No hay respiro para Libia pese a la expulsión del Estado Islámico de Sirte

Por Aidan Lewis TÚNEZ (Reuters) - Mientras las últimas defensas del Estado islámico se derrumbaban esta semana en su bastión de Libia, Sirte, decenas de mujeres y niños usados ​​como escudos humanos emergían aturdidos y cubiertos de polvo entre los escombros. Los combatientes de los grupos armados que derrotaron a los yihadistas festejaron el fin de una dura batalla de seis meses junto a banderas libias sobre la ciudad mediterránea, que antaño era conocida principalmente por ser la ciudad natal del difunto dictador Muammar Gadafi y más recientemente ha sido el principal baluarte del califato del Estado islámico fuera de Siria e Irak. Pero la campaña ha estado lejos de ser el acontecimiento unificador que algunos esperaban. Las celebraciones han sido mínimas ante el riesgo de contraataques yihadistas y el potencial de una nueva guerra entre las facciones militares de Libia. Los acontecimientos de la semana pasada dan una medida del caos que todavía envuelve a Libia, cinco años después del levantamiento apoyado por la OTAN que trajo el derrocamiento de Gadafi. Pocas horas después de que se despejara el último distrito de Sirte, los combatientes de una fuerza recién formada llegaron desde del desierto al sur de la ciudad hacia la llamada "Media Luna" del petróleo de Libia (la zona mediterránea donde se concentra la mayor parte de las reservas libias del crudo), buscando recuperar puertos que habían cambiado de manos tres meses antes. Trípoli ha experimentado sus peores enfrentamientos durante más de un año al desplegar las milicias de la capital los tanques a las calles en una contienda caracterizada por las disputas ideológicas y políticas. Entretanto, en la principal ciudad del este, el autodenominado Ejército Nacional Libio (LNA) continuaba sufriendo un número elevado de bajas en su intento por asegurar partes de Bengasi contra rivales islámicos después de más de dos años de guerra. El gobierno apoyado por la ONU, con sede en la capital, parece cada vez más impotente para detener la agitación, aunque las potencias occidentales insisten en que representa el único camino hacia la paz. El enviado de la ONU para Libia, Martin Kobler, dijo esta semana al Consejo de Seguridad que mientras el plan de paz firmado hace un año se había estancado, todavía llegaban armas a Libia, la economía se enfrentaba a un "colapso" y el país seguía siendo un "mercado humano" para inmigrantes que tratan de llegar a Europa. Los avances contra los milicianos en Sirte y Bengasi no eran "irreversibles", agregó. La campaña en Sirte estuvo dirigida por brigadas de Misrata, un influyente puerto al este de Trípoli. Estas tropas lanzaron su ofensiva en mayo, cuando los milicianos avanzaron por la costa hacia su ciudad. El Gobierno del Acuerdo Nacional, respaldado por la ONU, se esforzaba por dominar la situación, pero sólo mantenía un control nominal sobre los combatientes en el terreno, algunos de ellos con diferentes planes más allá de la campaña en Sirte. Las brigadas esperaban que la batalla terminara en semanas, pero su progreso se veía frenado por los francotiradores del Estado islámico, los atacantes suicidas y las minas. A mediados del verano, con el aumento de bajas y una solicitud oficial de la GNA, solicitaron la ayuda de apoyo aéreo estadounidense. Entre el 1 de agosto y principios de diciembre se produjeron cerca de 500 ataques sobre Sirte. Después de que los últimos edificios del barrio Ghiza Bahriya de Sirte estuvieran asegurados el martes, jubilosos combatientes desfilaron por las calles, cantando que la muerte de más de 700 hombres dentro de sus filas no había sido en vano. Pero no ha habido tales escenas en Misrata, una ciudad cuyas fuerzas de combate se forjaron en el levantamiento de 2011 y en una serie de campañas militares en los años que siguieron. ¿REGRESO? "Cada vez que ganamos una guerra lo celebramos", dijo Ahmed Algennabi, un vendedor de 28 años en una tienda de perfumes de Misrata. "Pero ahora no creo que sea el final de esta guerra, y supongo que habrá más luchas contra el Estado Islámico". El temor a un regreso del Estado Islámico o a una campaña insurgente es la razón formal para no declarar un final oficial a la operación en Sirte. Responsables de seguridad libios dicen que un número significativo de milicianos se fueron de Sirte antes de la batalla o en sus primeras etapas, y que el Estado Islámico tiene células a lo largo de la costa occidental de Libia, así como en el interior. Responsables militares dicen que ahora tratarán de hacer frente a esta amenaza asegurando los valles del desierto al sur de Sirte y persiguiendo a los milicianos fugitivos. Pero también están nerviosos por Khalifa Haftar, el comandante del LNA en el este, que ha luchado en el lado contrario que las brigadas de Misrata en un conflicto nacional abierto desde 2014 y que recientemente ha logrado avances militares. En septiembre, con los combatientes de Misrata aún atados en Sirte, las fuerzas de Haftar se movieron para apoderarse de puertos petrolíferos, algunos de ellos a sólo 200 km al este, y muchos creen que está cerca de lograr el poder nacional. Sigue sin haber un control estatal en el país y cualquier sentimiento patriótico fomentado por la campaña en Sirte es probable que se disipe pronto, dijo el analista libio Tarek Megerisi. "Todo el mundo ha estado maniobrando, esperando que esto termine, para poder volver a su lucha por el poder", dijo.