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La hipocresía de Neymar: el amigo de Bolsonaro que se queja de racismo

Neymar (izquierda) junto a Jair Bolsonaro. Foto: Twitter @infobae
Neymar (izquierda) junto a Jair Bolsonaro. Foto: Twitter @infobae

No ha empezado nada bien la temporada para el París Saint-Germain. El gran dominador de la liga francesa durante los últimos años, y reciente finalista de la Champions League, ha arrancado el curso con dos derrotas en otros tantos partidos en el torneo local. La última ha sido particularmente dolorosa porque la ha sufrido en su propio estadio, ante su público (la pandemia de coronavirus está por allí algo más controlada y se va permitiendo la afluencia limitada de espectadores a los estadios) y, además, contra un rival directo con el que las relaciones no son demasiado buenas: el Olympique de Marsella.

Un solo gol, el que anotó Thauvin en el minuto 31 del primer tiempo, bastó para decantar el marcador a favor de los marselleses. Pero de lo que todo el mundo habla no es del resultado ni de las consecuencias deportivas, sino del lío que se montó a última hora, durante el tiempo añadido. Una serie de encontronazos entre jugadores desembocó en un conato de batalla campal que el árbitro resolvió ni más ni menos que con cinco tarjetas rojas.

Uno de los expulsados fue Neymar, como consecuencia de un episodio bastante confuso. El astro brasileño le asestó un golpe en la parte trasera de la cabeza a un rival, el defensa español Álvaro González. La justificación que dio más tarde el 10 del PSG es que había recibido insultos racistas. “Mono hijo de puta”, dice que le dijeron. Por lo visto, en castellano.

Por supuesto, Álvaro lo niega (y de paso acusa al oponente de mal perdedor). Por supuesto, Neymar se ratifica. Por supuesto, ambos equipos defienden a sus respectivos jugadores, cada uno con un comunicado. En el del Olympique añaden un matiz: aseguran que en Brasil se está difundiendo el teléfono personal de su futbolista y el de algunos de sus familiares, y que ya han recibido alguna que otra amenaza de muerte.

¿Quién tiene razón? No tenemos forma de saberlo por ahora. Las imágenes con las que contamos muestran una discusión muy acalorada entre ellos (y entre prácticamente todos los demás que estaban por allí), pero algunos planos están de espaldas y en otros haría falta la ayuda de un especialista en lectura de labios particularmente competente. Sí podemos ver con claridad absoluta e indiscutible la colleja que se lleva Álvaro. Las investigaciones deben continuar.

El caso está haciendo mucho ruido porque estamos en un momento histórico particularmente sensible con el racismo, sobre todo al raíz del movimiento Black Lives Matter y otras iniciativas similares procedentes del otro lado del Atlántico. Que es, indudablemente, un asunto que tiene que preocupar a toda la sociedad. Pero que tampoco se puede utilizar como excusa para justificar toda clase de comportamientos, más que nada porque se corre el riesgo de banalizarlo y que pierda credibilidad.

Téléfoot no puede apoyar a Neymar en su altercado con Álvaro González. El canal, tras analizar las imágenes desde diversos ángulos y con varios micrófonos, no ha encontrado ningún comentario racista. Esas son las imágenes enviadas a la Liga, al Olympique y al PSG.

La credibilidad es, de hecho, el principal problema en toda esta historia. Por ambas partes, porque Álvaro también se las trae: resulta un poco difícil conciliar una visión antirracista del mundo con el apoyo a según qué formaciones políticas, por mucho que Bertrand Ndongo lo intente. Pero el caso de Neymar es particularmente sangrante.

Primero, porque su larga, larguísima fama de provocador le precede. Él dice que son detalles técnicos que forman parte de su repertorio porque el reglamento se lo permite, pero no en pocas ocasiones tiene gestos en el campo que, sobre todo si su equipo va ya ganando, pueden considerarse una falta de respeto al contrincante y acaban generando tensiones y broncas innecesarias. De ahí que, conociéndole como ya le conocemos, nadie aparte de sus fanáticos más radicales se atreva a poner la mano en el fuego por su versión de los hechos. Que puede ser, además, mucho más enrevesada de lo que a priori se podría pensar; a juzgar por algunas imágenes, Neymar lo que estaría haciendo sería desviar la atención para encubrir a su compañero Di María tras escupir precisamente a Álvaro.

Bueno, analicé la secuencia del escupitajo, que es bastante real. Las acusaciones de racismo de Neymar surgen, como por casualidad, del gesto inadmisible de su compañero. Neymar sabe que Di María arriesga mucho por tal gesto en época de COVID...

Segundo, y mucho más grave, por una incoherencia que llega a bordear, si no a entrar de lleno, en la categoría de hipocresía. Porque lo que sí es público y notorio es la buena relación entre Neymar y el actual presidente de su país, Jair Bolsonaro. Sí que es verdad que la relación está un tanto desequilibrada y es más bien el mandatario el que envía muestras de cariño al futbolista yéndole a visitar al hospital cuando se lesiona o dándole apoyo ante conflictos con la justicia. Pero el antiguo atacante barcelonista tampoco dudó en su momento en apoyar con megustas mensajes promocionales de la campaña electoral. Que parece un detalle menor, pero teniendo en cuenta que supera con mucha holgura los cien millones de seguidores en Instagram, no lo es tanto.

Y Bolsonaro, este sí, es un racista de manual. Descendiente de inmigrantes europeos (fundamentalmente italianos, con algún que otro alemán), que se sepa ni una gota de sangre no blanca corre por sus venas. Jamás se ha molestado en disimular ni su orgullo por esta circunstancia ni su desprecio por otros grupos étnicos como los nativos (hace poco llegó a decir que “el indio es cada vez más ser humano”) o los negros; otra de sus perlas célebres es que no tenía miedo de que alguno de sus hijos se enamorara de una chica de piel oscura porque “están muy bien educados”. Cualquiera que se ponga a buscar encontrará un listado inabarcable de barbaridades salidas de su boca.

Por otra parte, mientras sigue el debate de si Neymar recibió o no insultos por su color de piel, sí que parece más claro que él incurrió en otro pecado. Las cámaras le captaron durante otro momento del partido, bastante antes de todo esto, en el 36’ del primer tiempo, quejándose de racismo sin motivo aparente y llamando “puto maricón” al mismo Álvaro. No es, ni mucho menos, la primera vez que el internacional brasileño se mete en líos homófobos; sí que, en este caso, sirve para reforzar la idea hipócrita de que, en su cabeza, un tipo de discriminación es más aceptable que otro.

Neymar pretende convertirse en una especie de paladín del antirracismo y presume para ello presentándose como “negro, hijo de negro, nieto y bisnieto de negro”. Y mientras tanto, ni mueve un dedo para distanciarse de según qué compañías ni reniega de su apoyo ni le resulta preocupante caer en la homofobia. Como dice el tópico, el chiste se cuenta solo.

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