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"Mi rival no tiene hijos, yo tengo dos y trabajo"

Miriam Gutiérrez (derecha) conversa con su rival, la irlandesa Katie Taylor, tras el combate. Foto: Twitter @prensaboxeo
Miriam Gutiérrez (derecha) junto a Katie Taylor tras el combate. Foto: Twitter @prensaboxeo

Era una misión casi imposible. No porque Miriam Gutiérrez no sea una boxeadora excelente, sino porque su oponente Katie Taylor es extraordinariamente buena, casi imbatible. El palmarés de la irlandesa habla por sí solo: un oro olímpico, cinco mundiales e incontables europeos en su etapa amateur, y un registro de 17 victorias en otros tantos combates desde que se convirtió en profesional, allá por 2016. Publicaciones especializadas como BoxRec la consideran la mejor del mundo “libra por libra”, que es el sistema (un tanto subjetivo, hay que reconocerlo) que se ha creado para comparar a púgiles de distintas categorías de peso.

Y eso que Miriam, la Reina, dio todo lo que tenía. La madrileña se esforzó al máximo para aguantar, y llegó a poner en apuros a la vigente campeona mundial de peso ligero por la AMB, la FIB, la OMB y el CMB. Pero Taylor sacó su talento, llegó a derribar a Gutiérrez en el cuarto asalto y se proclamó vencedora, conservando todos sus títulos, por decisión unánime de los jueces.

La aspirante española aceptó su derrota con deportividad y felicitó cordialmente a la triunfadora. No obstante, al día siguiente al combate le concedió una entrevista a José Ramón de La Morena en El Transistor, programa de Onda Cero, en el que dio una de las claves para explicar el resultado: “Mi rival viene de ganar dos medallas olímpicas, tiene una cantidad brutal de peleas. Sinceramente, no tiene hijos y yo tengo dos, tengo mi trabajo, tengo mi deporte... es una serie de cosas que no es una dedicación entera y un descanso exhaustivo. Creo que he hecho un buen papel”.

Porque, en efecto, Taylor es boxeadora a tiempo completo. Antigua futbolista, con once participaciones y dos goles para su selección nacional, en 2009 decidió centrarse en el ring y los guantes e ir progresando hasta llegar a ser la superestrella que es hoy. Lleva ya casi cuatro años con estatus de profesional y sus combates, habitualmente en el Reino Unido o en Estados Unidos, atraen gran cantidad de público, lo que le suele reportar ingresos más que dignos para sobrevivir, que además completa con varios contratos publicitarios con empresas de Irlanda.

Miriam, sin embargo, lo tiene más difícil en este sentido. A sus 37 años, el del pasado sábado ha sido el primer combate de su carrera profesional fuera de España. Porque La Reina, madre de una joven de 16 años y de un niño más pequeño, lo tiene un poco más difícil para viajar, ya que debe cuadrar sus peleas con sus obligaciones laborales. Durante un tiempo, para sacar adelante a su primera hija, tuvo que dedicarse a fregar escaleras; más tarde, obtuvo un puesto como jardinera en Torrejón de Ardoz, localidad de la periferia de Madrid en la que reside.

Desde 2019 también debe compaginar su actividad deportiva con la laboral, pero por suerte su ocupación es físicamente menos exigente. En las elecciones municipales de 2019 formó parte de las listas del Partido Popular en Torrejón y, tras la victoria de esta formación, fue nombrada concejal de Mujer, con competencias sobre los programas de prevención de la violencia de género y la atención a sus víctimas. “Creo que puedo ayudar a los demás con mi experiencia. Además, tengo una enorme fe en Ignacio Vázquez, nuestro alcalde. Pero no soy del PP, soy independiente”, declaró poco después de acceder al cargo.

Porque, lamentablemente, en este tema puede considerarse una experta, ya que sufrió una relación abusiva en la que su pareja la agredía. De hecho, el nacimiento de su primera hija fue prematuro, como consecuencia de la paliza que le dio el padre cuando estaba embarazada de ocho meses. Volver al boxeo, que había abandonado como consecuencia del maltrato, fue su terapia para poder recuperar una vida normal.

No, no es una bandera republicana: es la enseña municipal de Torrejón, amarilla y morada, superpuesta a otra monárquica española.

Las condiciones en que Gutiérrez ha tenido, y todavía tiene, que desarrollar su carrera deberían hacernos reflexionar como sociedad. Toda una aspirante a campeona del mundo no puede dedicarse en exclusiva a su deporte, sino que no le queda más remedio que compaginarlo con otras tareas. De hecho, entre este factor y la pandemia del coronavirus llevaba ya casi un año entero sin subirse a un ring (Taylor tuvo una pelea en agosto contra la belga Delfine Persoon).

En España deberíamos replantearnos la relación que tenemos con los deportes minoritarios. Nos encanta presumir de talento patrio cuando alguien destaca, particularmente si lo hace en una gran cita como unos Juegos Olímpicos, pero no solo no facilitamos la tarea a los deportistas durante su vida cotidiana, que es la que les acabará llevando a la gloria, sino que en no pocas ocasiones les ponemos trabas. En parte los medios de comunicación tenemos nuestra parte de culpa, porque probablemente no fomentemos lo suficiente estas actividades a las que, por otra parte, la sociedad en general tampoco presta demasiada atención. Mientras no encontremos la manera de arreglar esto, gestas como las de Miriam serán solo producto de heroicidades individuales, y no de un sistema que funcione.

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