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En los momentos álgidos, DonaldTrump busca el conflicto, en lugar de la conciliación

Con el país al límite, arrasado por la enfermedad, aplastado bajo el derrumbe económico, dividido sobre la necesidad de la cuarentena y hasta del barbijo, y ahora convulsionado una vez más por la lucha racial, la primera reacción instintiva del presidente Donald Trump fue buscar con quién pelearse.

Estados Unidos vivió un fin de semana infernal: 100.000 muertos por la pandemia, 40 millones de personas sin trabajo y ciudades enteras en llamas por el brutal asesinato policial de un hombre negro ya reducido. Pero Trump estaba ocupado atacando a China, a la Organización Mundial de la Salud, a las grandes empresas tecnológicas, al expresidente Barack Obama, al presentador de un canal de cable y al alcalde de una ciudad arrasada por los disturbios.

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Y anteayer esos disturbios tocaron a la puerta del propio Trump por segunda noche consecutiva, cuando cientos de personas que protestaban por el asesinato de George Floyd y por la reacción del presidente colmaron los alrededores de la Casa Blanca. Mientras los más pacíficos gritaban "la vida de los negros importa" y "ni hay paz ni justicia", otros pintaban grafitis con consejos escatológicos para Trump, armaban fogatas, y lanzaban petardos, ladrillos y botellas al Servicio Secreto y la Policía de Parques de Estados Unidos, que respondieron con gas pimienta.

La policía acordonó varias cuadras alrededor de la residencia oficial mientras uniformados camuflados de la Guardia Nacional peinaban la cercana Lafayette Square. Un hombre corría las calles al grito de "¡Revolución!". La imagen de la Casa Blanca rodeada de policías con casco y traje antidisturbios detrás de escudos plásticos alimentó la sensación de un país desgarrado.

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Trump elogió al Servicio Secreto por ser "muy cool" y "muy profesional", pero fustigó a la alcaldesa demócrata de Washington por no aportar agentes de la policía de la ciudad durante los disturbios de la noche del viernes último, algo que ella niega. Mientras los gobernadores y los alcaldes pedían moderación, Trump parecía más interesado en acicatear a los manifestantes, alardeando de la violencia que los esperaba si intentaban poner un pie en el predio de la Casa Blanca.

"Gran multitud, profesionalmente organizados, pero nadie estuvo siquiera cerca de franquear la valla", tuiteó el sábado por la mañana el presidente. "De haberlo hecho, los habrían recibido los perros más feroces y las armas más ominosas que jamás hayan visto. Y mucha gente habría salido muy herida, o peor. Acá hay muchos agentes del Servicio Secreto con ganas de entrar en acción."

Su insinuación de que sus propios seguidores marcharían a la Casa Blanca ese mismo día prenunciaba una batalla en la puerta de su propia casa. "Según tengo entendido, esta noche nos juntamos en la Casa Blanca para hacer grande a Estados Unidos de nuevo", escribió en Twitter en referencia a su eslogan de campaña. El sábado a la noche, sin embargo, no había signos visibles de seguidores de Trump entre los manifestantes.

Después de su berrinche mañanero, Trump trató de recalibrar la jornada y volvió a referirse a los disturbios durante su discurso en el Centro Espacial Kennedy tras el lanzamiento del cohete SpaceX, en un claro intento por moderar el tono beligerante de su discurso.

"Entiendo el dolor de la gente", dijo Trump. "Defendemos el derecho a manifestarse pacíficamente y escuchamos sus pedidos. Pero lo que estamos viendo ahora en las calles de muchas ciudades no tiene que ver ni con un reclamo de justicia ni con un pedido de paz. Los violentos, los saqueadores y los anarquistas están deshonrando la memoria de George Floyd."

En tiempos de discordia el estilo de liderazgo de Trump queda vívidamente expuesto. Desde el inicio de su ascenso al poder, se mostró como un hombre que busca el conflicto, no la conciliación. Como un peleador, no un pacificador. Y eso tiene llegada a una parte sustancial de la opinión pública que lo ve como un presidente dispuesto a embestir sin miedo contra el establishment.

Pero la peligrosa convergencia de una crisis sanitaria, otra económica y ahora una social pone a prueba su estrategia, y lo deja a tientas a poco de una elección que según las actuales encuestas perdería.

"El presidente parece aún más desconectado y despegado que antes de la difícil realidad que vive el país", dice Carlos Curbelo, exlegislador republicano por Florida, crítico de Trump. "En momentos en que Estados Unidos necesita sanarse desesperadamente, el presidente se ocupa de sus mezquinas batallas personales con supuestos enemigos."

Son tiempos desafiantes para cualquier presidente, por supuesto, pero Trump se ha convertido en el tótem de la polarización nacional, y no en su sanador.

"Me pregunto todos los días cómo es que una sociedad se descompone de esta manera y qué puede hacerse para frenar ese proceso", dice Timothy Naftali, historiador de las presidencias de la Universidad de Nueva York. "La calamidad actual va más allá de Trump, que es apenas un típico conservador malicioso que vive de explotar nuestras debilidades."

La respuesta inicial de Trump a los disturbios en Minneapolis deja en evidencia la respuesta más instintiva del presidente ante los problemas del país: bien temprano el viernes, amenazó con el envío de tropas. "Si empieza el saqueo, empiezan las balas", tuiteó.

Tras una ola de críticas intentó retractarse, y trece horas después tuiteó que lo que había querido decir es que "los saqueos terminan en tiroteos" de la gente que está en la calle.

Pero muchos defensores del presidente niegan que haya manejado mal la crisis. Argumentan que los demócratas y la prensa son los culpables de la violencia que se propagó desde Minneapolis a Nueva York, Atlanta, Washington, Louisville, Portland y más de 20 ciudades.

"Miren la lista de ciudades donde se produjeron daños a la propiedad por cientos de millones de dólares, donde hubo gente que salió herida, y donde habrá muertos, y verán que son todas ciudades gobernadas por los demócratas, donde se aplican políticas amigables con la delincuencia", tuiteó el viernes por la noche Rudolph Giuliani, exalcalde de Nueva York y exabogado personal de Trump. "Es lo que nos espera si ganan los demócratas."

La semana última, Trump había retuiteado el video donde uno de sus seguidores decía que "el único demócrata bueno es el demócrata muerto", aunque ahora el seguidor insiste en que fue "políticamente hablando".

Traducción de Jaime Arrambide