Un casi olímpico, una cumpleañera nonagenaria y otros varados en Uruguay

Montevideo, 29 may (EFE).- Sebastián llegó a Uruguay para aspirar a unos Juegos Olímpicos. Esther solo quería celebrar su 94 cumpleaños con sus hermanos. Mónica, cuidar de su madre enferma. Todos tenían pasaje de vuelta a España, su casa, pero sus vidas quedaron varadas cuando estalló la pandemia.

Con un solo objetivo, volver a su hogar, se juntaron y, tras semanas haciendo ruido en redes sociales y frente al Consulado del país europeo en Montevideo, lo consiguieron: el 1 de junio un avión de Iberia les llevará a casa. Aunque no cabrán todos.

DE HISTORIA DE AMOR A PELÍCULA DE CIENCIA FICCIÓN

Los nervios no ocultan el deseo de Pepe Germil, de 72 años, en silla de ruedas y con una cardiopatía, de subirse con su esposa, Bea, al vuelo que les devolverá en unos días a su amada Marbella, en plena Costa del Sol (sur de España).

Amigos de juventud en Uruguay, el destino quiso que esta pareja se reencontrara en Madrid y, finalmente, se casara, iniciando una historia de amor que, ahora, se ha convertido en una "película de ciencia ficción", bromea Germil en conversación con Efe.

Con nacionalidad española, el país europeo es desde hace 41 años la casa de este arquitecto jubilado, pero "casi todos los años" visitan Uruguay para que Bea se reencuentre con su madre y una de sus hijas, que se quedó en América.

El 14 de febrero, día de los enamorados, la pareja voló hacia Uruguay con la previsión de regresar un mes después, pero no pudieron hacerlo y los problemas comenzaron.

Bea sufre de leucemia, cuenta su esposo, y se trasladó con la medicación justa para el tiempo que iban a estar, un tratamiento "carísimo" y que "no se puede adquirir en cualquier farmacia", confiesa Germil.

Por suerte, unos primos suyos les contactaron con el Instituto Nacional del Cáncer de Uruguay y consiguieron que el Fondo Nacional de Recursos le suministrara el medicamento.

Además, Germil se despertaba a las cinco de la mañana -la diferencia horaria con España es de cinco horas- para hablar con la hija de Bea que vive en España y con el hospital marbellí que trata a su esposa para que le dieran el medicamento a ella y que la hija lo enviara por mensajería a Uruguay.

LA ANGUSTIA POR ESTAR LEJOS DE CASA

Mónica Cilintano llegó hace unos meses a Uruguay, donde nació, para cuidar de su madre enferma.

El 5 de abril, su madre falleció, por lo que decidió que era hora de volver a Valencia (este de España), donde le esperaban los olivos que cultiva, el Mediterráneo y, lo más importante, su vida, pues tiene doble nacionalidad y vive allí desde hace 20 años.

Sin embargo, Uruguay cerró puertas a los vuelos provenientes de Europa, España impidió la llegada de turistas y las aerolíneas cancelaron sus viajes, por lo que a la angustia de perder una madre se le sumó la de no poder volver a su hogar.

"Me encuentro fatal, quiero regresar, quiero estar con mis hijos, con mi familia. Aquí estoy sola. Tengo hermanos pero cada uno tiene su vida (...), quiero regresar a mi casa", reclama a Efe Cilintano.

En una situación similar se encuentra Yelly Barrios, una periodista uruguaya casada con un español que luchó en estas protestas por que la ausencia de DNI español no fuera un hándicap para volver al que es ya su "país de arraigo", explica a Efe, y donde le espera su marido.

"Me parece muy importante entender que las personas que tenemos nuestra residencia legal en España tenemos nuestros derechos y nuestras obligaciones como ciudadanos que residimos allí", subraya Barrios, que voló a Montevideo para solucionar trámites pendientes.

UN MAL REGALO DE CUMPLEAÑOS Y UN OLÍMPICO QUE NO FUE

Soplar las velas de su 94 cumpleaños con los hermanos que le quedan en Uruguay. Ese era el deseo de Esther, que viajó hasta Maldonado (este de Uruguay) con su hija Ana María España para hacerlo realidad, pero no sabían que el coronavirus alargaría su estancia y les impediría regresar a la provincia de Tarragona (noreste de España), donde viven y donde quedó "toda la familia".

La emergencia sanitaria en la que se encontraba Europa les obligó a cancelar el vuelo de vuelta que tenían previsto para marzo y las dejó atadas en este pequeño país suramericano, cuenta esta española que no informó a su madre, delicada de salud, de ningún inconveniente para evitar otro "bajón" como el que le dio cuando se enteró de que no regresarían en marzo.

Quizá por la juventud, quien lo lleva mejor es Sebastián Delgado, un deportista de 23 años con doble nacionalidad que vive en la localidad pontevedresa de Tui (noroeste de España) desde hace cinco años, según relata a Efe.

Con el kayak bajo el brazo, Delgado llegó a Uruguay para entrenar con sus compañeros con vistas al clasificatorio olímpico de piragüismo que iba a tener lugar en Curitiba (Brasil) el 10 de mayo y que el COVID-19 suspendió.

Ahora, sin Juegos Olímpicos a la vista hasta 2021, la próxima meta que quiere cruzar es unirse a sus entrenamientos habituales con el gallego Club Kayak Tudense, y superar los exámenes universitarios que tiene en España en junio.

"El deporte es de lo que vivo", destaca.

UNOS SE VAN Y OTROS SE QUEDAN

Ahora, ellos respiran tranquilos, pues saben que el martes aterrizarán en su hogar junto a unos 280 varados, al igual que hicieron los más de 200 que regresaron a Madrid a finales de marzo en el único vuelo de repatriación a España que ha salido de Montevideo y los pocos que se sumaron en abril a un avión fletado por empresarios españoles para trasladar esquiladores.

Sin embargo, en Uruguay todavía quedarán unos 80 españoles y residentes que seguirán haciendo ruido en las redes y frente a la sede diplomática para conseguir el que siempre ha sido su objetivo: que todos regresen a casa.

Sergio Marín Lafuente

(c) Agencia EFE