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Murió Miguel Reynal, un símbolo de la lucha por la preservación de la biodiversidad argentina

Visionario e imparable. Así describe Michael Reynal a su padre Miguel, que ayer murió a los 83 años. "Él sufría por el cambio climático en una época en la que muy pocos compartían sus ideas. Todos pensaban que estaba loco, pero no. Él era un adelantado", afirma sobre quien, en 1977, fundó Vida Silvestre y luchó por la preservación de las especies nativas argentinas.

"Se conocía todos los parques nacionales. Todos. Era un personaje fuera de serie, un buscador constante, un fanático de la ciencia y de la naturaleza", cuenta Juan Álzaga, uno de sus mejores amigos, y quien lo acompañó a diversos viajes alrededor del país.

Reynal no había estudiado Agronomía, ni veterinaria ni ninguna carrera afín cuando fundó la entidad que hoy tiene renombre mundial, tres sedes en el país y que impulsó la creación de 10 espacios protegidos, entre reservas naturales y parques nacionales. En ese entonces tenía 40 años, se había graduado de la Escuela de Negocios de Harvard y se desempeñaba como vicepresidente de Austral Líneas Aéreas. Pero llevaba consigo los recuerdos de una infancia en el campo de Corrientes, del entorno natural y puro donde se crió.

"Cuando éramos chicos, nos llevaba a lugares únicos, a los que la mayoría de la gente no iba. Una vez, hicimos un viaje muy largo en bote para llegar a unos lagos en el límite entre la Argentina y Chile que eran increíbles. Él nos inculcó un gran amor por este país y por toda su diversidad", recuerda Michael, de 59 años, que trabaja como ejecutivo en una empresa privada, pero es parte del directorio de Vida Silvestre

La creación de la fundación surgió después de un duro golpe en su vida, la muerte de su hija Alix, la principal heredera de su pasión por la naturaleza. La joven de 16 años falleció en 1976. "Alix no nos dejaba ni siquiera matar una hormiga. Lo había incorporado de él. Por eso, papá decidió que quería honrarla de alguna forma", cuenta Michael, que en ese momento tenía 15 años. Un año después de la muerte de su hija, Reynal dejó su trabajo y fundó, en conjunto con 30 figuras relevantes del mundo de la agronomía, la pesca y el turismo exploratorio, Vida Silvestre.

A lo largo de sus 43 años de existencia, la fundación se dedicó a impulsar la creación de parques nacionales, la concientización ecológica y la elaboración e implementación de proyectos en conjunto con los gobiernos y la sociedad civil para preservar la flora y la fauna autóctonas. Fue gracias a esta obra que Reynal fue galardonado con el Global Prize Laureates del UN Global Roll of Honor en 1996, el máximo premio al logro ambiental a nivel mundial.

Reynal nació en Mercedes, Corrientes, el 21 de septiembre de 1937. Tenía cinco hijos y siete nietos.