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Olímpicos: Hawaianos resienten versión "blanqueada" del surf

SANTA CRUZ, California, EE.UU. (AP) — Para muchos hawaianos, el debut del surf en los Juegos Olímpicos es motivo de celebración, un homenaje a los inventores del deporte, y al mismo tiempo una nueva manifestación de las indignidades raciales a las que están acostumbrados.

En cierto sentido, los Juegos Olímpicos de Tokio recrudecen viejos resentimientos, según algunos hawaianos que lamentan que personas blancas de afuera se hayan apropiado del surf y de su identidad, y sean las que más se van a beneficiar ahora con la incorporación del deporte a la justa.

“Los hawaianos fueron ignorados al crecer el deporte y no están siendo reconocidos”, dijo Isaiah Helekunihi Walker, historiador y activista hawaiano. “Es como si se hubiesen apropiado del deporte. Se acabó el ‘aloha’”.

Los pueblos indígenas de Hawái consideran el talento para domar las olas con elegancia, montados en una tabla, como un arte espiritual y un pasatiempo nacional igualitario, que los conecta con la tierra y el mar.

Los colonos europeos blancos vieron esa actividad con malos ojos cuando llegaron al nuevo mundo, pero le sacaron provecho al deporte. Los misioneros cristianos desaprobaron la desnudez. Con el tiempo, sin embargo, surgieron clubes de surf solo para blancos en la playa de Waikiki.

Hoy los blancos manejan el deporte y ocupan los cargos directivos de las entidades de surf, cuyo legado es moldeado por una perspectiva blanca. Dejó de ser una actividad típicamente hawaiana para pasar a ser un símbolo de californianos rebeldes y luego una liga profesional de proyección mundial dominada por los blancos.

Imagínese que la versión hollywoodiana del yoga pasa a ser un deporte olímpico, blanqueado y sin rastros de su origen en la India, despojándolo de su herencia cultural y transformándolo en un fenómeno californiano.

“Es paradójico, un reflejo de la hipocresía de la colonización”, expresó Walker, profesor de historia hawaiana de BYU, descendiente de los pueblos originarios de Hawái.

Los colonos blancos llegaron a la isla en el 1700, llevando enfermedades que casi acaban con la población nativa, se apoderaron de la tierra y de sus ricos recursos naturales e impusieron actitudes racistas que hicieron que los nativos pasasen a ser ciudadanos de segunda clase.

Si bien tres príncipes nativos hawaianos fueron los que trajeron el surf a tierra firme, durante una visita a Santa Cruz, California, en 1885, comerciantes blancos son considerados los que impusieron el deporte y promovieron a Hawái como un destino turístico exótico para los ricos. El surf es hoy un deporte con una liga profesional dominada mayormente por los blancos.

Los hawaianos, no obstante, nunca renunciaron a su deporte y hacia 1970 estallaron conflictos raciales, con peleas bien documentadas en el océano. Surgieron dos bandos: los nativos hawaianos y algunos blancos que se criaron con ellos por un lado, y los surfistas californianos y australianos blancos que trataron de impedir el acceso de los locales a algunas de las mejores olas del mundo, en su propia tierra.

Un incidente famoso involucró a un surfista australiano charlatán llamado Wayne Bartholomew, quien fue apaleado por los locales. Con el correr del tiempo aumentó el respeto mundial por los hawaianos y Bartholomew terminó al frente de la Asociación de Profesionales del Surf, precursora de la actual liga profesional.

“Traté de manejarme con cautela porque ellos sentían que les robaron el deporte”, expresó Richard Schmidt, uno de los surfistas profesionales californianos de esa época. “Tú no eres un surfista de ley hasta que no lo demuestras en Hawái”.

De todos modos, hay quienes dicen que el deporte y su imagen siguen dominados por los blancos.

“Cuando el deporte empezó a ganar popularidad, a generar dinero, vinieron los empresarios y tuvimos que lidiar con cosas que jamás nos pasaron por la cabeza”, dijo Walter Ritte, activista hawaiano. “No hay duda de que el control (del surf) no está en Hawái”.

En un reflejo de las tensiones subyacentes, algunos sectores que defienden la soberanía hawaiana trataron de inscribir un equipo del Reino de Hawái en los juegos olímpicos. Estados Unidos anexó Hawái en 1898, pero estos sectores dicen que ningún tratado formalizó la pérdida de la autonomía de los hawaianos.

El Comité Olímpico Internacional ignoró el pedido, diciendo que ese tipo de solicitudes tiene que provenir de “un estado independiente, reconocido por la comunidad internacional”.

Dos de las máximas estrellas del deporte, Carissa Moore y John John Florence, son hawaianos que integran el equipo olímpico estadounidense. En la liga profesional, sin embargo, defienden la bandera de Hawái ya que la World Surf League considera la isla “una nación soberana en el surf”. Ninguno de los dos quiere hablar de las tensiones entre hawaianos y blancos.

Moore es la campeona mundial femenina y la única participante en el surf olímpico descendiente de los pueblos originarios de Hawái.

“Hay heridas que son viejas”, dijo Moore. “No pienso demasiado en el asunto ahora. Puedo representar a los dos por más de que no lleve la bandera (de Hawái) en mi manga. La llevo en el corazón”.

Tatiana Weston-Webb, quien pasó su infancia en Hawái y representará a la tierra de su madre, Brasil, dijo que los hawaianos originarios merecen un mayor reconocimiento, pero negó que no se los esté respetando.

“No creo que estén siendo ignorados”, manifestó. “Todo depende de tu perspectiva”.

Fernando Aguerre, un surfista argentino que preside la Asociación de Surfing Internacional, prometió homenajear a Hawái y a Duke Kahanamoku, el padre del surf moderno, durante los juegos. Igual que numerosos líderes del sector, Aguerre venera a Kahanamoku y le dio su nombre a uno de sus hijos.

Kahanamoku ganó cinco medallas olímpicas como nadador y popularizó el surf haciendo exhibiciones en sitios como California, Nueva Jersey, Australia, Nueva Zelanda y Europa. Es considerado el deportista acuático por excelencia.

“Todo lo que hacemos está conectado con Hawái. Es imposible separar la raíz hawaiana del surfing”, dijo Aguerre.

Didi Robello, descendiente de Kahanamoku, afirmó que nadie de la familia fue contactada para participar en homenaje alguno. Sostuvo que el nombre y el legado de su tío abuelo están siendo explotados, lo que genera mucho dolor en la familia, ya que el derecho al uso del nombre de Kahanamoku pertenece a otros.

“Nos están robando”, afirmó Robello. “Es una vergüenza”.

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Sally Ho está en http://twitter.com/_sallyho