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La paradoja de Nairo Quintana: su descalificación del Tour habla bien del ciclismo

ROCAMADOUR, FRANCE - JULY 23: Nairo Alexander Quintana Rojas of Colombia and Team Arkéa - Samsic crosses the finish line during the 109th Tour de France 2022, Stage 20 a 40,7km individual time trial from Lacapelle-Marival to Rocamadour / #TDF2022 / #WorldTour / on July 23, 2022 in Rocamadour, France. (Photo by Tim de Waele/Getty Images)
Nairo Quintana, en la última contrarreloj del pasado Tour de Francia (Photo by Tim de Waele/Getty Images)

Tramadol. Esa es la sustancia que se encontró en la sangre de Nairo Quintana en el pasado Tour y que, casi un mes después, le ha quitado su luchado sexto puesto. Quien tenga un dolor crónico o haya pasado por una operación reciente, seguro que el nombre le suena: el tramadol es lo que se toma cuando el paracetamol, el ibuprofeno o incluso el nolotil no hacen efecto alguno. El tramadol es un recurso desesperado, casi un opiáceo, el paso previo a la morfina. Una medicación, en definitiva, para enfermos.

Durante años, el tramadol fue moneda común en el ciclismo profesional. Lo sabemos porque los ciclistas lo filtraban y porque la UCI no acababa de entender el número inhabitual de caídas estúpidas en las carreras. Demasiados ciclistas iban dormidos, groguis. No sentían el dolor de las piernas, la famosa condena del ácido láctico, pero tampoco tenían la mente despejada y clara. Vivían en una especie de ensoñación que unos llevaban mejor que otros. Para evitar riesgos para la salud propia y ajena, la UCI decidió prohibir la sustancia a principios de 2021.

Ahora bien, se negó a meterla en la lista de productos dopantes. No se entiende muy bien esa ambigüedad, pero hay que vivir con ella: el equipo médico de la UCI considera que es una sustancia que te daña más de lo que te beneficia y por eso la prohíbe en carrera, pero no impone una sanción posterior. Como le ha pasado a Quintana, te quitan los resultados de esa prueba en concreto, pero no te quedas dos años fuera del pelotón, porque, en principio, no se te considera un tramposo. O no del todo.

Obviamente, el tramadol tiene ventajas. Si no, no lo tomarían en esas cantidades. Sin dolor, se aguanta más. A corto plazo, el beneficio es evidente. Es cierto que a medio plazo la cosa cambia: el tramadol enmascara lesiones graves que pueden empeorar y, en general, te da una sensación de tu cuerpo que no es la real, con todo lo que eso implica. No solo te ayuda a competir, sino que te ayuda a entrenar. Eso sí, si te pillan entrenando hasta arriba de tramadol, no pasa nada. Si te pillan en carrera, te pasa lo de Nairo.

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El tramadol no es la única sustancia vigilada por la UCI y por los equipos del Movimiento por un Ciclismo Creíble (entre ellos, irónicamente, el Arkea de Quintana). También están las cetonas, normalmente consumidas en batido, y que se supone que mejoran tu rendimiento un 2%. Sabemos que Jumbo y UAE son defensores de estas sustancias. De momento, la UCI recomienda no tomarlas, pero tampoco las prohíbe ni las incluye en la lista anti-dopaje.

Todo esto debería formar parte de la leyenda negra del ciclismo y, de hecho, muchos han aprovechado el positivo de Nairo para ajustar cuentas. Pues bien, es todo lo contrario. Si algo demuestra este celo en qué toman y qué no toman los ciclistas es que la UCI intenta al menos estar encima de ellos. Por supuesto, sabemos, como vimos recientemente en Portugal con su Operación Prueba Limpia, que las trampas siempre van a existir, pero el hecho de que en ciclismo se detecten dice mucho de este deporte.

Es imposible creer que si el tramadol permite mejorar tu rendimiento, solo los ciclistas lo tomen. Lo mismo pasó en su momento con la EPO, la CERA, las autotransfusiones. Si se utilizaron -o se utilizan, no pongamos ninguna mano en el fuego- en un deporte que mueve presupuestos en torno a los 15-20 millones de euros de media, ¿cómo no se van a utilizar en otros que mueven diez o cien veces ese dinero... y que además suelen mover poco el árbol de la lucha antidopaje no vaya a caérseles cualquier cosa encima?

Pillar a uno de los grandes de la década, a todo un sexto clasificado del Tour, por algo tan inocuo en principio como tomar un analgésico -hay gente ganando torneos de Grand Slam sin sentir la planta del pie y nadie se escandaliza porque es perfectamente legal en su deporte- no es un episodio más de la larga lista de vergüenzas del ciclismo. Al contrario. Casi nos devuelve la esperanza de que de verdad se estén haciendo bien las cosas. O que se esté intentando, que no siempre es lo mismo.

De momento, Nairo se ha quedado sin Vuelta para poder "preparar su caso ante el TAS". Más bien parece que el propio Arkea lo ha separado previendo un posible conflicto de imagen pública. Lo malo de todo esto es que el colombiano ya está señalado y siempre quedará como un tramposo. Todo por un analgésico. Un analgésico prohibido, de acuerdo, pero, en fin, para los que nos aficionamos en plena era EPO, el tramadol sí que nos parece zumo de naranja.

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