El moderno caballo de Troya de Israel: buscapersonas explosivos

Simpatizantes de Hizbulá en duelo por la muerte de cuatro compañeros fallecidos en las explosiones, el miércoles. (Diego Ibarra Sanchez/The New York Times)
Simpatizantes de Hizbulá en duelo por la muerte de cuatro compañeros fallecidos en las explosiones, el miércoles. (Diego Ibarra Sanchez/The New York Times)

Funcionarios de defensa e inteligencia afirmaron que el gobierno israelí no manipuló los dispositivos de Hizbulá que explotaron, sino que los fabricó como parte de una elaborada artimaña.

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Los buscapersonas comenzaron a sonar poco después de las 3: 30 p. m. del martes en Líbano, alertando a los operativos de Hizbulá de un mensaje de sus líderes en un coro de notificaciones, melodías y zumbidos.

Pero no eran los líderes de los militantes. Las notificaciones habían sido enviadas por el archienemigo de Hizbulá, y en cuestión de segundos las alertas fueron seguidas por sonidos de explosiones y gritos de dolor y pánico en calles, tiendas y hogares de todo Líbano.

Las explosiones, provocadas por unos pocos gramos de un compuesto explosivo oculto en los dispositivos, hicieron que hombres adultos salieran despedidos de motocicletas y se estrellaran contra las paredes, según los testigos y las imágenes de video. La gente que estaba de compras cayó al suelo, retorciéndose de dolor, con humo saliendo de sus bolsillos.

Mohammed Awada, de 52 años, y su hijo, conducían junto a un hombre cuyo buscapersonas explotó, dijo. “Mi hijo se volvió loco y empezó a gritar cuando vio que la mano del hombre volaba lejos de él”, contó.

El líder de Hizbulá, Hassan Nasrallah, pronuncia un discurso televisado ante sus seguidores. (Diego Ibarra Sanchez/The New York Times)
El líder de Hizbulá, Hassan Nasrallah, pronuncia un discurso televisado ante sus seguidores. (Diego Ibarra Sanchez/The New York Times)

Al final del día, al menos una decena de personas habían muerto y más de 2700 estaban heridas, muchas de ellas mutiladas. Y al día siguiente, otras 20 personas murieron y cientos resultaron heridas cuando los radios de dos vías de Líbano también empezaron a explotar misteriosamente. Algunos de los muertos y heridos eran miembros de Hizbulá, pero otros no; cuatro de los muertos fueron niños.

Israel no ha confirmado ni negado su participación en las explosiones, pero 12 funcionarios y exfuncionarios de defensa e inteligencia, a quienes se informó del atentado, afirmaron que los israelíes estaban detrás de él, y describen la operación como compleja y de larga gestación. Hablaron con The New York Times bajo condición de anonimato, dada la sensibilidad del tema.

Las trampas explosivas colocadas en los buscapersonas y los radios de dos vías fueron la más reciente salva en el conflicto que enfrenta desde hace décadas a Israel y Hizbulá, que está radicada al otro lado de la frontera, en Líbano. Las tensiones se intensificaron tras el inicio de la guerra en la Franja de Gaza.

Los grupos respaldados por Irán, como Hizbulá, son vulnerables desde hace tiempo a los ataques israelíes con tecnologías sofisticadas. En 2020, por ejemplo, Israel asesinó al principal científico nuclear iraní utilizando un robot asistido por inteligencia artificial controlado a distancia vía satélite. Israel también ha utilizado el hackeo para obstaculizar el desarrollo nuclear iraní.

En Líbano, mientras Israel eliminaba a comandos de alto rango de Hizbulá con asesinatos selectivos, su líder llegó a una conclusión: si Israel utilizaba la alta tecnología, Hizbulá se pasaría a tecnologías más simples. El angustiado líder de Hizbulá, Hassan Nasrallah, dijo que estaba claro que Israel utilizaba las redes de telefonía celular para localizar a sus agentes.

“Si me preguntas dónde está el agente”, dijo Nasrallah a sus seguidores en un discurso televisado públicamente en febrero. “Te digo que el agente es el teléfono que está en tus manos, en las de tu esposa y en las de tus hijos”.

Luego lanzó una súplica.

“Entiérrenlo”, dijo Nasrallah. “Métanlo en una caja de hierro y pónganlo bajo llave”.

Nasrallah llevaba años presionando para que Hizbulá invirtiera en buscapersonas, que, a pesar de sus limitadas capacidades, podían recibir datos sin revelar la ubicación del usuario u otra información comprometedora, según las evaluaciones de los servicios de inteligencia estadounidenses.

Los servicios de inteligencia israelíes vieron una oportunidad.

Incluso antes de que Nasrallah decidiera ampliar el uso de buscapersonas, Israel ya había puesto en marcha un plan para crear una empresa fantasma que se haría pasar por fabricante internacional de buscapersonas.

Según todas las apariencias, BAC Consulting era una empresa con sede en Hungría contratada para producir los dispositivos en nombre de una empresa taiwanesa, Gold Apollo. En realidad, formaba parte de una tapadera israelí, según tres agentes de inteligencia informados sobre la operación. Dijeron que también se crearon al menos otras dos empresas ficticias para ocultar la verdadera identidad de las personas que producían los buscapersonas: oficiales de inteligencia israelíes.

BAC aceptó clientes ordinarios, para los que produjo una serie de localizadores ordinarios. Pero el único cliente que realmente importaba era Hizbulá, y sus localizadores distaban mucho de ser corrientes. Producidos por separado, contenían baterías con el explosivo PETN, según los tres agentes de inteligencia.

Los buscapersonas comenzaron a enviarse a Líbano en el verano de 2022 en pequeñas cantidades, pero la producción aumentó rápidamente después de que Nasrallah denunciara los teléfonos celulares.

Algunos de los temores del Nasrallah fueron estimulados por los informes de los aliados de que Israel había adquirido nuevos medios para hackear teléfonos, activando micrófonos y cámaras de forma remota para espiar a sus propietarios. Según tres funcionarios de los servicios de inteligencia, Israel había invertido millones en el desarrollo de esa tecnología, y entre Hizbulá y sus aliados se corrió la voz de que ninguna comunicación por teléfono celular —ni siquiera en las aplicaciones de mensajería encriptadas— era ya segura.

Nasrallah no solo prohibió los teléfonos celulares en las reuniones de los operativos de Hizbulá, sino que ordenó que los detalles de los movimientos y planes de Hizbulá nunca se comunicaran a través de celulares, dijeron tres funcionarios de inteligencia. Ordenó que los oficiales de Hizbulá llevaran localizadores en todo momento y que, en caso de guerra, se utilizaran para indicar a los combatientes dónde dirigirse.

Durante el verano aumentaron los envíos de buscapersonas a Líbano: miles llegaron al país y se distribuyeron entre los oficiales de Hizbulá y sus aliados, según dos funcionarios de inteligencia estadounidenses.

Para Hizbulá, se trataba de una medida defensiva, pero en Israel, los oficiales de inteligencia se referían a los buscapersonas como “botones” que se podían pulsar cuando pareciera que había llegado el momento.

Ese momento, al parecer, llegó esta semana.

El domingo, ante su gabinete de seguridad, el primer ministro Benjamín Netanyahu dijo que haría todo lo necesario para que los más de 70.000 israelíes expulsados por los combates con Hizbulá pudieran regresar a sus hogares, según informaron varios medios de comunicación israelíes. Esos residentes, dijo, no podrían regresar sin “un cambio fundamental en la situación de seguridad en el norte”, según un comunicado de la oficina del primer ministro.

El martes se dio la orden de activar los localizadores.

Para desencadenar las explosiones, según tres funcionarios de inteligencia y defensa, Israel hizo sonar los buscapersonas y les envió un mensaje en árabe que parecía provenir de los altos dirigentes de Hizbulá.

Segundos después, Líbano era un caos.

Con tantos heridos, las ambulancias colmaban las calles y los hospitales pronto se vieron desbordados. Hizbulá dijo que al menos ocho de sus combatientes habían muerto, pero varios no combatientes también se vieron envueltos en la refriega.

En el sur de Líbano, en el pueblo de Saraain, una niña, Fatima Abdullah, acababa de llegar a casa de su primer día de cuarto grado cuando oyó que el buscapersonas de su padre empezaba a sonar, dijo su tía. Cogió el aparato para llevárselo y lo tenía en la mano cuando explotó, matándola. Fátima tenía 9 años.

El miércoles, mientras miles de personas se reunían en los suburbios del sur de Beirut para asistir a un funeral al aire libre por dos personas fallecidas por las explosiones, estalló de nuevo el caos: hubo otra explosión.

En medio del humo amargo, los dolientes, presas del pánico, salieron en estampida a las calles, buscando refugio en los vestíbulos de los edificios cercanos. Muchos temían que su teléfono, o el teléfono de una persona que estaba a su lado entre la multitud, estuviera a punto de explotar.

”¡Apaga el teléfono!”, gritaban algunos. “¡Quítale la batería!”. Poco después, una voz en un altavoz del funeral instó a todo el mundo a hacerlo.

Para los libaneses, la segunda oleada de explosiones fue la confirmación de la lección del día anterior: ahora viven en un mundo en el que los dispositivos de comunicación más comunes pueden transformarse en instrumentos de muerte.

Una mujer, Um Ibrahim, detuvo a un reportero en medio de la confusión y le suplicó poder utilizar un celular para llamar a sus hijos. Con las manos temblorosas, marcó un número y luego gritó una orden:

”¡Apaguen sus teléfonos ya!”.

Liam Stack y Euan Ward colaboraron con reportería.


Sheera Frenkel
es una periodista que vive en el área de la Bahía de San Francisco y cubre las formas en que la tecnología afecta la vida cotidiana, enfocándose en las empresas de redes sociales como Facebook, Instagram, Twitter, TikTok, YouTube, Telegram y WhatsApp. Más de Sheera Frenkel


Ronen Bergman
es reportero de The New York Times Magazine y vive en Tel Aviv. Su libro más reciente es Rise and Kill First: The Secret History of Israel’s Targeted Assassinations, publicado por Random House. Más de Ronen Bergman


Liam Stack y Euan Ward colaboraron con reportería.

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