueron a la Primera Guerra Mundial.

En la sección de comentarios de un artículo de Newsweek que criticaba la reseña de Elliott de “Ford v Ferrari”, un lector se preguntaba sarcásticamente que opinaría ella de la NASA durante la era de John F. Kennedy. “Nuestra llegada a la luna, la carrera espacial, todo eso debe ser olvidado porque allí no había mujeres ni personas de color”, escribió.

“Estás equivocado. Mujeres negras pusieron a esos hombres en el espacio exterior”, respondió alguien.

Ciertamente. Katherine Johnson, Dorothy Vaughan y Mary Jackson fueron matemáticas e ingenieras que trabajaron en la NASA durante el auge de la carrera espacial, y sin embargo no fue sino hasta el estreno en el 2016 de la película adecuadamente llamada “Talentos ocultos”, centrada en sus vidas, que esas mujeres tuvieron el tiempo que merecían en pantalla.

Hay innumerables ejemplos de mujeres, personas de color y LGBTQ borradas o marginadas de películas basadas en la historia. La película del 2008, “21”, sobre un equipo de jugadores de blackjack mayormente asiático-estadounidenses, tuvo un elenco con actores principalmente blancos. Jennifer Connelly interpretó a Alicia Nash, la esposa salvadoreña-estadounidense de John Forbes Nash Jr., en “Una mente brillante”. “Stonewall” de Roland Emmerich puso a un ficticio hombre blanco cisgénero gay en el centro de los famosos disturbios donde personas transgénero de color como Marsha P. Johnson —quien tiene un papel secundario en la película— fueron quienes estuvieron en la vanguardia.

En 2015, FiveThirtyEight reportó que la proporción de las películas biográficas de hombres y de mujeres “ha estado de manera consistente en una proporción de 3 a 1” desde 1933. Y apartando “Talentos ocultos”, sigue siendo una rareza ver una película biográfica centrada en una mujer del mundo de la ciencia, tecnología, ingeniería o matemáticas. Cuando la vida de una mujer real es llevada a la pantalla, es por lo general de una artista o alguien relacionada con el entretenimiento o de la pareja sentimental de un hombre famoso.

Estas ausencias y distorsiones afectan y reflejan la manera como se recuerda la historia tanto en la ficción como fuera de la pantalla, contribuyendo a la formación de generalizaciones radicales y por lo general incorrectas de como solía verse el “pasado”. Los dramas de época con elencos meramente blancos ambientados en la Inglaterra de la dinastía Tudor eclipsan la investigación académica que en años recientes ha revelado una importante presencia africana y su integración a la vida inglesa durante esa era. (Y no todos estaban esclavizados).

Las películas del viejo oeste de Hollywood popularizaron y cimentaron la imagen del vaquero norteamericano como exclusivamente blanco, a través de las obras de John Ford y John Wayne. Sin embargo, como bien señala Leah Williams en The Atlantic, los primeros vaqueros y propietarios de ranchos fueron españoles y nativo estadounidenses.

Incluso las historias más fantásticas ambientadas en el pasado —esas con dragones y otras criaturas místicas— son frecuentemente representadas como primordial o exclusivamente blancas y masculinas. George R. R. Martin, el autor de “Juego de Tronos”, una vez inició su respuesta a la crítica de un admirador sobre la falta de diversidad del programa de TV con: “Obviamente, el Poniente de 300 a. C. no es para nada tan diverso como los Estados Unidos del siglo XXI”.

Obviamente, Poniente no es un lugar real.

Volvamos a las películas nominadas al Oscar a mejor película: muy pocos espectadores están clamando por la inserción de mujeres y personas de color en estas películas en nombre de la “diversidad”. En cambio, el origen de las críticas a “El irlandés”, “1917” y otras cintas parecidas por ser demasiado blancas y masculinas parece venir de una sensación de agotamiento y aburrimiento.

¿Por qué se siguen realizando las mismas historias sobre los mismos tipos de personas? ¿Por qué es tan difícil que los géneros —bien sea de filmes biográficos, de vaqueros o de gánsteres— se desvíen de los mismos temas? Como bien escribió Sage Young en un ensayo sobre el personaje maltratado de la esposa en “Ford v Ferrari” para NBC News, 61 mujeres han corrido en las 24 Horas de Le Mans. ¿Dónde están sus historias de alto octanaje en el cine?

La marea parece estar cambiando en algunos rincones de Hollywood. El año pasado, la serie de HBO “Gentleman Jack” adaptó la vida de Anne Lister, una mujer inglesa del siglo XIX que cortejaba mujeres y era hábil para los negocios. Actores británicos de color están consiguiendo más roles en producciones de época, como por ejemplo David Oyelowo en la miniserie de “Los Miserables” de PBS y BBC del año pasado.

Aun así continúa la presunción generalizada de que el pasado fue abrumadoramente blanco y masculino, y este juicio a la ligera le da a los cineastas y a Hollywood atribuciones demasiado permisivas. Al igual que nuestros libros de texto escolares, la industria del cine selecciona cuidadosamente algunas partes de la “historia”. Ciertamente, los cineastas deben tener la libertad artística para realizar una película sobre hombres blancos conduciendo autos o sobre hombres blancos en organizaciones criminales. Pero no finjamos que eso no es una elección : una elección que no es determinada por el pasado, sino por una errónea (y quizás hasta inconsciente) convicción de que los hombres blancos son los que más han hecho y han vivido las vidas más interesantes de todos nosotros.

This article originally appeared in The New York Times.

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