Los norirlandeses, el último obstáculo de Boris y la UE para sellar el Brexit

PARÍS.- A pesar del optimismo expresado por negociadores y líderes de la Unión Europea (UE), Boris Johnson no pudo anunciar ayer la conclusión de un nuevo acuerdo que debería permitir un Brexit ordenado el 31 de octubre. El primer ministro británico tropieza con la resistencia de sus aliados unionistas de Irlanda del Norte, a quienes debe convencer antes de que comience hoy una crucial cumbre europea en Bruselas.

"Las bases están listas y podríamos alcanzar un acuerdo mañana [por hoy]. Pero ya se sabe que, con nuestros socios británicos, todo es posible", ironizó ayer el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk. Sus palabras hicieron eco a las del prudente negociador en jefe de la UE, Michel Barnier, quien poco antes se había declarado "optimista". En Toulouse, la canciller alemana, Angela Merkel, reconoció que las negociaciones se encontraban en "la recta final" y expresó su confianza en la conclusión de un acuerdo. A su lado, el presidente francés, Emmanuel Macron, coincidió.

Pero en Londres, sin embargo, el ambiente era diferente. Después de una jornada de frenéticos esfuerzos, Johnson tuvo que resignarse a poner buena cara al mal tiempo y aceptar que aún no podría anunciar el nuevo acuerdo.

El delicado proceso que finalmente parece haber obtenido la luz verde de los europeos fue puesto en tela de juicio por el Partido Unionista Democrático (DUP) de Irlanda del Norte, que reclama la posibilidad de vetar la nueva fórmula que reemplazará al backstop.

La primera propuesta de Johnson contemplaba un llamado "principio de consentimiento", que exigía el respaldo de la Asamblea de Irlanda del Norte (inactiva desde hace diez meses) a cualquier acuerdo de Brexit. Demasiado arriesgado para la UE, que exigió la modificación de esa cláusula. Ahora, con las nuevas disposiciones, la capacidad de veto quedaría más bien en manos de los republicanos del Ulster, partidarios de que Irlanda del Norte permanezca en la UE.

Para oponerse, los diputados del DUP, cuyo apoyo es fundamental para que Johnson pueda gobernar, argumentan que el nuevo texto viola los Acuerdos del Viernes Santo de 1998, que trajeron la paz a la región. Ese pacto exige que, para que sea válida, cualquier medida presentada en el Parlamento regional debe tener la aprobación tanto de unionistas como de republicanos.

Después de semanas de amenazas y aparatosas declaraciones, el primer ministro y su equipo de negociadores tuvieron que dar marcha atrás y aceptar propuestas que habían calificado como inaceptables. Una de ellas sería la de permitir que Irlanda del Norte siga formando parte de la unión aduanera después del Brexit hasta que la UE y el Reino Unido lleguen a un acuerdo comercial. Otra opción prevé que Irlanda del Norte deje la unión aduanera como el resto de Gran Bretaña, pero siga aplicando las reglas europeas en materia de circulación de bienes.

Cualquiera que sea la fórmula, esta debe evitar restablecer una frontera entre las dos Irlandas y no poner en peligro el mercado europeo. Este riesgo podría ser eludido en el nuevo acuerdo, creando una frontera virtual en el mar de Irlanda.

En todo caso, sin el voto del DUP, Johnson será incapaz de hacer aceptar el nuevo acuerdo el sábado por los Comunes. De su decisión dependerá también la posición de al menos la mitad del grupo de ultraconservadores euroescépticos.

Entre los esfuerzos desesperados para obtener el apoyo del DUP, el gobierno habría prometido en compensación miles de millones de libras a Irlanda del Norte, según numerosas las fuentes. La versión fue desmentida.

Downing Street registró ayer en el Parlamento una moción para someter a votación de los Comunes el eventual acuerdo el sábado próximo en sesión extraordinaria. El primer ministro, sin embargo, se reserva la posibilidad de retirarla si no alcanza su objetivo en las próximas horas. En ese caso, Johnson debería solicitar una votación para decidir si debe pedir una postergación del Brexit o simplemente optar por una salida sin acuerdo (no deal). Por su parte, los anti-Brexit se preparaban ayer para forzar un nuevo referéndum.

A pesar de su optimismo sin fallas, Boris Johnson se refirió anoche a su situación reconociendo que se encontraba "en Hillary Step tratando de llegar a la cumbre del Everest". Aludió así a la pared casi vertical de unos 12 metros que precede la cumbre de la montaña más alta del mundo. Y agregó: "Pero está envuelta en la bruma".

Otro plebiscito en Escocia

El Partido Nacional Escocés (SNP, por sus siglas en inglés) relanzó en la últimas horas su batalla por la independencia de Escocia de Londres en el contexto del Brexit, según lo confirmó la primera ministra del gobierno de Edimburgo, Nicola Sturgeon, en el discurso del Congreso de la conferencia anual del partido.

Sturgeon propondrá a Londres un nuevo referéndum para el año próximo y denunció sin medios términos "el populismo al estilo Donald Trump" del gobierno conservador de Boris Johnson y su línea sobre el Brexit, no sin señalar con el dedo también a las "promesas fallidas" del laborismo y de los liberales demócratas con respecto a las instancias secesionistas propuestas por el Parlamento escocés.