Muere exiliada cubana que guió a varias generaciones a realizar estudios en Miami

Si hay alguien que fue la luz en el complejo y oscuro túnel que enfrenta un inmigrante cuando quiere iniciar o continuar sus estudios en Miami, fue Mercedes Hernández Amaro. La abogada cubana destacó como consejera académica del Miami Dade College ayudando a varias generaciones de hispanos a emprender su camino a la educación superior en Estados Unidos.

Hernández Amaro falleció de un ataque al corazón el 10 de marzo, en su casa del suroeste de Miami. Tenía 87 años.

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“Era raro el día que no la reconocía alguien y la saludaba”, dice una de sus mejores amigas, la diseñadora gráfica Aurora Arrue. “Tanta gente pasó por sus manos, muchos están agradecidos. Primero fue el Mariel, después los balseros, todo el mundo pasó por ella, hizo todo lo que pudo para ayudar a la gente”, apuntó Arrue, ella misma una exiliada que fue uno de los 10,000 cubanos que se asilaron en la Embajada del Perú en La Habana en abril de 1980, una crisis que culminó con el éxodo del Mariel.

Amable, jovial y con ese talante que tienen las maestras, que alientan con energía, sin malcriar al estudiante, pero inspirándolo siempre, Hernández Amaro era una presencia obligada en las oficinas de Admisión y Consejería del centro Interamerican del Miami Dade College, en la avenida 27 y la calle 7 del suroeste, hoy llamado Eduardo J. Padrón Campus, en reconocimiento al presidente emérito del college y uno de los educadores más destacados del país.

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En el Interamerican, al que asistían muchos inmigrantes por su ubicación en el corazón de La Pequeña Habana, Hernández Amaro salía y entraba a los cubículos, iba hasta donde estaban los estudiantes en la fila para pedir información, los hacía pasar a su oficina, les hablaba de ayuda financiera, de las posibilidades que tenían para estudiar, y sobre todo de algo fundamental, primero tenían que aprender inglés y estaban en el lugar correcto para hacerlo.

“Una de las características mayores de Mercedes es que era muy orientada a servir al estudiante. Los estudiantes venían buscándola”, cuenta Raquel Montequin, amiga y colega de Mercedes por 35 años.

“Era muy jovial, muy buena colega y amiga”, dijo Montequin, apuntando que Mercedes comenzó a trabajar en el College en los años 1980 y llegó a ser la supervisora del Departamento de Student Services en el Interamerican Center.

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Después que Hernández Amaro se retiró del Interamerican Center, un tiempo después regresó a trabajar en el Departamento de Educación a medio tiempo como consejera, hasta su retiro definitivo a los 79 años.

“La escuela preparaba a los maestros, y ella los aconsejaba sobre ayuda financiera, aunque no era su función”, resaltó Montequin, que entonces supervisaba a Hernández Amaro. “Siempre iba más lejos”.

Otros caminos profesionales para exiliados cubanos

Como tantos exiliados cubanos, Hernández Amaro desarrolló una carrera exitosa en lo que no era su primeva vocación, la abogacía. Nacida en Güira de Melena, un pueblo de la costa sur en la hoy provincia de Artemisa, estudió Leyes en la Universidad de La Habana y se graduó como uno de los primeros expedientes de su curso, en una época en que las mujeres elegían carreras como Farmacia o Filosofía y Letras.

“Nunca dejó de pensar como una abogada”, dijo Arrue. “La abogacía siempre fue su vocación, lo repetía todos los días y hasta el final ella era la que llevaba sus cosas. No permitía que nadie le dijera ‘no’ de entrada; insistía; no respetaba que la gente no hiciera un esfuerzo”.

Hernández Amaro salió de Cuba para Colombia en los años 1960 y vivió varios años en Barranquilla. A su llegada a Miami trabajó en el Diario Las Américas, en el que desempeñó puestos de liderazgo en la sección cultural y entrevistó a actrices y figuras de la música como Marlene Dietrich, Vladimir Horowitz y Luciano Pavarotti.

El arte, los conciertos y la cultura en general se mantuvieron como una de sus pasiones, que cultivó con fidelidad asistiendo a los espectáculos que se presentaban en Miami.

En la Congregational United Church of Christ de Coral Gables, en el Adrienne Arsht Center o en el Miami Dade County Auditorium era común encontrarse a Hernández Amaro, que durante los intermedios iba atrayendo a su silla a muchas personas para conversar sobre el show.

“Era muy amante de la música, me la encontraba a menudo en los conciertos. Tenía un gran sentido del humor”, dijo el escritor y crítico de música Daniel Fernández, quien de tanto en tanto recibía una llamada de Mercedes que le consultaba si le recomendaba ir a determinado concierto o le comentaba sobre una de sus críticas de música.

Al igual que muchos exiliados, Hernández Amaro reconstruyó su pequeño mundo, su pueblo costero, en su residencia de Miami. El mar estuvo presente en su entorno, y también en hobbies como la pesca.

Hoy el viejo Interamerican Center se extendió a varios edificios, ganó detalles arquitectónicos y lumínicos y tiene una gran plaza siempre llena de estudiantes en camino a alguna clase. Pero allí están todavía los recuerdos de esas generaciones de inmigrantes que, confundidos por un sistema de educación tan distinto al de sus países, Hernández Amaro ayudó.