No hay nada que reprochar, 'legalmente', a los invitados a la cena de Pedro J. y El Español

No hay nada que reprochar, 'legalmente', a los invitados a la cena de Pedro J. y El Español

Un espacio cerrado.

Sin mascarillas muchos de los asistentes.

Tan sólo 24 horas después de decretarse un estado de alarma y de que el presidente del Gobierno pidiera responsabilidad a todos los españoles.

¿Qué podía salir mal?

Legalmente, nada.

Insisto, legalmente nada porque no ocurrió nada que no estuviera permitido. El Español no incumplió ninguna normativa. Las mesas -según han explicado los propios organizadores- eran de seis comensales, y la ocupación del local del 33 por ciento -80 invitados en una sala con capacidad para 240-. ¿Que mucha gente no llevaba mascarilla? Lo permitido en un restaurante. Contad cuánta gente se la quita con un suspiro de alivio en cuanto pone el pie dentro de un bar -como si allí no se pudiera reproducir el coronavirus-.

Pero moralmente, moralmente les reprochamos todo a los que asistieron a esa cena.

Mientras seguimos hundiéndonos en una crisis que parece no tener fondo -sanitaria y económica- y nos vamos haciendo a la idea de que van a pasar muchos meses hasta que veamos a nuestra familia -adiós a los reencuentros de Navidad-, la élite política y económica de nuestro país se reúne en un evento de lujo apenas unas horas después de decretar el estado de alarma.

Menudo momento más inoportuno. ¿No?

Las fotos muestran a varios de los asistentes sin mascarilla, sentados en mesas sin la comida servida, con las servilletas aún dobladas sobre el plato, atendiendo al escenario donde se estaban entregando los premios y dando los discursos. El alcalde de Madrid. El JEMAD. Pablo Casado. Teodoro García Egea. Inés Arrimadas.

Ministros, presidentes autonómicos, alcaldes, presidentes de partidos políticos, CEO’s de grandes empresas, presidentes de clubs de fútbol... Buena parte del poder de un país reunido en un salón sin apenas ventanas al exterior. La élite.

Como han seguido haciendo en varios otros encuentros estos últimos meses.

¿Qué les van a decir ahora a los que se sacrifican, los que pasan hambre, los que van a trabajar muertos de miedo en vagones de metro atestados, los que conviven en oficinas porque lo del teletrabajo su jefe se lo pasa por el forro...?

A los que tienen familia en otra comunidad autónoma, y no la verán en meses. A los que tienen a hijos que pasan frío en clase porque las ventanas están abiertas de par en par. A los que han reducido al mínimo la vida social -o directamente la han borrado de sus agendas-.

Sabemos que hay que sacrificarse.

Pero quizá, a los que mandan, les pidamos que vayan un poquito más allá. ¿No?

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