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¿Se puede realmente morir uno de viejo?

Anciano saludable disfrutando la vida al aire libre. (Imagen creative commons vista en Pixabay.com).
Anciano saludable disfrutando la vida al aire libre. (Imagen creative commons vista en Pixabay.com).

¿Cómo desearías morir? Sí, ya se, en principio uno desearía no morir nunca, pero estamos hablando de un evento inevitable, tan natural como el nacer, al que todos acabamos por enfrentarnos tarde o temprano. De modo que vuelvo a hacerte la pregunta. Cuando llegue el momento de partir. ¿Cómo querrías que sucediera?

Apuesto a que casi todos habéis pensado en lo mismo: “yo querría morir de viejo, mientras duermo tranquilamente. De forma súbita y sin sufrimiento alguno”.

Es lógico, a nadie le gusta la idea de irse antes de tiempo en un accidente inesperado, o entre sufrimientos provocados por una enfermedad incurable. Morir de viejo suena tan bien… ¿Pero de verdad existe algo así como morir de viejo, o incluso como morir de causas naturales?

Bien, en Gizmodo han preguntado a cuatro doctores especialistas en medicina paliativa, y de sus respuestas se derivan aspectos muy interesantes de esa entelequia que es morir de viejo, puesto que finalmente todo el mundo muere de una parada cardíaca, ese será nuestro último acto en la Tierra.

Elizabeth Dzeng, profesora de medicina en la UCSF deja esto meridianamente claro en su intervención: “nadie muere realmente de viejo, siempre existen otras enfermedades pre-existentes, o nuevas, que son las que provocan la muerte en cuestión. Nunca verás en un certificado de defunción algo parecido a ‘muerte por vejez’”.

Otra de las expertas consultadas, la profesora Jessica Hmphreys, de la misma universidad californiana y experta en cuidados paliativos avanza en esta idea: “cuando cumplimentas un certificado de defunción, tienes que incluir la cusa de la muerte, que puede deberse a un ataque cardiopulmonar, a un coágulo que se abrió camino hasta los pulmones, o a un cáncer previamente diagnosticado”.

En realidad, muy poca gente tiene la fortuna de fallecer a una edad avanzada, tranquilamente mientras duerme. El proceso normal con el que lidian los médicos es, una persona vive sana hasta que una enfermedad entra en juego; luego los médicos intentan tratarle para aliviar su sufrimiento y prolongar su vida. Cuando en última instancia los médicos comienzan a perder la batalla, comienzan a preparar al paciente para la transición intentando mejorar su vida todo lo que sea posible hasta el final.

Afortunadamente, morir de forma natural en el primer mundo cuenta con la ventaja de la medicina paliativa, que evitará que padezcamos dolores y sufrimientos innecesarios mientras nos preparamos para abandonar este mundo. En muchos países del tercer mundo, donde no hay acceso a los opioides, la forma más “natural” de morir es en un terrible sufrimiento.

David Casarett, profesor y jefe de cuidados paliativos en la facultad de medicina de la Universidad Duke, apunta una cuestión interesante, después de celebrar la vida de su abuela, que falleció a los 103 años en plena posesión de sus facultades mentales. (“Nadie quería heredar su colección de porcelana china, todos queríamos heredar su genética”).

La cuestión de la que hablo es en realidad una pregunta. Si evitamos fumar para no morir de enfisema, y el exceso de colesterol para evitar un ataque al corazón, y además comemos muchas verduras para evitar el cáncer de colon, y hacemos ejercicio y nos mantenemos activos mentalmente para evitar la demencia y el sobrepeso típico del sedentarismo… ¿de qué moriríamos?

Bueno, la respuesta la da Casarett basándose en la experiencia con su abuela, que fue haciéndose más y más frágil con el paso de los años, hasta que una fractura de cadera inició una cascada de acontecimientos que llevó al fatal desenlace. Así pues, hacerlo todo bien no va a asegurar que “muramos de viejos” pero seguro que hace que nuestras posibilidades mejores espectacularmente (si nuestra genética lo permite).

El último experto consultado por Gizmodo, Allen Andrade (profesor en geriatría y medicina paliativa en el la Escuela Icahn de Medicina en Monte Sinaí, Nueva York) anima a los profesionales a no emplear las expresiones “morir de viejo” o “morir por causas naturales” ya que no aportan información de valor para la comunidad médica.

Algo más de sentido tiene su negación, es decir “no falleció por causas naturales”. Pero esto únicamente ha de decirse cuando el muerto ha sido asesinado, se ha suicidado, o si la ausencia de recursos humanos o económicos impiden acceder a un forense para que realice una investigación sobre las causas de la muerte.

En realidad, las personas de cierta edad cada vez hablan con más propiedad y apuntan, de forma inteligente, a que no tienen miedo a la muerte en sí sino al proceso de morirse. Y apunta a unos datos muy interesantes a efectos informativos (y basados en su experiencia) sobre la duración de este proceso, en base al estado del moribundo.

Traduzco sus palabras:

Las personas a los que les queda un período de tiempo de semanas a meses, tienden a desarrollar una disminución constante en sus funciones y, por lo general, pasan más tiempo sentadas o acostadas y dependen más de otros para sus necesidades de cuidado personal.

Las personas a las que les restan días o semanas, tienen cada vez más dificultades para concentrarse, se vuelven menos conscientes de su entorno y muestran un menor interés en la comida y el agua.

Aquellas personas que fallecerán en horas o días, generalmente no son conscientes de su entorno, tienen dificultad para tragar, desarrollan dificultad para respirar y parecen exhaustas, como si acabaran de completar un sprint.

Finalmente, las personas a las que les quedan minutos u horas, por lo general están inconscientes y muestran patrones de respiración erráticos.

No se vosotros, pero después de lo leído creo que es completamente inapropiada la expresión morir de viejo. Cuando llegue el momento (espero que lo más tarde posible) lo único que pediré es contar con profesionales que me ayuden en el tránsito para que sea lo más sosegado posible para mi y los míos. Y es que tan importante es la calidad de vida como la calidad de muerte, y en España hace años que se habla de carencias al respecto en nuestro sistema público. ¡Esperemos que la cosa vaya mejorando! (Con una población cada vez más envejecida no queda otra que ponerse las pilas).

En fin, confío en que un tema tan “fúnebre” no os haya dejado tristes. Recordad que antes de pensar en la muerte hay que disfrutar de la vida al máximo, aprendiendo un poco cada día y disfrutando de la compañía de los que te quieren. Solo así podrá uno plenamente “vivir de viejo”, una expresión que me gusta mucho más que esa otra de la que hemos hablado hoy.

Me enteré leyendo Gizmodo UK.

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