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Los Moyano, de la buena conducción a chocar a Independiente

Hugo Moyano está experimentando que es más factible tener contentos y satisfechos a los afiliados al gremio de los camioneros que a los hinchas de Independiente. El fútbol es una materia menos controlable y más cambiante que el sindicalismo. Acostumbrados los Moyano a recibir eternas pleitesías de los choferes de camiones por las condiciones favorables de trabajo y los altos salarios que obtienen ante las cámaras empresarias, quizá pensaron que su buena gestión en los Rojos durante el primer mandato (2014-2017), incluida una aplastante reelección con el 89% de los votos, los galvanizaba indefinidamente contra las críticas y el malestar.

Pero no. Hoy el hincha de Independiente, con justa razón, está enojado y decepcionado por la manera en que se conduce el club. Para llevarlo a la jerga camionera, así como hubo un primer ciclo con un rumbo claro y se demostró pericia en el manejo, ahora Independiente está agarrando todos los pozos y choca esquina por medio.

Los Moyano son responsables de haber reconstruido el predio de Villa Domínico, de terminar las obras del estadio, de darle oxígeno a la tesorería y de ir creciendo competitivamente con Almirón, Pellegrino y Milito, una evolución coronada por Holan, un DT capacitado, que como hincha fanático supo interpretar el gusto de la tribuna y armó un equipo con mística para que volvieran las noches de gloria copera.

Lucas Pusineri, un técnico que intenta hacer pie en medio de una crisis

Todo se orientaba a un ciclo pujante, pero ocurrió lo contrario. Mario Vargas Llosa se preguntaría: ¿cuándo fue que se jodió Independiente? El orden es arbitrario, pero se podría enumerar: Holan, por dinero y ego, se peleó con su mentor: el preparador físico Kohan; la política de refuerzos orilla el desastre: jugadores caros y de pobres rendimientos; la comisión directiva implosiona: un grupo de dirigentes se corre a un costado y la dirección queda en el triunvirato Hugo y Pablo Moyano y "Yoyo" Maldonado; se expande la sensación de desgobierno en lo futbolístico y la economía se pone más roja que la camiseta; los jugadores que están ya no se sienten comprometidos ni identificados con el club, solo esperan que sus representantes les traigan ofertas para irse. Pusineri se debe preguntar a cada rato dónde me metí.

Los hinchas pasan de la preocupación a la furia. Los Moyano, en vez de aprender de sus aciertos, caen en la soberbia. Pablo dice que él no está "en la cancha para cabecear" y Hugo trata de "boludos" y "gansos" a los simpatizantes que lo cuestionan. De seguir así, los Moyano se exponen al colmo de que los hinchas les hagan un paro.