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Solo Novak Djokovic puede evitar que los dictadores del tenis "mueran en la cama"

Serbia's Novak Djokovic (R) congratulates Germany's Alexander Zverev for winning their Tokyo 2020 Olympic Games men's singles semifinal tennis match at the Ariake Tennis Park in Tokyo on July 30, 2021. (Photo by Vincenzo PINTO / AFP) (Photo by VINCENZO PINTO/AFP via Getty Images)
Photo by VINCENZO PINTO/AFP via Getty Images

¿Cuántos años llevamos hablando de "relevo" en tenis? ¿Desde la aparición de Grigor Dimitrov? ¿Desde la de Nick Kyrgios? ¿Desde que Alexander Zverev y Daniil Medvedev ganaron sus primeros Masters 1000? Hay una generación entera que solo ha visto ganar y ganar a Djokovic, Nadal y Federer y no entiende otra cosa. Que ha visto cómo todas y cada una de las hornadas posteriores -la del 90, la del 95, incluso la del 2000- prometían mucho para acabar cayendo cuando realmente importaba: en los Grand Slams. Una generación que ha visto 60 grandes dominados por los tres de siempre y puede que se haya enamorado del deporte o puede que haya salido corriendo ante la falta de competitividad.

Desde que el tenis es un deporte de masas, hemos visto cómo la ley natural se cumplía sobre la pista: hemos visto a los australianos de los 60 caer ante los Connors y Borgs de turno. A estos los hemos visto ceder el trono ante McEnroe o Lendl y, a su vez, McEnroe y Lendl tuvieron que echarse a un lado cuando llegaron Sampras, Agassi o Courier. Así podríamos seguir unos cuantos años más hasta 2003, el año del primer Wimbledon de Roger Federer, el primer año de esta dictadura a tres que parece que se nos acaba pero no de la manera que nos gustaría.

Porque el caso es que este final es triste: es un final de lesiones y apariciones puntuales. Con la baja hasta final de temporada, Federer caerá en el ranking ATP fuera de las 50 primeras posiciones. Nadal, si se complica lo del pie y no puede jugar el US Open, es probable que salga de los diez primeros, algo que no sucede desde junio de 2005. Esta no era la idea. La idea era que apareciera alguien más joven, alguien arrogante y pujante que les derrocara y les demostrara que el tenis tenía futuro sin ellos. Probablemente, ese alguien era Juan Martín del Potro, pero las lesiones no le han perdonado ni una hasta hacerle la vida imposible.

Este "morirse en la cama" sin revolución ni toma del palacio de invierno es triste y además no hace ningún bien a los futuros campeones, a los que siempre se les recordará que no pudieron hacer nada contra la generación de los 80. Que se tiraron años esperando turno hasta que, definitivamente, los que eran mejores que ellos avanzada la treintena se retiraron, sin más, agotados y con el cuerpo hecho trizas por sus propias luchas internas. Solo hay un jugador en todo el circuito nacido más allá de 1988 con un grande en su palmarés: Dominic Thiem. El impacto fue tal que aún no ha salido del shock. Para la victoria, tuvo que coincidir una pandemia, la ausencia de Nadal y Federer, y que Djokovic se dedicara a pegar bolazos a jueces de línea.

En Djokovic nos quedamos. Con sus cosas, que ya se ha hablado lo suficiente de ellas, es el único que sigue dando la cara y que mantiene a todo el circuito firme como un puño apretado. En algún momento, pensamos que un mundo sin Federer y Nadal sería un mundo con muchos contendientes. En realidad, se ha convertido en un mundo en el que el que queda del triunvirato puede conseguir el Grand Slam a los 34 años, una auténtica marcianada. Si la "Next Gen" -cualquiera de ellos- quiere algún día reivindicar un relevo de verdad y no esta cuestión puramente administrativa, necesitan vencerle. No en cuartos, no en octavos. En una final. En un partido épico. Más o menos lo que Medvedev estuvo a punto de hacer con Nadal en Nueva York en 2019 y no ha vuelto a repetirse.

Djokovic juega ya solo para la historia. O enfermería o puerta grande. Si al final consigue ganar el US Open, lograr el Grand Slam en un mismo año y aumentar aún más el número de semanas como número uno del mundo, acabará con cualquier debate respecto al mejor jugador de todos los tiempos. Por otro lado, si, compitiendo al máximo, en una versión superlativa, pierde ante Zverev como perdió en los Juegos o pierde ante Medvedev como perdió en las ATP World Tour Finals, de alguna manera les concederá el privilegio de haberse ganado su lugar propio en el palmarés sin que parezca un regalo inevitable.

Necesitamos a Novak. El tenis necesita a Novak y lo necesita al cien por cien. Luego haremos todos los memes del mundo y le atizaremos sin piedad, pero no podemos prescindir de él. El duelo generacional se ha quedado en un "todos contra uno" y queremos ver en qué acaba. Si Djokovic se pierde Nueva York en medio de la lucha contra sus demonios post-olímpicos, si su hombro o su codo o su cadera o lo que sea le vuelve a dar guerra y le ausenta de la competición... se confirmará el fin de una generación invicta. Una generación a la que nadie ha podido borrar del mapa, como ellos sí que se quitaron de en medio a los Hewitt, Safin o Kuerten. Queremos nuevos campeones pero los queremos de verdad, con las armas en la mano.

Vídeo | Ejecuta un saque tan extraño como único en el mundo del tenis

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