¿Nos acercamos a una inversión en los polos magnéticos de la Tierra?

Infografía del campo magnético terrestre
Infografía del campo magnético terrestre

En el centro de nuestro planeta, el núcleo de hierro fundido se mueve, gira y fluye creando un campo magnético que nos protege de la intensa radiación solar. Este campo magnético no es fijo, se desplaza, se intensifica o debilita en diferentes regiones e incluso, cada cierto tiempo, llega a intercambiar su polaridad por completo. La última vez que los Polos magnéticos Norte y Sur invirtieron su posición ocurrió hace 780.000 años, en un evento conocido como Inversión magnética de Brunhes-Matuyama, en referencia a los dos físicos que lo descubrieron a principios del siglo XX cuando observaron que algunas rocas volcánicas estaban imantadas en dirección opuesta al campo magnético terrestre actual.

Estas inversiones magnéticas han ocurrido durante toda la historia de la Tierra, y los geofísicos han identificado muchas de ellas gracias al estudio de diferentes indicadores como minerales ferromagnéticos, depósitos de flujos volcánicos o el estudio de bandas magnéticas en el fondo del océano. Aún no conocemos todos los detalles de este complejo proceso al completo, pero sí contamos con diferentes pistas que preceden a estos cambios y que pueden ayudarnos a anticipar la siguiente inversión.

¿Qué sabemos y qué no sabemos?

Sabemos que nuestra estrella, el Sol, invierte sus polos magnéticos con regularidad en periodos de once años, sin embargo, el registro paleomagnético no nos ha proporcionado aún ninguna pista de la frecuencia exacta de estas inversiones de polaridad en nuestro planeta. Han existido épocas donde no se produjo ningún cambio durante millones de años, como el tranquilo periodo Cretácico, y otras donde ocurrieron cientos. También sabemos que en los últimos 75 millones de años los polos magnéticos de la Tierra se han invertido hasta en 170 ocasiones.

También hemos descubierto que no son procesos instantáneos, pueden durar miles de años, por lo que podríamos estar inmersos en uno de esos cambios y no saberlo con seguridad, aunque con el avance de la tecnología y el conocimiento adquirido en este campo en las últimas décadas hemos recopilado pistas que nos indican que pueden ocurrir más rápido de lo esperado.

En 2018, un estudio sorprendió a los expertos ya que encontró que, en determinadas ocasiones, las inversiones magnéticas pueden producirse rápidamente. Un equipo internacional de científicos analizó 16000 años de historia geomagnética codificados en los átomos de una antigua estalagmita en China y descubrieron una nueva inversión, la más reciente encontrada hasta ahora. Ese estudio es fascinante porque realizó un descubrimiento doble: encontraron una nueva inversión magnética hace 98.000 años (la más reciente hasta la fecha) y confirmaron que la rapidez de este tipo de eventos geológicos puede ocurrir hasta diez veces más rápido de lo que se pensaba, llegando a producirse en solo unas décadas.

La inversión magnética de hace 780.000 años señalada en uno de los yacimientos de Atapuerca | imagen Javier Peláez
La inversión magnética de hace 780.000 años señalada en uno de los yacimientos de Atapuerca | imagen Javier Peláez

¿Son peligrosas para el ser humano?

Es posiblemente la pregunta más popular cuando se habla de inversiones magnéticas globales, y la respuesta es doble. Para la vida no suponen demasiado riesgo. Estos cambios magnéticos se han producido en numerosas ocasiones durante la larga historia de nuestro planeta y no ha habido cambios significativos en los seres que lo habitaban. Existen estudios que apuntan a que nuestro escudo magnético puede disminuir su efectividad hasta un 10 por ciento, durante las etapas intermedias de la inversión, pero no parece ser suficiente para causar daños notables en la vida o en las personas.

Por otro lado, hay un elemento añadido que sí deberíamos considerar: la tecnología. En la actualidad el ser humano ha creado una sociedad que depende de incontables tecnologías asociadas al magnetismo terrestre. Sistemas de geolocalización, satélites, telecomunicaciones, rutas aéreas y marítimas… una intrincada red de tecnología que podría verse muy afectada por estos cambios magnéticos que dejaría pérdidas económicas billonarias.

En busca de pistas: Desplazamiento del Polo Norte

En 1831, el explorador polar James Clark Ross, se convirtió en el descubridor oficial del Polo Norte Magnético. El 01 de junio de aquel año, el británico anotó el hallazgo en la Península de Boothia, un inhóspito lugar del Ártico canadiense. Después de aquel descubrimiento pasaron varias décadas sin que nadie volviera a localizar ese punto concreto del magnetismo terrestre. El siguiente explorador que consiguió localizar de nuevo el Polo Norte magnético de nuestro planeta, setenta años más tarde. Amundsen se llevó una gran sorpresa: sus mediciones indicaban que el Polo Norte Magnético se había desplazado cientos de kilómetros de la posición original en la que Ross lo descubrió por primera vez.

Durante el último siglo, el Polo Norte Magnético se ha desplazado más de 1.100 kilómetros, desde el Ártico canadiense en dirección a Siberia. Hasta hace unas décadas se movía a una velocidad de 10 kilómetros por año, sin embargo, y aún no sabemos exactamente la razón, desde 1970 su desplazamiento se ha acelerado y en la actualidad se mueve a unos 40 km por año.

Disminución de la intensidad en el último siglo

En 2006, un artículo publicado en Science, daba cuenta de que el campo magnético de la Tierra ha disminuido en aproximadamente un 5% por siglo desde que comenzaron las mediciones en 1840. El estudio descubrió que la intensidad del campo magnético fue casi constante durante todo este tiempo, en contraste con el período posterior. El modelo anterior a 1840 mostró poca o ninguna evidencia de cambios, apoyando la conclusión de un dipolo estable hasta ese año. A partir de esa fecha, el campo magnético ha ido disminuyendo, pero la escala de tiempo es insuficiente para sacar conclusiones de esta disminución, dado el comportamiento errático del campo magnético terrestre. Las subidas y bajadas en la intensidad media no nos proporcionan una herramienta precisa para anticipar una inversión polar.

Infografía con la intensidad del campo magnético terrestre y (en negro) la Anomalía magnética Atlántico Sur | Engbers et al.
Infografía con la intensidad del campo magnético terrestre y (en negro) la Anomalía magnética Atlántico Sur | Engbers et al.

Nuevo estudio esta semana descartando las anomalías como indicadores

El campo magnético de la Tierra no es uniforme, existen determinadas regiones (que además van cambiando, aumentando o disminuyendo sin causa conocida aún) donde su intensidad difiere de otras. Entre América del Sur y África austral, hay una misteriosa región magnética llamada Anomalía del Atlántico Sur, donde el campo es mucho más débil de lo que cabría esperar. Existen estudios que afirman que los campos débiles e inestables preceden a las reversiones magnéticas, y que el aumento de estas anomalías sirve de evidencia de que estamos frente a uno.

Hace tan solo unos días, un equipo de científicos del Laboratorio de Geomagnetismo de la Universidad de Liverpool ha publicado un artículo con los resultados de sus investigaciones en la isla de Santa Elena, en pleno centro de la Anomalía del Atlántico Sur. Los científicos británicos querían resolver la cuestión de si el reciente crecimiento de esta gran región, sujeta a mayor variabilidad geomagnética, podría servir de precedente para anticipar una inminente inversión magnética.

La isla donde terminó exiliado Napoleón es una isla volcánica, con un largo registro paleomagnético ideal para probar esta hipótesis, sin embargo los resultados publicados en PNAS, descartan que estas anomalías magnéticas precedan a los cambios globales de polaridad. Los resultados han datado esta Anomalía del Atlántico Sur y concluyen que existe desde hace más de 10 millones de años, mucho más antigua que las inversiones de polaridad registradas en los últimos cientos de miles de años. Así pues, los investigadores confirman que el Atlántico Sur es un lugar de comportamiento geomagnético inusual que surge de la interacción del núcleo y el manto, y que se ha mantenido así durante los últimos millones de años. Se desconocen aún las causas concretas de esta anomalía, pero los investigadores descartan que esta anomalía regional, y su crecimiento actual, pueda servirnos como marcador precursor de una inversión de la polaridad global.

¿Y ahora qué?

Los estudios sobre esta materia se han multiplicado exponencialmente en los últimos tiempos. Cada vez sabemos más sobre las inversiones de polaridad, sabemos detectarlas mejor y hemos aprendido a leer el libro magnético inscrito en las piedras durante millones de años. Sabemos a ciencia cierta que las inversiones polares son un fenómeno natural que ocurre cada cierto tiempo, en los próximos años empezaremos a entender mejor sus causas exactas y, con ellas, seremos capaces de encontrar las pistas que los anticipan.

Históricamente la ciencia ha funcionado, con bastante éxito, primero con mediciones, luego con hipótesis y finalmente con conclusiones. En estos momentos nos encontramos entre las dos primeras etapas. Estamos midiendo, descubriendo pistas, conectando puntos y arrojando ideas que, más adelante, pueden ser confirmadas o descartadas. Todavía no hemos llegado a la fase de conclusiones, así que por el momento, y a pesar de los titulares sensacionalistas que aparecen constantemente en muchos medios y redes sociales, no contamos con las herramientas adecuadas para confirmar que nos encontremos en una inversión de los polos, ni tampoco para saber cuándo se producirá la siguiente. Sí, sabemos que se producen, pero no cuándo, cómo, por qué o cuál será la próxima. Solo nos queda seguir investigando y estar atentos a los próximos descubrimientos.

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