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Una mujer denuncia a un hospital tras un parto traumático que puso a su familia “patas arriba”

Caroline Malatesta tenía 32 años y se encontraba en la mitad del embarazo de su cuarto hijo cuando tomó una decisión radical: no ir más al hospital en el que había dado a luz a sus tres hijos porque empleaban un procedimiento completamente medicalizado (se la obligaba a un “parto de riñones”, con los pies en los estribos y recurriendo a la epidural y a una episiotomía). Optó por dirigirse a uno cuya campaña de marketing le llamó la atención. Según dicha campaña, este hospital ofrecía mayor “autonomía” a las mujeres, con bañeras de parto, habitaciones más cómodas y la garantía de un “plan de parto personalizado”.

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Sin embargo, lo que Malatesa vivió esa noche del año 2012 mientras daba a luz a su hijo en el Centro Médico Brookwood en Birmingham, Alabama (EE.UU.), está en las antípodas de la imagen de un trato reconfortante y contemplativo con la madre que el hospital trataba de vender mediante sus anuncios.

Según ha explicado a Yahoo Parenting, lejos de esa imagen, se topó con intervenciones médicas que la dejaron sin ningún poder de decisión y fue víctima de un trauma psicológico. En este momento se encuentra en medio de un pleito contra el hospital y su enorme empresa matriz, Tenet Health (actualmente sometida a una investigación criminal independiente dirigida por el Departamento de Justicia de EE.UU. debido a un presunto fraude obstétrico), a quienes han acusado de negligencia y fraude médico. Malatesta está dispuesta a hablar acerca de lo que en su opinión no es más que una publicidad engañosa para atraer a mujeres embarazadas.

“Esto me ha dejado muy debilitada, se acabo el sexo para mí, tengo que ir a terapia y estoy medicada para aliviar el dolor y evitar ataques de pánico”, explica Malatesta, una ama de casa que ahora tiene 35 años y que junto a su marido, abogado de profesión, se encarga del cuidado de sus hijos de 3, 4, 8 y 9 años. “Esto puso nuestra familia patas arriba”.

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Malatesta, con su hijo y su marido, poco después de dar a luz (Foto: Caroline Malatesta).

La experiencia por la que pasó es solo un ejemplo de algo que parece alarmantemente habitual en la atención médica durante los embarazos y los partos, a pesar de que se habla poco de ello. Conocido también como “violencia obstétrica” –un concepto en auge en Estados Unidos, pero que ya ha sido elevado a figura legal en países como Venezuela, México o Argentina– hace referencia a cualquier acto de coerción con el fin de llevar a cabo intervenciones médicas, entre las que se incluye la cesárea.

Hay muchos más ejemplos de mujeres que han hablado de los problemas que atravesaron durante su embarazo y parto, y en algunos casos también cuentan lo que hicieron para denunciarlos: el pasado mes de julio una mujer de California fue supuestamente forzada por su obstetra a aceptar una episiotomía e interpuso una denuncia alegando lesiones. Por su parte, una mujer de Nueva Jersey denunció a su obstetra señalando que fue intimidada para que aceptara una cesárea. Se trata de una de las 45 mujeres estadounidenses que recientemente han dado a conocer sus terribles experiencias en un proyecto fotográfico titulado “Exposing the Silence”, y en octubre explicó su historia a Yahoo Parenting.

Una de las grandes valedoras de este proyecto ha sido Cristen Pascucci, de Kentucky, doula y vicepresidenta de la organización Improving Birth, quien asegura que la publicidad engañosa de la que fue víctima Malatesta es algo que se repite en las historias que cuentan mujeres de todo el país.

“Cada vez se ven más y más hospitales que se presentan como lugares donde te dejan elegir, ‘con un marketing que promociona los partos naturales’, pero estas afirmaciones no tienen ningún sustento”, explica Pascucci a Yahoo Parenting, basándose en las conversaciones que ha tenido con doulas, enfermeras y madres de todo el mundo. “A menudo no existe una conexión real entre el marketing y lo que verdaderamente ocurre. Así que por muchas promesas que hagan, es muy probable que una termine confinada a una camilla con estribos y sea monitoreada constantemente”.

Michele Giordano, directora ejecutiva de Choices in Childbirth, un grupo de doulas con sede en Nueva York, ha explicado a Yahoo Parenting que la publicidad engañosa tampoco es algo nuevo para ella. “Lo hemos visto, desafortunadamente, aquí mismo en Nueva York”, asegura. “Creo que el desafío que presentan este tipo de estrategias de marketing es que los hospitales deben aportar pruebas para demostrar lo que prometen. Por ejemplo, si ofrecen consentimiento informado o que las mujeres tendrán movilidad y acceso al efector de salud que las estuvo tratando, entonces tienen que demostrar que lo van a hacer”.

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Uno de los tantos anuncios que promocionan partos en el hospital Brookwood de Alabama, EE.UU (Foto: Big).

Este tipo de anuncios están apareciendo por doquier en varias zonas del país, incluido el estado de Indiana, donde un obstetra que trabaja con parteras, llamado Christopher Stroud, escribió un extenso mensaje en Facebook contra el mensaje de una valla publicitaria situada en Fort Wayne. El anuncio en cuestión prometía un “parto a tu manera”. Ese mensaje, asegura, lo dejó “frustrado”.

“Para disfrutar de un parto a tu manera son necesarias muchas más cosas que carteles llamativos y campañas de marketing brillantes”, escribió el nueve de septiembre en un mensaje que recibió 1.200 “me gusta”. “Es necesario un equipo íntegramente dedicado que ayude a llevar el parto tal y como se desea. Un equipo que se adapte a la agenda de la futura madre. Se precisan médicos, enfermeras, parteras y doulas que sean capaces de dejar de lado lo que ellos crean que es importante, para centrarse únicamente en lo que sea mejor para la mujer, el bebé y su familia”.

Malatesta se topó con esta realidad de la peor manera posible. En el hospital Brookwood, explica que pasó por el recientemente inaugurado Centro de la mujer, donde vio que disponían de una sala de parto con hidromasaje, así como bañeras portátiles que podían ser usadas en cualquier habitación. Más tarde se reunió con su nuevo médico, quien se mostró “muy predispuesto” a ayudarle a tener un parto natural, sin intervenciones. No obstante, cuando se puso de parto y llegó al hospital, su médico no estaba de guardia. Nadie más parecía tener idea de cuál era el procedimiento a seguir durante el parto, ni le ofrecieron libertad de movimientos ni nada de todo lo que había pedido.

Inmediatamente, según recuerda Malatesta, una enfermera le pidió que se acostara boca arriba sobre una camilla y la conectó con cables a un monitor (le habían dicho que lo harían de forma inalámbrica). Cuando estaba a punto de dar a luz, la madre solicitó la bañera especial para partos, tal y como le habían prometido, y la enfermera le contestó que en esa habitación no se podía instalar.

“Seguí preguntando por qué tenía que estar acostada panza arriba y dije reiteradamente que necesitaba moverme, pero me ignoró por completo y me exigió que la obedeciera. Tal cual, como si yo fuera una niña rebelde”, recuerda Malatesta en un mensaje que escribió para Yahoo Parenting. “Sentía cómo mi marido se ponía cada vez más ansioso. A medida que intentábamos reconducir la situación –yo hacía preguntas y le decía a la enfermera que de esa forma me dolía– ella se irritaba cada vez más. Nos dimos cuenta de que no era una cuestión de salud o seguridad. Todo desembocó en una lucha de poder”.

Cuando las dolorosas contracciones empezaron, Malatesta se colocó en una posición más cómoda, apoyándose sobre las manos y las rodillas. En ese momento rompió aguas y el bebé empezó a coronar. Fue a partir de ahí que todo dio un vuelco impredecible: “todo se convirtió en una locura”. La enfermera, junto a otras de sus compañeras, la obligaron a acostarse otra vez. “En un reflejo desesperado, traté de darme la vuelta y ponerme de rodillas de nuevo, para lo cual tuve que luchar contra las enfermeras. Me sujetaron y apretaron la cabeza de mi bebé hacia adentro impidiéndole salir cuando ya estaba en camino”, escribe. Las enfermeras se pasaron unos seis minutos intentando evitar que su hijo Jack naciera. Como consecuencia de esto, Malatesta sufre una dolorosa lesión en los nervios –una enfermedad crónica llamada neuropatía pudenda que provoca un dolor diario “mucho peor que el del parto”, según asegura–, además de que le diagnosticaron PTSD (Trastorno por estrés postraumático). A Malatesta le suministraron oxitocina –una sustancia que induce al parto y que se usa generalmente para evitar el sangrado excesivo tras el mismo– sin que lo supiese ni lo consintiera.

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Malatesta y su hijo Jack hoy (Foto: Caroline Malatesta).

“Así es como mi precioso hijo vino al mundo”, escribe. “No fue suficiente con las propias dificultades que implica dar a luz, además tuve que luchar físicamente contra unas personas a las que habíamos confiado nuestro cuidado”.

Las llamadas que Yahoo Parenting hizo al Centro Médico Brookwood no tuvieron respuesta.

El bombardeo publicitario que acompañó a la inauguración en 2012 del Centro de la mujer en este hospital incluyó paneles publicitarios, anuncios en televisión y en la prensa local, además de emplear el hashtag #ichooseb y dirigirse directamente a las mujeres con frases del tipo: “No podemos decirte que este es el mejor lugar para tener a tu hijo, pero tus amigos sí podrán contártelo”. Algunos materiales difundidos por el hospital dicen lo siguiente: “Nuestro equipo trabaja contigo y tu médico para diseñar un plan de parto personalizado para ti y tu bebé… teniendo en cuenta tus necesidades médicas específicas y las de tu bebé, tu elección del método de parto…”. En una entrevista televisiva a la cadena local de Fox 6 en 2010, el Dr. Jon Adcock, quien atiende en este hospital, señaló lo siguiente: “Queremos comenzar a practicar partos en agua y abrazar otras prácticas propias de los partos naturales”. Esto, sin duda, captó el interés de Malatesta, que había oído hablar de esas prácticas alternativas de boca de algunos amigos de la región noreste de Estados Unidos.

Tras esta desagradable experiencia en Brookwood, Malatesta no sabía adónde acudir. “Me preocupaba que la gente pensase que estaba exagerando, porque no está socialmente aceptado quejarse de cómo fueron las cosas durante el parto si tu bebé finalmente nació sano”, explica. Comenzó a buscar respuestas acerca del trato que recibió consultando a una defensora de pacientes, pero solo recibió evasivas, asegura. Aunque al principio era reacia a recurrir a vías legales, sobre todo porque su padre es médico internista, finalmente, cuando ya no veía otra opción posible, decidió interponer una denuncia en febrero de 2014.

“Hay varios aspectos del litigio que han sido duros desde el punto de vista emocional, por ejemplo, testificar respondiendo a preguntas personales y relacionadas con mi sexualidad, o poner mis correos electrónicos a disposición de mis abogados”, explica Malatesta. “Aunque para mí la parte más difícil fue tener que estar sentada como una espectadora pasiva mientras escuchaba, contra mi voluntad, el testimonio de personas que intentaban justificar su forma de actuar. Realmente es una situación escalofriante tener que oír hablar a las enfermeras y a los administradores del hospital como si tuvieran más derechos que yo sobre mi propio cuerpo”.

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La familia Malatesta (Foto: Caroline Malatesta).

Mediante una declaración jurada proporcionada a Yahoo Parenting, Amy Beard, vicepresidente del Centro de la Mujer de Brookwood, respondió a la pregunta sobre si estaba de acuerdo con que el hospital Brookwood debía cumplir las promesas que hacían a sus pacientes y actuar de forma consecuente: “Estoy de acuerdo siempre y cuando no se ponga en peligro a los pacientes. Algunas pacientes solicitan cosas que no son seguras ni para ellas ni para sus bebés, pero sí, lo afirmo claramente, siempre y cuando no conlleve problemas”.

En un artículo de opinión publicado en Alabama.com en mayo, el columnista Cameron Smith aborda el caso de Malatesta y la forma en cómo dio con Brookwood. “La mayoría de mujeres embarazadas quieren poder decidir cómo traer al mundo a sus bebés, y estos anuncios juegan con ese sentimiento. Pero, ¿qué ocurre cuando la atención recibida no cumple con las expectativas creadas?”, se pregunta al mismo tiempo que señala que su mujer tuvo una experiencia positiva en el Brookwood. “Ese es el tema, […] cada experiencia con los servicios médicos es distinta. Hay tantos matices, protocolos y personas que toman decisiones que es difícil abarcar todo el rango de servicios ofrecidos en un anuncio televisivo o radiofónico […]. Antes de que la futura madre exponga sus preferencias, se enfrenta a una amplia red de restricciones que pueden limitar considerablemente el paquete de servicios personalizados que se ofrece en los anuncios publicitarios”, subraya. “A esto hay que sumar el hecho de que el médico de guardia puede que no tenga las mismas reglas que el médico de cabecera de la paciente, por lo que la promesa de una atención ‘personalizada’ puede dar pie a malos entendidos rápidamente”.

Aunque, según apunta Giordano, el problema de fondo en casos como el de Malatesta es este: “¿Por qué los hospitales dicen que lo hacen de esta manera si después no es cierto? ¿A quién rinden cuentas los hospitales? De momento no se ha desvelado el misterio, y hasta que no lo sepamos no vamos a parar de centrar nuestra atención en estas historias”, dice. “Y a menos que las mujeres tomen las riendas de estos asuntos e inicien acciones legales para que los hospitales rindan cuentas, esto no va a cambiar. No parece haber otra manera”.

Beth Greenfield
Redactora principal