La odisea del disidente que huyó de Rusia para ayudar a los ucranianos: “No todos los rusos son como Vladimir Putin”

Aleksandr Kudashev, activista y pacifista ruso de 39 años
Elisabetta Piqué

CHISINAU.- “Los ucranianos tienen que ver que en Rusia hay personas como yo que quieren ayudarlos y que no todos los rusos son como Vladimir Putin. Y los rusos tienen que ver que hay un ruso que no está de acuerdo con Putin, que quiere ayudar a los ucranianos y que quiere mostrarles la realidad, ya que en Rusia la mayoría vive encerrada en una burbuja de propaganda y fake news. Todo el mundo tiene que saber lo que pasa en Rusia”.

Son palabras de Aleksandr Kudashev, activista y pacifista ruso de 39 años que se encuentra en Moldavia trabajando como voluntario en un centro para refugiados ucranianos de esta capital. De 39 años, ojos celestes, pelo corto, jeans y remera negra con el logo de un programa periodístico ruso que fue censurado, Kudashev dejó su ciudad, Samara, la sexta más poblada de Rusia, en el suroeste, a mediados de marzo, porque no daba más.

Indignado con la guerra de Putin, que no justifica de ningún modo, se fue con el objetivo de ayudar a los ucranianos y de abrirle los ojos a sus compatriotas enceguecidos por un régimen autoritario.

Kudashev quiere abrirle los ojos al mundo sobre de qué es capaz Putin
Elisabetta Piqué


Kudashev quiere abrirle los ojos al mundo sobre de qué es capaz Putin (Elisabetta Piqué/Roma, Italia)

Primero fue a Bielorrusia -país aliado de Putin- y de ahí cruzó a Ucrania, algo más que arriesgado en estos tiempos con un pasaporte ruso. Allí, explicó ante autoridades militares que quería ayudar como voluntario, no combatiendo porque es pacifista, sino de cualquier otra forma, pero no hubo caso. “No me aceptaron y me deportaron a Bielorrusia, que a su vez me deportó a Rusia. Después me fui a Belgorod, donde quería pasar la frontera y volver a entrar a Ucrania y tampoco me dejaron”, cuenta a LA NACION. “Entonces me fui a Moscú, de ahí, a Estambul y llegué a Moldavia. Desde aquí por segunda vez volví a intentar ingresar al sur de Ucrania, siempre para ayudar y nuevamente me rechazaron”, agrega, mostrando el sello que le pusieron en el pasaporte que dice que por diez años tiene prohibido ingresar a Ucrania.

¿Y ahora qué va a hacer? “Creo que, si los medios publican mi historia, quizás puedo lograr entrar. Y, mientras tanto, ayudo en este centro de refugiados, donde no hay hombres, haciendo lo que hace falta”, contesta.

Su historia refleja que nada es blanco o negro, que no hay buenos y malos, sino que las cosas siempre son muchos más complejas, sobre todo en una guerra.

Aleksandr, que no está casado ni tiene hijos -”sólo tengo un gato”-, trabaja en el centro de refugiados de MoldExpo y está viviendo en otro centro de Chisinau donde mayoritariamente hay refugiados gitanos y azeríes que también escaparon de Ucrania. En Samara, donde trabajaba como artesano fabricando lámparas, dejó a una una hermana que, admite, está muy preocupada porque si llega a regresar a Rusia, va directo a la cárcel por disidente. Y una madre de 60 años con la que no comunica ya desde antes de la guerra. “Ella está debajo de la influencia de la propaganda rusa”, explica.

Una mujer fuera del predio de la MoldExpo que aloja a refugiados ucranianos
Elisabetta Piqué


Una mujer fuera del predio de la MoldExpo que aloja a refugiados ucranianos (Elisabetta Piqué/Roma, Italia)

-¿Qué pensás de Vladimir Putin?

-Creo que la guerra que lanzó no tiene ningún sentido, que Putin tiene ambiciones imperiales, que quiere volver a construir la URSS. O, quizás, está fuera de sí.

-¿Cómo terminará esta guerra?

-No se pueden hacer pronósticos. Espero que termine pronto y que Ucrania gane.

-¿Por qué no creés en la propaganda rusa?

-Hay muchos en Rusia, como yo, que no nos creemos la propaganda. Nuestro país no es ideal, tiene muchísimos recursos, pero la población es muy pobre. Es evidente que hay algo que no va porque Rusia, con todas las riquezas que tiene, no debería tener una población pobre. Las autoridades dicen que no hay plata para resolver todos los problemas internos que hay, pero la verdad es que es un país mal manejado, corrupto y que debe haber un cambio en la dirigencia. Pero esto es imposible porque si llega alguien nuevo deberá hacer justicia y responder sobre el por qué de esta situación deplorable en Rusia. El miedo principal es responder al país. Por eso hay un régimen autoritario.

-¿Qué querés hacerle saber al mundo?

-En el mundo no hay ningún país ideal, son las democracias ideales las que resuelven los problemas de los habitantes de estos países y nosotros tenemos ejemplos de países que colaboran, como por ejemplo Estados Unidos con Europa, no con la guerra, sino con la colaboración, con la cooperación. No con la disuasión o con la fuerza: ése es un camino que no lleva a ningún lado, que trae muchísimo dolor y no permite al país y a la humanidad de desarrollarse. Nosotros tenemos muchísimos problemas que se pueden resolver sin guerras.

-¿Cómo se pueden convencer a los rusos que están bajo una férrea propaganda de las masacres que tuvieron lugar en Bucha, Borodyanka, Irpin, Mariupol y demás, que en Rusia fueron tildadas de “puestas en escena” y “fake news”?

-Hay mucha gente que sabe que no es así, pero que tiene miedo de protestar, porque luego pasa a ser arrestada. ¿Por qué participar en protestas, si después se abren causas penales, incluso por artículos escritos en las redes sociales? Se corren muchos riesgos. Sólo se puede comunicar a los que son como yo, que están con los ojos abiertos. Yo soy un compatriota y los rusos deben hacerlo, deben hacer contra-propaganda. Y habrá más confianza si lo dice un ruso, porque todo lo que escribe la prensa internacional en Rusia enseguida es declarado fake. Y si divulgas noticias occidentales ya podés ser denunciado.

-Se habla de la posibilidad de un golpe interno contra Putin, porque su invasión no ha tenido el éxito previsto y porque reina el descontento de la élite y de los oligarcas después de las pesadísimas sanciones económicas: ¿es posible?

-Ojalá haya gente capaz de eso...

-¿Es posible que alguien lo mate?

-Pensé mucho en eso. Aunque Putin está muy protegido, posiblemente podría encontrarse alguien con el coraje de hacerlo, quizás llevándole algo de comer... Después, para evitar el Tribunal Penal Internacional que debería juzgarlo a él o a su entorno, porque hay una responsabilidad también colectiva, podrán decir que nunca sostuvieron sus ideas, que tenían miedo de ser ejecutados si desobedecían...

-¿No temés que, siendo disidente y hablando abiertamente en contra del régimen de Putin, haya represalias en contra de su familia?

-Yo entiendo que pongo en riesgo mi vida haciendo esto, pero lo hago por el bien del país. Si mi opinión se vuelve más conocida quiere decir que hice mi deber. La gente tiene que entender en Rusia que está siendo engañada por la dirigencia. Yo escribo en las redes sociales todo lo que pienso. Mis hermanos y mi madre tienen tanta culpa como yo sobre lo que pasa.

-En Rusia hay 145 millones de personas: ¿cuántos piensan como vos?

-Es imposible saberlo. La palabra ‘guerra’ está prohibida, te pueden arrestar por eso. No se pueden hacer encuestas en Rusia para saber cómo piensa la gente. Es imposible. Los que tienen el coraje de hablar y son abiertos, como yo, son muy pocos. El resto, aunque comparta mis ideas, tiene miedo. Por ejemplo, en mi grupo de Samara con el que me ocupaba de problemas cívicos, pocos respaldan la guerra con Ucrania. Pero no tienen el coraje de denunciarla. En Rusia la pena máxima por desacreditar el ejército o la política militar es de 15 años. Ya hay muchas personas detenidas. Yo ya era indagado antes de partir.

-¿Si volvés a Rusia vas directo a la cárcel?

-Seguro. Verán mi pasaporte con dos deportaciones y, sin siquiera preguntarme, me pondrán en la cárcel... Pero todo el mundo tiene que saber lo que pasa en Rusia.