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Mujeres comparten sus historias de dolor en ‘Antigrita’ en la toma de la CNDH

“Para todas las madres, todas las víctimas, no es un grito de alegría, es un grito de desesperación”.

Estas palabras se escucharon el lunes desde el balcón de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) en el Centro de la Ciudad de México.

El Grito de Independencia no significa nada para las víctimas y las madres de mujeres asesinadas y personas desaparecidas, por ello, un día antes, este 14 de septiembre, dieron una “antigrita”, atrincheradas en las oficinas que cumplen 10 días tomadas.

Acudieron más de 300 mujeres a un acto que mezcló alegría en consignas, presentaciones musicales que incluyeron a Vivir Quintana, y hasta comedia feministas, con el dolor de quienes contaron sus historias de violencia y frustración ante la falta de respuesta de las instituciones. La mayoría eran jóvenes, pero Yesenia Zamudio, madre de una joven asesinada y quien encabeza la toma, dejó muy en claro desde el balcón que eran solo invitadas, porque este acto era para las madres, las que recorren el país buscando justicia.

A las 5 de la tarde inició. A diferencia de los actos oficiales, empezó fuerte, con los testimonios de un colectivo de Padres y Familiares de Desaparecidos, Secuestrados y Asesinados de Guerrero, del que hay alrededor de 10 familias que llegaron el jueves pasado.

“En seis años, ni el estado de Guerrero ni la Federación me han dado respuestas de mi hijo. Esa indignación y esa rabia, ese coraje me han traído a unirme a este Frente”, dijo una mujer desde el balcón.

“Yo no vengo encapuchada, nada más con las medidas de seguridad, pero con mucho orgullo lo sería. Mi nombre es Ivonne Álvarez. Yo busco a mi hermano desde hace siete años, Juan Álvarez. Tengo que estar aquí, en manifestaciones, cerrando calles. Yo no tengo miedo, lo perdí desde hace muchos años. Tengo que ser fuerte para encontrar a mi hermano. Es la promesa que le hice a mi madre, ya muerta”, dijo otra.

“Yo me llamo Agustina. Vengo de Chilapa, no tenemos para comer, mi esposo fue asesinado”, habló una más con vestimenta indígena.

Las historias son de frustración. De Fiscalías que no encuentran a los desaparecidos, no detienen a agresores y no resuelven los casos, de oficinas de atención a víctimas y de derechos humanos que denuncian que solo mandan oficios. Y el mensaje común, que no hay nada que festejar a la patria.

También se contaron historias de violencia machista. Erika Martínez, madre de la niña de 10 años que fue abusada sexualmente hace tres y que intervino un cuadro de Francisco I. Madero que estaba dentro de la CNDH, mandó decir que su hija se siente representada por todas esas jóvenes que se cubren el rostro, pero como colectividad apoyan a la toma.

10 días de toma de instalaciones

Karla García también tomó el micrófono esta vez, aunque ella, sin pertenecer a ningún colectivo, decidió unirse y contar su historia.

Desde que se embarazó, su pareja empezó a decirle que el bebé seguro no era de él, y la violencia que ya había asomado desde que se fueron a vivir juntos, fue haciéndose más constante y más fuerte. Con el bebé de apenas un mes, él la agredió hasta llegar a morderla. Tiempo después, intentó asfixiarla. Ya separados, él tomó al bebé para llevárselo, ella se puso frente al coche para tratar de frenarlo, pero a él no le importó y aceleró… Karla ya acumula cinco demandas, incluida la de intento de feminicidio, pero él está libre y peleando por tener al niño.

Karla no quiere ser un número más de la estadística de 11 mujeres que son asesinadas al día en México. Su expareja declara no vivir en la Ciudad de México, pero ella se lo encuentra cuando va a los tribunales. Resuenan en su mente las historias de mujeres que han sido víctimas de feminicidio justo al salir de un juzgado donde llevan el proceso contra sus violentadores. Y tiene miedo de que eso le pase.

Él ya fue detenido una vez, pero lo liberaron y la carpeta de investigación se perdió. Ahora vive con una nueva pareja con la que también es violento, cuenta Karla, mientras está peleando por que el juzgado familiar no la obligue a entregarle al niño para un régimen de convivencias con el argumento de que el niño tiene derecho a ver a su padre, aunque este sea un potencial asesino.

Ella no pertenecía a ningún colectivo, pero cuando supo que familiares de víctimas de desaparición y de violencia de género tomaron las instalaciones de la CNDH, vino a sumarse, y desde hace más de una semana pasa los días que puede aquí, intercalados con ir a estar con su bebé.

Se le corta la voz cuando habla de lo que sobrevivió y de sus miedos, pero se le ilumina la cara al contar lo que ha encontrado en este espacio, Casa de Refugio Ni Una Menos, como la han denominado las ocupantes de la sede de la CNDH. Las madres más grandes hacen de comer para todas, otras hacen limpieza y recogen basura, por voluntad, sin necesidad de que alguien ordene. Dentro también trabajan en armar despensas con todas las donaciones que no dejan de llegar, para repartir entre muchas otras víctimas que se han acercado.

El frente Ni Una Menos las recibe con abogadas para asesorarlas con sus procesos, esos que se han estancado sin que las víctimas sepan a quién recurrir, y sobre todo, con la comprensión y el apoyo que solo saben darse quienes comparten el mismo dolor.

A Karla la historia que más la ha impresionado fue la de una mujer con la que se identificó: tiene una hija de cuatro años, pero hace dos meses, el papá secuestró. No ha podido verla porque en lugar de perseguirlo por sustracción de menores, las autoridades le dicen que no se preocupe, que finalmente él es su papá.

Uno de los mayores reclamos de las madres y activistas en estos días ha sido la falta de protección institucional a las niñas y niños, como víctimas directas y como huérfanos de feminicidios. Según Karla, hay unos 15 menores adentro, por lo que ya se está planeando una ludoteca para cuidar de los hijos de las mujeres que están ahí mientras buscan justicia.

Las que han llegado a buscar ayuda hasta las puertas de la Casa de Refugio son variadas. Venida desde Durango, Carmen Depraect llevaba un mes yendo a Palacio Nacional para pedir que tan solo le regresen una ayuda que tenía hace tres años, para traslados de sus nietos al Instituto Nacional de Pediatría y ella al de Ciencias Médicas y Nutrición por una fibrosis pulmonar. Quitarles eso, denuncia, es quitarles el derecho a la salud y violencia institucional.

“Yo las entiendo. El mismo gobierno provoca que una haga esto, porque no nos hacen caso. Aquí he visto que por lo menos viene gente”, comentó antes del acto, en el que también tomó el micrófono para contar su caso.

Rechazan respuesta de Rosario Piedra

El jueves pasado, después de la reunión que tuvieron las manifestantes con la secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, la titular de la CNDH, Rosario Piedra Ibarra, envió un comunicado de prensa diciendo que aceptaba el pliego petitorio entregado. Pero ellas reclamaron que haya sido un mensaje para el exterior sin que haya venido hasta la toma a darles esas respuestas y dialogar.

Este lunes contestaron con incredulidad a lo expresado por Piedra. Le dijeron que ya se le olvidó lo que es ser una víctima y luchar por justicia, y se ha convertido en una esquirola. Respecto al señalamiento de que ya se trabaja en recomendaciones sobre violencia de género desde junio, dijeron que en la reunión nadie fue capaz de explicar exactamente en qué consistía y qué medidas van a tomar.

Y sobre la promesa de garantizar un albergue para víctimas de violencia de género, respondieron que para eso tomaron la sede de la Comisión y que mejor les entregue ya el edificio en comodato.

“¿Cuándo va a venir usted a estar con nosotras? Porque ya no las vamos a or a buscar. Hable con la verdad, hable con la verdad como es su obligación. No nos está regalando nada, este espacio es nuestro, es de las víctimas, es de todas las personas que se han visto violentadas en sus derechos humanos. Se lo decimos desde aquí: no nos vamos a salir”, dijo una chica desde el balcón.

 

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