Nirvana en Argentina: 28 años después, la líder de Calamity Jane habló de la noche en que el público argentino las abucheó

El 30 de octubre de 1992, Gilly Ann Hanner se subió al escenario del Estadio Vélez con su hermana y dos amigas. Las luces estaban fuertes y había más personas de las que nunca había visto concentradas en un mismo lugar: 50.000 argentinos se habían reunido en el José Amalfitani ese viernes para ver a Nirvana y dos bandas soporte: Los Brujos y Calamity Jane, la banda oriunda de Portland que por entonces lideraba Hanner y que Kurt Cobain había invitado específicamente para esa fecha de la gira. "De alguna forma él sabía el lugar que ocupaba en la escena y nunca dejó de intentar hacerle espacio a bandas menos conocidas, en particular si eran bandas de chicas", explica Hanner a LA NACION. "Nosotras veníamos de girar en una camioneta y dormir en el suelo, y Kurt programó todo para que nos dieran un full rockstar treatment: aviones, hotel y un show pago frente a miles de personas. Era todo lo que habíamos soñado alguna vez". El resto es historia conocida: para los fanáticos de Nirvana, fue uno de los peores shows de su carrera, y para Calamity Jane fue el último.

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Cobain, Krist Novoselic y Dave Grohl dieron un concierto muy poco complaciente. Tocar los primeros acordes de "Smells Like Teen Spirit" varias veces, aturdir al público con acoples, ir y volver al detrás de escena iban a ser parte de una fecha cuyo registro hoy se puede encontrar en YouTube. La razón no fue el mero capricho de tres estrellas, sino la consecuencia natural del maltrato que había recibido Calamity Jane un rato antes, y que Hanner hoy desdramatiza, pero enumera con precisión: "Nos escupieron, nos tiraron con todo lo que tenían a mano, nos gritaban 'putas', nos mostraban el pene". Tristemente, la guitarrista de Portland cree que lo que faltó fue cierto "background cultural" sobre la patria rockera: "Quizás de haber estado prevenida de cómo eran los recitales en Argentina lo hubiera tomado distinto, o pudo ser mi falta de experiencia, pero en ese momento mi única reacción fue la furia total".

Nirvana | Estadio José Amalfitani, Buenos Aires 1992 - Fuente: YoutubeNirvana | Estadio José Amalfitani, Buenos Aires 1992

La ilusión del full rockstar treatment (trato de estrella de rock), sin embargo, no se desvaneció hasta que Calamity Jane se subió al escenario. Un día antes, las cuatro músicas embarcaron en un vuelo desde Albuquerque, en Nuevo México (donde terminaron una gira por Estados Unidos) con destino a Buenos Aires. Habían pasado los últimos días durmiendo en casas de amigos músicos, en el piso (con suerte, sobre colchones), girando en una camioneta para tocar en escenarios modestos. Desde su llegada a Ezeiza, todo estuvo pintado por ese glamour que se habían imaginado: un chofer que espera, lleva y trae a sus estrellas, gente que pide fotos, hospedaje en el Sheraton de Buenos Aires. En uno de esos traslados por la ciudad, incluso, escucharon por primera vez una canción suya en la radio. "¡No podíamos creerlo, la pasaron completa! Fue una locura, nos recibieron increíblemente bien", dice Hanner en una videollamada desde su casa en Oregón.

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Esa noche, antes de volver a dormir en una cama, Gilly Ann, Grohl, Novoselic, Courtney Love y el resto de las Calamity Jane (la baterista Lisa Koenig, la guitarrista Joanna Bolme y la bajista Megan Hanner) giraron por algunos bares de Buenos Aires. El clima era de celebración: terminaron la noche en La cueva, en Constitución, haciendo un karaoke-zapada de "I Wanna Be Your Dog" de los Stooges. Kurt, por su lado, se quedó en el hotel ("tenía dolores en el estómago y nadie le insistía porque eran frecuentes en esa época"). Al día siguiente, horas antes del show, probaron el sonido. "Fue absolutamente increíble escucharnos en un lugar tan fuerte y tan poderoso", recuerda Gilly. El único antecedente de un show masivo de la banda había ocurrido un mes antes, cuando Calamity Jane, Poison Idea y Mudhoney telonearon a la banda de Cobain. De todos modos, la capacidad del Portland Meadows no alcanzaba las 5000 personas. En Vélez iban a multiplicar por 10 la cantidad de público.

La noche del 30 de octubre, la misión de inaugurar la fecha fue de Los Brujos. "Su show fue divertidísimo, tenían una energía altísima y una vibra muy teatral", repasa Hanner sobre la banda local. "Cuando terminaron, podías darte cuenta de que el público estaba muy inquieto y podías sentir la excitación, no paraban de cantar para que salga Nirvana. En lugar de eso, el novio de mi hermana, que giró con nosotros, salió a presentarnos: '¡Esto es Calamity Jane!', dijo, y volvió detrás del escenario". Hanner recuerda haberse obsesionado con sus borcegos durante toda la primera canción para evitar mirar a las 50.000 personas de frente. Con ese campo visual, empezó a ver monedas, basura, escupitajos sobre el suelo. Más tarde, entendió algunos insultos en español. Cuando finalmente levantó la vista, sus compañeras la estaban observando, a la espera de que tome alguna decisión. "Me di vuelta y en el público había algunos tipos sobre los hombros de otros, directamente mostrándome el pene. Pensé: 'wow, esto es un poco mucho'", repasa. En ese momento, dejó de tocar.

Detrás del escenario, Courtney Love las recibió con los brazos abiertos. "¡Estuvieron increíbles, chicas, las amaron!", les dijo a las cuatro músicas. "Ella estaba tratando de mostrarnos apoyo, pero era imposible leer que eso había sido un buen recibimiento", cuenta la guitarrista. "De todos modos estábamos ahí, así que volvimos a salir al escenario y seguimos tocando. En determinado momento, en el piso todo era saliva, latas, basura. Literalmente nos tiraban con cualquier cosa que tuvieran a mano. Me enojé, agarré el micrófono y empecé a gritarles. Rompí mi pobre Mustang y me fui del escenario", dice, mientras enfoca la cámara para mostrar que esa misma guitarra, ya reparada, hoy cuelga de la pared de su living. Su hermana Megan siguió sus pasos y partió su bajo en el escenario. Joanna, la guitarrista, fue la última en bajarse: juntó algunas monedas del piso y se fue.

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Courtney había sido clave en la invitación de Calamity Jane a Buenos Aires. Cuando Gilly Ann todavía vivía en Oympia, igual que Kurt y Krist, la guitarrista festejó su cumpleaños número 21 en su casa para tocar con su banda de ese momento, Sister Skelter. Su novio propuso invitar a Nirvana y ellos aceptaron: primero, tocó S.S, después, la banda de Cobain. Fusionados, hicieron un cover de Scratch Acid. Tuvo todo para ser una fiesta inolvidable: hubo una torta de cumpleaños, un ventanal de vidrio se partió en mil pedazos, y fue el puntapié de la amistad entre Gilly y Cobain, que fue la de dos chicos muy tímidos que se cruzaban constantemente en recitales. Al año siguiente, ella se mudó a Portland y formó Calamity Jane con Lisa Koenig. Invitadas por Courtney, tocaron con Hole en Los Ángeles y, desde entonces, mantuvieron un vínculo de intercambiar llamadas y correspondencia. "Courtney me pedía que le mande material nuestro, que después repartía entre sus conocidos de sellos y bandas, igual que Kurt, trataba de dar una mano a otras bandas de esa escena".

Cobain estaba muy enojado la noche del 30 de octubre. "Se puso muy nervioso y su malestar físico no ayudaba. No quería salir a tocar, cosa que nunca se me hubiera ocurrido pedirle", cuenta Hanner. Calamity Jane vio todo el recital desde los laterales. "Fue una perspectiva increíble y ver a mis amigos tocando para tanta gente fue muy emocionante, más allá de lo tensos que fueron algunos momentos". Cuando terminó el show, se acuerda Gilly, todo el mundo necesitaba un trago. "Joanna y Lisa salieron y después siguieron tomando en el hotel, yo estaba lo suficientemente angustiada como para sumarle algo más". Al maltrato del público se sumó el de una stage manager que las acusó de ser antipáticas en el escenario. Las cosas no mejoraron al día siguiente: en el check out, las cuatro músicas se enteraron de que tenían que pagar los consumos de la habitación. "Éramos súper naif, seguro hoy lo hubiésemos manejado todo de otra forma, pero nuestro entorno no tenía nada que ver con eso", dice la guitarrista. "Más bien estábamos jugando a ser estrellas de rock".

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"Durante todo el set, toda la audiencia tiraba dinero y todo de sus bolsillos, barro y piedras, simplemente arrojándolos. Finalmente, las chicas se echaron a llorar. Fue terrible, una de las peores cosas que vi en mi vida, tanta masa de sexismo a la vez", recordó Cobain en Nirvana, the Chosen Rejects, el libro que escribió Kurt St. Thomas.

"Krist, conociendo mi actitud sobre cosas como esa, trató de convencerme de que al menos no me prendiera fuego o me negara a tocar. Terminamos divirtiéndonos, riéndonos del público", continuó. "No se dieron cuenta de que estábamos protestando contra lo que habían hecho. Tocamos durante unos 40 minutos y la mayoría de las canciones estaban fuera de Incesticide, por lo que no reconocieron nada. Terminamos tocando 'Endless, Nameless' que está al final de Nevermind, y como estábamos tan furiosos y tan enojados por toda esta situación, esa canción y todo el set fueron uno de los las mejores experiencias que tuve en mi vida".

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El día después del show, la banda voló a Albuquerque, donde había dejado su van para viajar a Argentina. La camioneta necesitaba arreglos, y tanto el bajo como una de las guitarras de la banda estaban destruidos. De ánimo nadie estaba mejor: "Cuando llegamos a Estados Unidos nos desbordamos. Ninguna quería seguir haciendo lo que hacíamos y yo estaba definitivamente pasada de estrés". Joanna, la guitarrista que había frenado a juntar monedas del escenario, era la única que estaba dispuesta a seguir la gira. "Ella es la reina de lo cool, se mantuvo muy centrada todo el tiempo, yo no tenía ese temple".

Como banda, las cuatro se separaron definitivamente hasta 2010, cuando volvieron a tocar en vivo como una ocasión especial ("queríamos que nuestros hijos nos vieran en ese plan") y 2016, cuando repitieron el evento. Después de su paso por Buenos Aires, Joanna se convirtió en la bajista de Stephen Malkmus (ex Pavement). Gilly siguió formando bandas y se retiró de la música durante un breve lapso para abrir su propia peluquería. Durante la cuarentena, la guitarrista formó Desír, un proyecto que surgió de la mano de su pareja y en el que trabaja mientras no está atendiendo su local.

"Las cuatro seguimos siendo amigas y compartimos nuestro amor por la música", dice Gilly, que cree que, de no haber tenido esa experiencia en el escenario porteño, la historia de la banda se hubiese extendido algunos años más. Hoy prefiere acordarse de quienes le mostraron amabilidad tras ese show: "Hubo un grupito de argentinos que nos esperaron fuera del escenario para saludarnos y felicitarnos", dice Gilly. "Y sabemos que Nirvana nos cuidó tanto como pudo. Kurt, en particular, estaba muy avergonzado. Fue otra de las noches en las que demostró qué clase de persona era, y por eso lo extrañamos tanto".