Noruega: El pueblo más septentrional del mundo sufre como ninguno el cambio climático

SVALBARD, Noruega.- Los icebergs flotan como islas perdidas y pasan junto a los botes en su camino a través de un fiordo lleno de aguanieve de un glaciar derretido. Cada tanto, a medida que la creciente temperatura del agua derrite la base sumergida de los icebergs, la masa de hielo se vuelve demasiado pesada en la cima, pierde el equilibrio y da una vuelta campana, como si estuviera jugando y no a punto de morir.

Es natural que el glaciar Wahlenberg, que corona el fiordo, se vaya desgajando y desprenda icebergs hacia el mar. Pero eso ocurre cada vez más rápidamente, debido a la temperatura de los océanos, según el experto Kim Holmen, director del Instituto Polar Noruego.

Hace tres décadas que Holmen vive en el archipiélago de Svalbard, en el norte de Noruega, y los cambios que vio en estos años son "profundos, extensos y veloces".

"Svalbard tal como lo conocíamos se está perdiendo. A causa del cambio climático , estamos perdiendo todo el Ártico tal como lo conocíamos", dice en medio de los constantes crujidos del hielo derritiéndose. "Y este es solo un aviso de las penurias y los problemas que le esperan al resto del planeta".

Desde 1970, la temperatura promedio en Svalbard aumentó 4°C, y las temperaturas de invierno subieron más de 7°C, según el informe divulgado en febrero por el Centro de Servicios Climáticos de Noruega. El informe también advierte que se prevé que la temperatura media anual aumente entre 7°C y 10°C para fines de este siglo.

Desde 1979, la extensión del hielo del Ártico se redujo casi un 12% por década, y la reducción más pronunciada fue en Svalbard y en el Mar de Barents.

Son pésimas noticias para la principal ciudad del archipiélago, Longyearbyen, que con una población de apenas más de 2000 personas es la más septentrional del mundo. Y también la que más rápido se está calentando.

Ivar Smedsroed es el vicario que atiende en verano la iglesia de Svalbard, un edificio de madera rojo con ribetes blancos y campanario rematado con una veleta. Desde el interior de ese lugar de culto luterano, que se jacta de ser la iglesia más boreal del mundo, los vitrales pintan de colores pastel la nieve que corona las montañas cercanas.

El pastor solo pasa aquí los veranos, pero ese corto lapso le alcanza para saber de las angustias y los temores de los pobladores por el vertiginoso cambio climático.

Uno de sus efectos es el derretimiento del permafrost que está debajo del cementerio de la iglesia, que Ivar llama "un lugar de recuerdos y para recordar".

"Cuando el permafrost se derrite, lo que está bajo tierra es empujado hacia arriba", dice sin inmutarse, sentado en el suelo, cerca de las tumbas. "Y esto está pasando todo el tiempo, así que no me extrañaría que veamos ataúdes brotando literalmente de la tierra".

Ya se habló de relocalizar el cementerio, sobre todo después de que estuvo a punto de ser barrido por una avalancha, en octubre de 2016. Se salvó por pocos metros. Al día de hoy se ven enormes lajas de roca que cortan el paisaje a pocos pasos de las tumbas.

"Debido al cambio climático y a las alteraciones que produce en el terreno muy pronto veremos cajones deslizándose hasta la ruta", dice el vicario. "O también puede pasar que todo el cementerio termine bajo tierra, cuando la próxima avalancha baje por la montaña".

El derretimiento del permafrost no es un problema solo para los muertos. También causó graves inconvenientes a los actuales residentes de Longyearbyen.

Las viviendas del valle están construidas sobre pequeños pilotes de madera, y no sobre cimientos profundos. El reblandecimiento del terreno puede provocar derrumbes, desprendimientos y avalanchas, y las casas no están preparadas para enfrentarlos.

El 19 de diciembre de 2015, un hombre y un chico murieron en su casa debido a una avalancha.

"Fue en medio de la noche y nadie sabía que iba a venir", dice Anna Boegh, vecina de Longyearbyen.

"Se suponía que era un hecho sumamente infrecuente, pero apenas dos años después, en 2017, hubo otra avalancha", dice Erik Holmund, compañero de Anna. En esa segunda avalancha no murió nadie, pero varias casas fueron barridas.

También la erosión amenaza las viviendas. Hace tres años, casi llegado el invierno, 13 metros de costa se desprendieron de la noche a la mañana, dejando la casa de Christiane Huebner en la orilla misma del fiordo. Huebner, su familia de tres integrantes y sus perros husky debieron abandonar la casa. Pasó todo muy rápido", dice Christiane. La familia volvió a su casa la primavera siguiente, pero debieron relocalizarla 80 metros más arriba.

El suelo sobre el que se asienta el archipiélago también demostró ser letal en otras localidades. Michal Sawicki trabajaba como geofísico en la Estación de Investigaciones Polares de Polonia, en Hornsund, en el lado sur de Svalbard. El científico polaco y la meteoróloga Anna Gorska murieron al caer de una montaña, en mayo de este año.

Agencia Reuters