La mujer que defiende a los negros en la frontera -incluida a ella misma-

REYNOSA, MEXICO - DECEMBER 6, 2021: Black Mexican-American border activist Felicia Rangel-Samponaro stops at the long line of migrants who are waiting in line to seek medical attention as she walks through the Plaza Las Americas migrant tent camp on December 6, 2021 in Reynosa, Mexico. She founded the non-profit Sidewalk School so the children of migrants from Central America and Haiti can learn English and other studies.(Gina Ferazzi / Los Angeles Times)
La activista negra Felicia Rangel-Samponaro camina junto a una fila de migrantes hacia la clínica del campamento fronterizo el 6 de diciembre, en Reynosa, México. La escuela sin fines de lucro Sidewalk School, que fundó hace tres años, les brinda educación y otros servicios. (Gina Ferazzi / Los Angeles Times)

Gran parte de ella tiene una historia, no solo su nombre: Felicia Rangel-Samponaro. Su piel color caramelo y cabello castaño rizado, que a menudo está recogido, pueden hacerla pasar por latina, sin embargo, la mujer se reconoce como negra.

En los límites entre Texas y México, esta mujer ha surgido como una defensora vigorosa de los inmigrantes, y ese trabajo a menudo la obliga a tener en cuenta cómo la raza y el origen étnico, real y percibido, dan forma a las vidas en la frontera, incluida la suya.

“Hay mucha opresión, discriminación y racismo en ambos lados del límite”, reconoció.

Asylum seekers sleep on air mattresses under tarps
La solicitante de asilo María Jacinto Gómez, de Guatemala, a la derecha, duerme en un colchón inflable junto a su hijo de 11 años, en un mirador abarrotado de migrantes, en el campamento Plaza Las Américas. Llevan cinco meses esperando allí. (Gina Ferazzi / Los Angeles Times)

Los antecedentes de Rangel-Samponaro le permitieron a la estadounidense de 45 años ganarse a los escépticos que descubren que pueden identificarse con ella, a veces como negros, otras como latinos.

Pero ser una activista negra en la frontera sigue siendo un desafío. En ocasiones, significa ser detenida por la Aduana de EE.UU y luego sometida a un registro de cavidades corporales. Algunas otras, confrontar a los migrantes centroamericanos que hacen bromas racistas o corrigiendo a las personas de ambos lados de la frontera que asumen que su empleado, un hombre blanco, es en realidad su jefe.

La inmigración no estaba en su mente cuando los grupos de solicitantes de asilo aparecieron aquí hace tres años. Ella era una ama de casa suburbana que vivía en la ciudad fronteriza de Brownsville, Texas, con un hijo que asistía a una escuela privada. Llevaba ropa deportiva costosa de Lululemon, conducía un Mercedes y en su tiempo libre jugaba Pokémon.

La publicación de Facebook de una compañera de Pokémon sobre la entrega de donaciones a los migrantes acampados en un puente fronterizo la impulsó a ofrecerse como voluntaria. Había cruzado a México un puñado de veces, al igual que muchos texanos, como turista. Ese primer día de invierno como donante, le sorprendió algo nuevo: ver a los migrantes temblorosos en crisis.

Haitian migrants Robeson Estimable, his wife Anaita Thevenin, and their son Diego Robeson Estimable.
Una familia de inmigrantes haitianos: Robeson Estimable, su esposa Anaita Thevenin, y su hijo de tres años, Diego Robeson Estimable, llevan tres meses en el campamento de tiendas de campaña de Plaza Las Américas. (Gina Ferazzi / Los Angeles Times)

"Fue algo difícil y todavía lo es para mí, simplemente darle la espalda al tema y continuar con mi vida", dijo. "Solamente puso muchas cosas en perspectiva”.

La etnia y la raza pueden superponerse, y en los meses siguientes, se dio cuenta de cuántos de los migrantes se parecían a ella, algunos oriundos de África. El voluntariado con los migrantes pronto la consumió. Su marido no compartía su fervor. En un año, se habían divorciado. Rangel-Samponaro transfirió a su hijo a la escuela pública, cambió su Mercedes por un Honda, Lululemon por pantalones de mezclilla y camisetas que decían "Proteja a los migrantes negros".

Fundó una entidad sin fines de lucro, Sidewalk School, junto con su colega voluntario Víctor Cavazos, que le paga a los solicitantes de asilo para que den clases a los niños migrantes en los campamentos fronterizos. “Usé los ahorros de toda mi vida el primer año para mantener a flote mi organización”, comentó, luego obtuvo donativos, creó una tienda en Etsy para que los migrantes vendieran su arte y los conectó con abogados de inmigración.

Migrant children Melanie Melkel, Velquis Rodriguez and Vilser Chilel attend English class at the Sidewalk School
Los niños migrantes Melanie Melkel de Haití, izquierda; Velquis Rodríguez, de Honduras, y Vilser Chilel, de Guatemala, asisten a clases de inglés en la escuela Sidewalk en Plaza Las Américas el 6 de diciembre. (Gina Ferazzi / Los Angeles Times)

Actualmente, es una de las pocas voluntarias estadounidenses dispuestas a cruzar a Reynosa, Tamaulipas, una peligrosa ciudad fronteriza donde han acampado miles de migrantes. Aunque voluntarios de iglesias negras y activistas haitianos aparecieron este otoño para ayudar a una caravana migrante, pronto desaparecieron. Rangel-Samponaro se quedó allí, en particular defendiendo a los inmigrantes negros afectados por una discriminación que ella conoce muy bien. “Somos pocos y distantes entre sí los que luchamos contra lo que nos está poniendo frenos, que es Estados Unidos”, comentó.

Su madre es negra, se crio en el pueblo agrícola de Kingsville, en el Valle del Río Grande, donde ella y sus hermanos recolectaban algodón. La mujer tiene la piel tan clara, que la gente suele asumir que es blanca. Una vez, en un club nocturno en la década de 1980, las mujeres negras la rodearon porque pensaban que era blanca y estaba saliendo con un hombre negro. En otra ocasión, un grupo de hombres blancos amenazó con matar a su novio negro.

Pero su madre nunca trató de "pasar" por blanca. En el cine, solía sentarse en el palco segregado.

“Crecimos sabiendo que somos negros, y así es como la gente siempre nos verá”, destacó Rangel-Samponaro sobre sus dos hermanas mayores. "Nunca importaba quién era mi padre".

Su padre era hijo de inmigrantes mexicanos que cruzaron ilegalmente a Texas y se establecieron en Austin. Allí es donde se conocieron sus padres, mientras él trabajaba arreglando semáforos para la ciudad.

Las percepciones de la raza y quién debe mezclarse con quién, lo llevaron a la muerte en 1977, cuando ella apenas tenía un año.

Su padre estaba pasando unos días en Austin con su hermano, cuya novia era negra. Un hombre negro le advirtió a su tío que ella "debería estar con los de su propia especie". Pelearon. El padre de Rangel-Samponaro se involucró y el hombre le disparó fatalmente.

Su madre cursó estudios de enfermería e instaló a la familia en un vecindario de clase media en Houston, donde algunos todavía asumían que era blanca.

A diferencia de su madre, Rangel-Samponaro y sus hermanas se destacaban por ser birraciales. “Éramos intimidadas por las niñas blancas y por las mexicanas, porque no encajábamos”, comentó.

Nunca aprendió español porque su padre le había hecho prometer a su madre que criaría a sus hijas como hacían muchos texanos en ese momento, para que solo hablaran inglés. "Quería que fuéramos verdaderos estadounidenses", dijo.

Para su trabajo en México, Rangel-Samponaro cuenta con amigos y empleados como traductores. Creció rodeada de parientes negros, que eran de piel más oscura, y no conocieron a la familia de su padre hasta que ella era adulta, señaló: "Por eso me identifico como mujer negra”.

Su madre no hablaba sobre sus orígenes, pero animó a las niñas a leer mucho. Cuando estaba en sexto grado, Rangel-Samponaro leyó "La autobiografía de Malcolm X" en casa porque no se enseñaba en la escuela, y le llamó la atención el racismo que él había enfrentado como hombre negro de piel clara. Leyó "Tar Baby", "A Raisin in the Sun" y libros de Sista Souljah e Iceberg Slim, pero también de Ayn Rand e incluso "Mein Kampf".

“Simplemente me gusta saber qué es lo que mueve a la gente”, reconoció.

Sus hermanas mayores obtuvieron títulos avanzados. Ella siguió sus pasos, se graduó de la Universidad de Houston y comenzó la escuela de posgrado en orientación terapéutica matrimonial y familiar, mientras enseñaba en la escuela primaria.

Activist Felicia Rangel-Samponaro wearing a face mask
La activista Felicia Rangel-Samponaro enfrenta el racismo a diario en ambos lados de la frontera con Texas. (Gina Ferazzi / Los Angeles Times)

Ella conoció a quien sería su esposo, un hombre blanco de Connecticut, y un año después tuvo un hijo. Poco más tarde, a él le ofrecieron un trabajo de profesor universitario en el Valle del Río Grande, donde los padres de su padre habían cruzado la frontera y su madre había crecido.

La transición fue dolorosa. Cuando cruzó a México con su familia extendida, los vendedores solo se acercaban a ella y a su madre -porque eran de piel clara, supone-. En el lado estadounidense, los lugareños asumían que era negra. “Nunca me habían llamado tanto por la palabra ’n…’ hasta que me mudé aquí”, dijo. "Lo cual en realidad fue bastante sorprendente viniendo de otras minorías, a las que también les decía: ‘De una minoría a la otra: Debería darte vergüenza’".

Ella les dijo a los latinos que lanzaban tales insultos que ellos mismos podrían convertirse en blanco de la intolerancia. "Siempre les hago saber: una vez que dejes tu pequeña burbuja del valle, y si alguna vez vas a Houston u otra ciudad importante en Estados Unidos, te mirarán de la misma manera en que tú me miras a mí".

Felicia Rangel-Samponaro with staffer Alex Norman helps Claudia Chery's daughter Sarania Felix
Felicia Rangel-Samponaro, izquierda, y el empleado Alex Norman ayudan a la solicitante de asilo haitiana Claudia Chery, de 36 años, cuya hija de 10 años, Sarania Félix, nació con una hernia umbilical. (Gina Ferazzi / Los Angeles Times)

A medida que su hijo crecía, también notaba cómo la trataban algunos lugareños. “Me preguntó ayer, cuando salíamos de Wal-Mart, por qué me habían detenido a mí y a nadie más, y le dije: 'Es porque soy negra. Por eso me detuvieron. Creen que robo’. ‘¿Me harán eso a mí?’, me preguntó él. ‘No, no lo harán porque luces como un blanco. Te dejarán pasar’, le contesté. Mi mamá no tuvo esas conversaciones conmigo y mis hermanas. Y me hubieran servido. Así que soy muy honesta con mi hijo".

Su peor temor es que su hijo se haga pasar por blanco, traicionando a sus antepasados negros. Una cosa es que la gente asuma que es blanco, como hacían con su madre. Otra muy distinta es aprovecharse de ello, presentándose de esa manera. “Eso no se hace", comentó, tal como ella y sus hermanas fueron criadas. "Si vemos a una persona negra hacerse pasar por blanca, surge un disgusto inmediato".

Pasar como blanco le facilitaría el trabajo en México, dijo. Los defensores de los inmigrantes blancos parecen imponer automáticamente el respeto de los habitantes de Reynosa. Pero en lugar de fingir, Rangel-Samponaro ha tratado de aprovechar el ser birracial.

Cuando les cuenta a los funcionarios mexicanos sobre su padre, ellos sonríen y chocan los cinco con ella. Cuando les dice que es negra, se sorprenden. “En sus mentes, los negros no cruzan a México para ayudar a otros”, afirmó.

Los inmigrantes negros generalmente asumen que ella es latina. Así que hace hincapié en decir que se identifica como negra y que "tenemos las mismas luchas”.

Entre los inmigrantes latinos aprendió a reconocer cuando usan insultos raciales en español y los detiene, explicando pacientemente que es ofensivo porque ella es negra. Lo considera un momento propicio para la enseñanza.

“Para muchos de ellos, ser negro es lo más bajo que hay”, comentó. “... Soy su primer contacto con una persona negra, y esta persona negra está pagando su renta, alimentando a su familia, proporcionando educación a sus hijos. Así que espero que, a lo largo de los años, haya cambiado la opinión de algunos”.

A principios de este mes, Rangel-Samponaro atravesó el campamento de migrantes, pasó por su escuela, donde una docena de niños se sentaron en tapetes frente a pizarrones, recitando frases en inglés mientras sus padres estaban cerca, una mezcla de migrantes negros y latinos.

Pasó por la clínica sin fines de lucro del campamento, donde la fila había aumentado a más de cien, incluidos varios haitianos: una mujer que había sufrido un aborto espontáneo días antes, una niña de 10 años con una hernia umbilical y una pareja con anemia de células falciformes. El grupo de Rangel-Sammonaro conectaría a los más enfermos con un abogado de inmigración de Estados Unidos.

“Se corrió la voz de que aceptamos casos médicos graves, por lo que ahora todo el mundo tiene un problema médico delicado”, relató.

Los solicitantes de asilo estaban desesperados por escapar del campamento. A medida que se expandió este año a más de 2.000 individuos, se volvió más peligroso. Algunos migrantes fueron secuestrados, agredidos, violados o sufrieron el robo de pertenencias, incluidos los haitianos, que fueron blanco de sus propios vecinos migrantes.

“Roban su comida, toman sus carpas, disponen de sus camas”, comentó Rangel-Samponaro. "Como son negros, sienten que está bien tratarlos de esa manera".

Rangel-Samponaro se detuvo en la parte trasera del campamento donde vivían los haitianos, en una cocina improvisada. Una mujer estaba preparando sopa, picando camotes y chicharos proporcionadas por la activista.

Alex Norman carries a young migrant
Alex Norman, el empleado de la escuela Sidewalk, carga a una joven migrante con la nariz ensangrentada. (Gina Ferazzi / Los Angeles Times)
Claudia Chery tastes the stew she's making
La migrante haitiana Claudia Chery prueba un guiso que prepara sobre un fogón en el campamento para migrantes de Plaza Las Américas en Reynosa, México. (Gina Ferazzi / Los Angeles Times)

Muchas tiendas locales no venden a los inmigrantes negros, relató. Los empleadores no los contratan, los taxis no los llevan y los propietarios se niegan a alquilarles. Entonces Rangel-Samponaro lo hace por ellos, y los lugareños asumen que ella es latina. Es el único caso en el que no aclara su origen, por el bien de su trabajo. "Nunca digo que soy mexicana, aunque lo soy", comentó. “Sería lo mismo que si estuviera tratando de pasar por blanca. Fingir es fingir”.

Ella rentó apartamentos para unos 20 haitianos en otros lugares de Reynosa, pero incluso cuando se hace pasar por latina, su poder para ayudar a los inmigrantes negros en México es limitado.

Cuando recogió a varias familias haitianas que caminaban por las afueras de Reynosa, el otoño pasado, planeando llevarlas a la ciudad, fue detenida por militares mexicanos. A las personas las pusieron bajo custodia, a ella la amenazaron con arrestarla y enviaron a los migrantes al estado sureño de Veracruz, donde ella les envió dinero para comida y alojamiento.

La mujer culpa por el deterioro de las condiciones en el campamento al gobierno mexicano y a la administración Biden, que extendió a la política pandémica de Trump el Título 42, que prohíbe a muchos migrantes pedir asilo.

“Necesitan el Título 42 para mantener alejados a los solicitantes de asilo negros”, señaló recientemente mientras esperaba en el puente fronterizo para regresar a Estados Unidos.

Haitian migrants seeking asylum mingle together
Los migrantes haitianos que buscan asilo se mezclan en el refugio Senda de Vida, el 6 de diciembre. (Gina Ferazzi / Los Angeles Times)

Estaba nerviosa cuando se acercó a la Aduana de EE.UU. Habían pasado meses desde que los oficiales la detuvieron mientras cruzaba con su colega Víctor Cavazos, pero todavía estaba conmocionada.

Nunca antes la habían detenido en el puente, jamás habían registrado y radiografiado su automóvil dos veces. Luego fue escoltada al interior de la oficina de aduanas y dos oficiales latinas inspeccionaron sus cavidades corporales, mientras un supervisor latino la observaba.

Rangel-Samponaro pudo decirles a los oficiales que sospechaban que tenía drogas en su SUV Honda que sus acciones les parecieron un gesto racista. En el video, que filmó con su teléfono, hasta que los oficiales lo confiscaron, ella grita: "¡Solo me registran porque somos minorías!”.

“Les dije: 'Se lo estás haciendo a tu propia gente'”, relató.

Felicia Rangel-Samponaro drives back to the U.S. from Reynosa, Mexico
Felicia Rangel-Samponaro regresa a EE.UU desde Reynosa, México, el 6 de diciembre. Meses antes, los oficiales de aduanas la detuvieron y revisaron sus cavidades corporales. (Gina Ferazzi / Los Angeles Times)

Ella y Cavazos finalmente fueron liberados y desechada su acusación de irregularidades. Al día siguiente, se puso en contacto con un funcionario de aduanas de EE.UU que conoce. Él se disculpó y le envió un formulario por correo electrónico en caso de que quisiera presentar una queja. No lo hizo. "No quiero empeorar las cosas", afirmó, satisfecha de que las acciones de los oficiales fueran escrutadas. "Lo investigó y sé que esa gente se enteró”.

En cuanto al futuro, la semana pasada, Rangel-Samponaro comenzó a construir su propio refugio para migrantes en Reynosa. Los funcionarios mexicanos inicialmente relataron que ella solo podría aceptar familias centroamericanas, pero ella insistió en albergar a migrantes negros también.

"La gente se siente incómoda cuando denuncio el racismo, pero ¿imaginan cómo me siento yo?”, expresó. “Estoy incómoda todo el tiempo. Así que no, no siento ninguna simpatía por quienes se sienten incómodos porque denuncio lo que ocurre. Así es como deben sentirse, y tal vez entonces dejen de hacerlo o les digan a sus amigos que no lo hagan nunca más”.

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Este artículo fue publicado por primera vez en Los Angeles Times en Español.