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Nagorno Karabaj. Son argentinos y se ofrecieron para pelear en la guerra

Hace poco más de un mes comenzó laguerra en Nagorno Karabaj, enclave armenio en el límite con Azerbaiyán. Desde entonces, los teléfonos y el mail de la embajada armenia en Argentina no descansan. Pese a la pandemia, todos los días, llevan varios mensajes de personas que se ofrecen para ayudar.

La evolución de la pandemia

Algunos se proponen para organizar ayuda humanitaria, otros, para llevar atención médica y psicológica a los heridos y al menos 20 personas pidieron anotarse para ir a pelar al frente de batalla. No todos tienen formación militar y muchos no tienen un vínculo directo con la comunidad armenia, que en Argentina tiene 150.000 miembros.

Sin embargo, las imágenes de la guerra, los bombardeos y la angustia de las familias a las que un misil les destruyó la casa durante los ataques azeríes a la población civil, conmovieron a muchos y los impulsaron a tomar una decisión que parece anacrónica con la realidad argentina: solicitar enlistarse para combatir en una guerra.

"No lo pensé mucho. La semana pasada vi en la televisión unas imágenes desgarradoras y no me puedo quedar en mi casa. Están atacando a civiles y no escucho la condena de la comunidad internacional. Tenemos que hacer algo", apunta Fernando Nazar, que tiene 46 años y fue parte de la última camada de soldados del servicio militar obligatorio, que desapareció luego del Caso Carrasco. Se dedicó al comercio y al agro. Tiene tres hijos de 17, 15 y 12 años. Por eso no fue sencillo tomar la decisión de ofrecerse para ir al frente de combate.

Ofrecimientos

La embajadora armenia en Argentina, Ester Mkrtumyan, confirma que los sorprendió la cantidad de ofrecimiento similares, tanto de descendientes como de personas sin vínculo con esta colectividad. "Desde la semana pasada, todos los días recibimos mensajes. Militares, médicos, voluntarios, todos se ofrecen para ayudar. Sin embargo, no estamos reclutando a nadie. La ley armenia no nos permite involucrar en el conflicto a terceras partes. La única forma sería que fueran ciudadanos armenios. Pero la verdad es que por el momento no tenemos ese requerimiento de nuestro gobierno. Enviar sólo cinco soldados cuesta 10.000 dólares en pasajes y con ese dinero se pueden hacer muchas cosas en Armenia, desde comprar comida para los soldados hasta ayudar a las familias. Por el momento no es posible", explica a LA NACION

"Mi bisabuelo, Yamil, llegó a Argentina escapando del genocidio armenio. Casi no hablaba de lo que vivió. Como la mayoría, ese horror lo querían dejar atrás. Pero ahora vemos que eso está volviendo a ocurrir. Para mí, enrolarme es un gesto de amor no de guerra. Mi familia me apoyó en esta decisión. No buscamos venganza. Nos robaron parte de la identidad. Hay veces que hay que poner el cuerpo y ver qué puede aportar", explica Nazar.

No son sólo hombres los que les escriben, explica la embajadora. También hay mujeres que quieren viajar, sobre todo después de la noticia de que la primera dama de armenia se enroló en el ejército y está recibiendo formación militar.

Martín Donato y su novia, Arminé, también se ofrecieron para viajar a Nagorno Karabaj para ayudar. Martín es armenio por parte de madre y Arminé llegó a la Argentina hace dos años. Uno de sus hijos, de 20 años, vive en Ereván y el otro, de 17, en San Justo. El mayor fue convocado para el ejército, pero por un problema de salud no le permitieron enrolarse. Por eso, Marín y Arminé decidieron ofrecerse. "Queremos hacer nuestro aporte. Yo soy acompañante terapéutico y veo que se necesita ayuda para acompañar a los soldados armenios y a las familias de los caídos. Nos pusimos a disposición para viajar cuanto antes", cuenta.

Historias

Andrés Trento tiene 29 años y no está vinculado con la comunidad armenia. Sus abuelos vinieron de Italia y se instalaron en Chaco. Hace unos días, Andrés vio en Facebook una noticia de la guerra. "Al principio, no me generó mucho impacto. Después pensé en que había que hacer algo. Googlée el mail de la embajada, y llamé dos veces. Me ofrecí para ir a reconstruir las ciudades devastadas por la guerra. Esto nos afecta a todos. Viajaría ahora si me habilitan. Para ayudar lo antes posible", dice, desde su departamento en Córdoba donde estudia ingeniería mecánica. Es técnico en mantenimiento industrial. Y cree que puede hacer un aporte para ayudar a reconstruir. "Si me piden que vaya a reparar algo cerca de la línea de combate no tengo problema. "Todas las guerras son injustas. Pero esta me parece más injusta todavía. No podemos quedarnos inmóviles", dice.

Cada vez que llega un mensaje de este tipo, desde la embajada armenia agradecen infinitamente y a la vez explican por qué no es posible. "No podemos organizar ayuda humanitaria en esta situación de pandemia, ya que Argentina está aislada. Preferimos que los que pueden, ayuden a través del Fondo Armenia", dice. El Fondo Nacional Armenia es un mecanismo que fue creado en 1990 para canalizar la ayuda de la diáspora destinada a reconstruir el país. Es el mismo que se quiere usar ahora para sostener la situación de miles de familias afectadas por la guerra.

El bisabuelo de Gabriel Víctor Arturi, Abraham Der Meguerditchian nació en Marash. Tenía apenas 10 años cuando vio cómo el ejército turco mató a sus papás tirándolos de la terraza de su casa. El escondió a sus hermanas y logró escapar. Se fueron al puerto y se escabulleron en un barco que los llevó a Italia y años más tarde llegó a la Argentina. Hace unos días, Gabriel envío varios mails a la embajada. Y como no se conformó con la respuesta, viajó desde Mercedes hasta le sede diplomática para ofrecerse.

Actualmente trabaja en seguridad privada y por doce años trabajó en el Servicio Penitenciario Bonaerense. "No puede ser que la embajada no tenga un agregado militar en América del Sur. Si hay gente capacitada y dispuesta a ir a combatir, cómo puede ser que nos digan que no se puede. Como católicos tenemos que salir a defender este ataque contra un país cristiano. Se está continuando con el plan que se empezó en la época de mi bisabuelo. Es indignante", dice Arturi. Decidir enlistarse no fue sencillo. Tiene un hijo, Santiago, que apenas tiene tres meses. Y la propuesta no fue sencilla para Flavia, su pareja.

Hugo Jaime Glina tiene 67 años y hace unos días envío una carta a la embajada lamentando que todavía Israel no haya reconocido el genocidio armenio y que venda drones al ejército azerí. "Envié esa nota, porque me indignan estas situaciones. Yo lo comparo con la Shoa, donde fueron asesinados la familia de mis abuelos. Me toca de cerca el genocidio. Estas son heridas del siglo XX que siguen sangrando en este siglo", dice Glina.

La agenda de Walter López, cirujano de Entre Ríos, no le da respiro. Aún así, a pesar de no tener vínculos directos con Armenia, las imágenes más recientes de la guerra lo conmovieron. Sobre todo, aquellas que muestran el estado en el que quedan los soldados luego de ser impactados por las armas azeríes. Pero eso, no lo dudó. Y se ofreció para viajar a ese país y operar a los heridos.