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De la indiferencia de AMLO al negacionismo de Bolsonaro: en el reino del populismo el Covid se cobra una exagerada cantidad de vidas

Al menos en América, el populismo ha sido terreno fértil del Covid. Entre Estados Unidos, México y Brasil han muerto al menos 1 millón 100 mil personas, aproximadamente un 40% de los fallecidos de todo el orbe a causa de la pandemia. En los tres países, sus presidentes subestimaron al coronavirus cuando se supo lo que se avecinaba, independientemente de las enormes, consabidas y alarmantes advertencias de todo tipo de instituciones científicas. En los tres territorios se politizó el tema. En los tres se tomaron escasas medidas para que sus habitantes se protegieran desde un principio. En los tres se "priorizó" la economía. En los tres el Presidente se puso por encima de la ciencia

El presidente de México, Andrés López Obrador, saluda, desde la ventanilla de su auto, a sus seguidores con la mano, cuando según las normas de sana dustancia no está pemitido
El presidente de México, Andrés López Obrador, saluda, desde la ventanilla de su auto, a sus seguidores con la mano, cuando según las normas de sana dustancia no está pemitido

Lo que para muchísimos políticos y países fue un motivo de unión, esa idea de combatir juntos la pandemia, cuidarnos unos a otros, solidarizarnos, ser empáticos entre ciudadanos, con las instituciones, con los médicos, para estos tres líderes populistas fue una amenaza a sus gestiones y eso hizo que sus liderazgos se condujeran de manera inesperada. Asumieron el virus como un riesgo político y en consecuencia mintieron, subestimaron la hemorragia de muertes que produjo el covid y sus países sufrieron consecuencias que aún no se pueden revertir.

Frases como "el virus se irá un día sin que lo notemos" (Donald Trump), "no tienen nada de qué preocuparse, que se los digo yo" (Andrés López Obtrador) o "es como una gripecita" (Jair Bolsonaro), fueron sólo un signo de lo que fue la política gubernamental del poder ejecutivo de Estados Unidos, México y Brasil respecto a la amenaza sanitaria más calamitosa que haya conocido el planeta en al menos cien años.

La indiferencia de López Obrador

Un informe de la Secretaría de Salud de México reconoció esta semana que las defunciones a causa del Covid 19 son mucho mayores que las inicialmente estimadas, por lo que la cifra supera ya los 300 mil fallecidos y no los 200 mil que dice la cifra oficial.

Es una cantidad enorme para un país con alrededor de 130 millones de habitantes. Pero a nadie sorprende. Desde el inicio de la pandemia, el primer mandatario desestimó los peligros, retrasó las medidas, y las tomadas fueron laxas. En sus acostumbradas "mañaneras" (todos los días Andrés López Obrador empieza la jornada con una conferencia de prensa), el presidente personalizó el tema, se hizo el vocero por encima de las precauciones científicas, y se encargó de que el país no se alarmara ni se cerrara a tiempo.

Los mexicanos que mantuvieron precauciones importantes lo hicieron por voluntad propia. Pero las condiciones para que los contagios se multiplicaran no dejaron de existir. Y las consecuencias ya están a la vista y son irreversibles.

En su libro "Un daño irreparable. La criminal gestión de la pandemia en México", la Doctora en Ciencias Médicas Laurie Ann Ximénez-Fyvie, microbióloga de la universidad de Harvard, hace un listado de las deficiencias del gobierno mexicano frente a la pandemia.

Errores, claro está, se cometieron en muchas administraciones del planeta, pero los del país azteca son todos a causa de la omisión intencionada o la indiferencia deliberada del ejecutivo. "En México no es que no hayan sabido qué hacer con la pandemia, es que tomaron la decisión de no hacerlo", indica.

El reporte oficial actualizado de "Exceso de Mortalidad en México" reconoció hace unos días la cantidad correcta de muertes en un comunicado discreto. Con lo cual, México sobrepasaría a Brasil, el país con más decesos después de Estados Unidos.

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Desde el inicio de la pandemia, y a contrapelo de la mayoría de las recomendaciones epidemiológicas mundiales, México ha apostado por una estrategia que consiste en realizar pocas pruebas, como demuestra su índice de positividad cercano al 50 %, y enfocarse en ampliar la capacidad hospitalaria en lugar de frenar los contagios.

La idea de atender los enfermos, más que prevenir la enfermedad, teniendo enfrente a un virus tan letal, por motivaciones políticas y económicas, terminó pasando factura, pues como es visto ya en todos los territorios, la infraestructura hospitalaria no era suficiente para detener el número de muertes.

El negacionismo de Bolsonaro

Las cifras de Brasil superan los 310 mil muertos. Con una población aproximada de 210 millones de personas, el gigante de Suramérica ha sido consistente por meses en mantener el segundo lugar de muertes del mundo, después de Estados Unidos, debido al covid 19, hasta ahora que México le ha superado.

El manejo de la pandemia por parte del gobierno de Jair Bolsonaro ha sido aún peor que el mexicano. Más que indiferente, la brasileña ha sido una administración negacionista desde el principio, y las consecuencias han sido tan abrumadoras que no solo la pandemia tiene un rebrote peligrosísimo y las cifras de muertes no paran de crecer, sino que su presidencia vive una crisis tal que se ha visto obligado ha hacer un cambio ministerial significativo (cambio de seis ministros)y hasta la cúpula militar y quien parecía un cadáver político, el ex presidente Ignacio Lula Da Silva, ha resucitado.

"Brasil es el ejemplo de todo lo que podía salir mal en una pandemia. Tenemos un país con unos dirigentes que, además de no implementar medidas de control, minaron las medidas que teníamos, como la distancia social, el uso de mascarillas y, durante mucho tiempo, también las vacunas. Nos convertimos en una amenaza global", dice Denise Garrett, epidemióloga que trabajó en el Centro para el Control de Enfermedades y ahora es vicepresidenta del Instituto de Vacunas Sabin.

Sus declaraciones remiten a las manifestaciones públicas que abanderaba el propio Jair Bolsonaro el año pasado en las que, como si no fuese él quien estuviera llamado a prevenir los contagios, el mandatario vociferaba y expresaba su descontento contra el confinamiento y las medidas generales para prevenir los riesgos exponenciales del virus.

"Un año después, estamos en el peor lugar en el que podríamos estar, con una transmisión altísima, con una variante extremadamente alarmante y con un sistema de salud al borde del colapso", remata Garret.

Medicamentos dudosos

Un factor determinante en que la situación resultara tan crítica fue el fomento del uso de medicamentos sin ninguna evidencia científica. Mucha gente creyó en el presidente y pensó que la ivermectina y hidroxicloroquina los protegería. El impacto de estas noticias falsas es inmenso. Mientras, las infecciones han seguido aumentando, empeoradas por variantes más contagiosas.

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Van cuatro ministros al frente de la situación. Los dos primeros se marcharon por diferencias con el Presidente. El tercero, proveniente del mundo militar, salió por la presión ante el aumento de casos y muertes. Con el cuarto, nombrado hace pocas semanas, el gobierno se propone atacar el virus de una manera más decidida. Pero sea acaso demasiado tarde: recientemente, Brasil superó por primera vez las 3.500 muertes relacionadas con covid en un solo día.

La pandemia polarizada de Trump

Bajo el gobierno de Trump, el auge de la pandemia tomó tintes políticos: dar demasiada importancia a la pandemia significaba adversarlo, y creer que la pandemia era desde una simple enfermedad que se iría pronto hasta una falsa creación del Estado Profundo para controlar a las mayorías, representaba apoyarlo.

El argumento racional para negar la pandemia era el de no perder libertades y defender la supervivencia económica. Una posición que aceptaba que dejar morir era mejor que perder capacidad de trabajar o movilizarse. Hasta que la realidad alcanzó a todos.

Incluso Trump llegó a admitir, cuando no tuvo remedio, que había intentado "minimizar la pandemia. No quería causar pánico". Pero lo que ocasionó fue la multiplicación de las muertes por causas pandémicas. Y el virus terminó llegando no solo a su cuerpo, sino que cundió en la Casa Blanca y en sus equipos de colaboradores.

Teorías conspirativas

Antes de eso, el mandatario estadounidense había recomendado usar hidroxicloroquina, un medicamento usado para otras afecciones pero del cual no había prueba de que remediara las consecuencias del Covid. También afirmó que "un buen día el virus se irá, ni cuenta nos daremos", como si de un milagro se tratara. Y en una manifestación llegó a decir que los casos eran muchos porque la gente se hacía "muchas pruebas, por eso voy a mandar a reducir las pruebas".

En un país de poderes descentralizados, algunos gobernadores que han seguido fanáticamente al ex mandatario decidieron eliminar las medidas preventivas como el toque de queda, la apertura parcial de los comercios y las medidas educativas. Texas y Florida son dos buenos ejemplos de ello.

Durante este tiempo, se ha cultivado también una innumerable serie de teorías conspirativas que hacen que mucha gente desconfíe de las vacunas, por lo cual, teniendo los recursos, para Estados Unidos será un gran reto lograr la inmunidad de rebaño, que exige al menos 70 por ciento de la población vacunada, según Anthony Fauci.

A la actitud personalista y política, se agregó que 2020 era un año electoral en Estados Unidos, y Trump eligió que la pandemia no dañara su imagen antes que manejar correctamente los peligros que el virus traería para la población.

Y el resultado fue que no lograse ninguno de sus dos objetivos: el mandatario perdió la presidencia en unas accidentados comicios que aún no reconoce (pero esa es harina de otro costal) y Estados Unidos alcanza ya 550 mil fallecidos, manteniendo desde hace meses el triste récord de ser el país con más muertes por esta causa en el mundo entero.