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Murió Ellen Wolf, actriz de La omisión de la familia Coleman

Ellen Wolf junto a Claudio Tolcachir en pleno ensayo de La omisión de la familia Coleman, ese montaje que nunca se cansó de apoderarse de la ovación de públicos de todos los países imaginables
Giampaolo Samá

Nació en Alemania en 1926 y su vida fue un periplo increíble, que supera cualquier relato de ficción. La actriz Ellen Wolf que llegó a Argentina cuando era pequeñita y que obtuvo gran reconocimiento por ser la primera abuela de La omisión de la familia Coleman, murió ayer, a los 94 años.

De ella se pueden conocer algunas partes de su vida porque el director y dramaturgo alemán Jürgen Berger llegó a Buenos Aires, vio la obra de Tolcachir en Timbre 4, se deslumbró por el trabajo de Ellen y, por su modo particular de hablar, la quiso conocer en profundidad y descubrió una historia impresionante. A tal punto que la convirtió en obra teatral, Elsa, una especie de biodrama o docuficción que se estrenó con ella como protagonista junto a Javier Lorenzo y a Gaby Ferrero, dirigidos por Carolina Adamovsky, en 2008 en Espacio Callejón y permitió hacer conocida su historia.

Wolf nació en el seno de una familia judía en Alemania, luego tuvo que exiliarse a Suiza escapando del nazismo y finalmente se radicó en Argentina. Aquí armó su familia, pero el horror no había terminado para ella. La última dictadura militar se ocupó de marcarla para siempre. Una de sus hijas fue secuestrada y luego desaparecida en manos de los grupos de tareas; su hijo Sebastián quedó al cuidado de Ellen, y su historia fue narrada por la propia Wolf junto a dos personajes que serían su nieto, hijo de su hija muerta, y su otra hija.

Sin embargo, Ellen Wolf no perdió el impulso. Cuenta el actor y músico Francisco Pesqueira que en el año 1987 tuvo la oportunidad de conocerla: “Me encontraba en el Diquecito en Córdoba, un lugar de descanso para personas que estaban atravesando alguna enfermedad, y Ellen Wolf estaba junto a su pareja de aquel entonces, el artista plástico Humberto Poidomani. Hablábamos de teatro, de arte, de nuestras inquietudes. Tenían una actitud muy cariñosa hacia mi persona. Y Ellen me preguntó cuál era mi sueño y yo les conté que quería salir de toda esa pesadilla y convertirme en actor. Y ella me dijo que también quería ser actriz. Pasaron muchos años sin vernos, y un día me encontré de casualidad a Humberto y me contó que Ellen estaba fantástica, que la tenía que ir a ver al teatro”.

Corría el año 2002 y Wolf participaba junto a Duilio Marzio, Regina Lamm y Julia Fumari de la obra teatral Marlene, sobre los últimos años de la gigante Marlene Dietrich. “La fui a ver, la esperé a la salida, nos abrazamos muy fuerte. Al poco tiempo, salieron las ternas de los Premios Ace y estábamos nominados en la misma terna los dos, ella como revelación femenina y yo como revelación masculina. Y fuimos juntos a recibir el diploma al Teatro Cervantes”, rememora Pesqueira.

Nacida en el seno de una familia judía en Alemania, su familia se exilió a Suiza escapando del nazismo hasta que, finalmente, se radicaron en Argentina. En 2013, formó parte del elenco de Jamón del diablo, la segunda puesta de Tolcachir
Giampaolo Samá


Nacida en el seno de una familia judía en Alemania, su familia se exilió a Suiza escapando del nazismo hasta que, finalmente, se radicaron en Argentina. En 2013, formó parte del elenco de Jamón del diablo, la segunda puesta de Tolcachir (Giampaolo Samá/)

Con esa obra su carrera como actriz acababa de arrancar. A sus 74 años comenzó a tomar clases en un taller en el que tuvo como compañero a Claudio Tolcachir. Al poco tiempo, Ellen se fue para Andamio 90, la escuela de Alejandra Boero, y Tolcachir se convirtió en su maestro. La dirigió en Orfeo y Eurídice, la segunda obra que dirigía Tolcachir, luego Jamón del diablo, en 2002, la obra que estrenaría Timbre 4 como sala teatral. Y luego hizo de abuela en La omisión de la familia Coleman desde el estreno en 2005, durante tres años. Por ese papel se ganó el premio Trinidad Guevara en 2006.

“Yo la conocí en un taller de actuación. Me fascinó de entrada el contraste de sus arrugas y sus ojos de niña. Y la empecé a descubrir: una mujer de familia de alcurnia, de familia patricia, era cantante lírica pero nunca había cantado en público. Nos hicimos amigos enseguida. Tenía una energía y un carácter muy extraño. Era tremendamente inteligente. Hacía reuniones en su casa frente a plaza Las Heras en las que se juntaban concertistas, cantantes líricos, bailarines, lo más alto de la cultura y nosotros mezclados ahí en el medio y ella muerta de risa con eso. Le gustaba salirse de su estructura”, recuerda Tolcachir, con nostalgia, pero sabiendo que recordarla es una forma de homenajear a la mujer que le puso el nombre a la sala Timbre 4. “Si la gente tiene que tocar ese timbre para vernos” decía, simple, práctica, contundente.

“A partir de que la conocí siempre pensaba el personaje para Ellen en la próxima obra. Ella fue un disparador muy grande para crear”, completa Tolcachir, que admite extrañar esa inspiración tan rica y tan difícil de encontrar: “No es tan común encontrar seres que no encajan en nada, que son completamente irremplazables, que están fuera de la norma”.

Sus compañeros de elenco la evocan con amor y carácter. Pero también la sorpresa de su desparpajo. La felicidad con la que trabajaba. Algunos recuerdan las medialunas riquísimas e incomparables que llevaba. “Siempre nos daba de comer, a todos los ensayos, a todas las funciones traía sus infaltables sandwichitos de pastrón y pepinos o las medialunas riquísimas e incomparables”, cuentan la actriz Inda Lavalle y el actor Diego Faturos, dos de los “nietos” Coleman. En cine trabajó en películas como El último mandato (2007), Hermanitos del fin del mundo (2011) y Flores de ruinas (2013) los tres films de Fabio Junco y Julio Midú. También realizó pequeños papeles en Relatos salvajes y en El abrazo partido.

“Gracias por todo, Ellen amada. Fuiste inspiración y deslumbramiento. Me llevaste a tu mundo loco y te metiste de lleno en el mío. Te conocí en un taller de teatro, como compañeros y me enamoré. Literalmente. Desde entonces fuiste parte de todas obras. Escribí para vos. Me reí solo escribiendo textos aprovechando tu acento y tu entonación. Te divertías mezclándonos con tu gente. Fuiste valiente, desprejuiciada, curiosa. Te entregaste a nuestro proyecto cuando muy pocos lo hubieran hecho. Y fuiste auténtica y cruda como pocas mujeres conocí”, escribió Tolcachir en sus redes sociales y agregó “Nunca me perdonaste por no dejarte hacer de la abuela Coleman con el camisolín de hospital. Te reías pensando en la cara de tus amigas paquetas viéndote pasar en culo por el escenario de un PH por Boedo. Y yo no te dejé. Pero de solo imaginarlo nos reímos tanto”.