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Metro de Budapest: 125 años del segundo metropolitano más antiguo del mundo

Budapest, 19 ago (EFE).- En 1896, años antes de que grandes ciudades como París, Berlín o Nueva York tuvieran un tren subterráneo, en Budapest, la entonces segunda capital del Imperio Austro-Húngaro, ya circulaba un metro que fue en su día un prodigio tecnológico en una ciudad en pleno salto hacia la modernidad.

El Reino de Hungría, como un Estado dentro del Imperio, festejó aquel año el milenio de su existencia con una serie de inversiones de prestigio, como la construcción del segundo metro totalmente subterráneo del mundo, tras el de Londres.

PRIMER METRO ELÉCTRICO

Esa infraestructura, con sus señales de paradas amarillas a lo largo de la vistosa y lujosa avenida Andrássy, es aún uno de los iconos de Budapest.

Transportó a sus primeros pasajeros el 2 de mayo de 1896, cuenta a Efe Erzsébet Pásztor, directora de relaciones sociales de la Empresa de Transporte de Budapest (BKV).

Aunque el de Londres funcionaba ya desde hacia tres décadas, el de la capital húngara fue el primero en usar motores eléctricos y no de vapor, que le permitían avanzar a 40 kilómetros por hora.

EL VAGÓN DE FRANCISCO JOSÉ

La inauguración estuvo presidida por el emperador Francisco José, que hizo el viaje en un lujoso vagón especial construido exclusivamente para él.

"Como un emperador bondadoso, autorizó a que el metro llevara su nombre", por lo que durante años el metro se llamó "Tren Eléctrico Subterráneo Francisco José", explica Pásztor.

Ese lujoso vagón no existe más, ya que en 1970 fue desmontado, por razones desconocidas.

El tren subterráneo partía del centro de la ciudad, de la plaza Gizella, en honor a la hija de Francisco José y la emperatriz Sisi, que actualmente se llama plaza (Tér) Vörösmarty y llegaba a la Plaza de los Héroes, en cuyos alrededores se organizaron las celebraciones por el milenio en 1896.

Con unos cuatro kilómetros y once paradas, une el centro de la ciudad con otros destinos turísticos, como la plaza de los Héroes o el baño termal Széchenyi.

UN DINÁMICA CIUDAD

Budapest, una de las ciudades más importantes del Imperio a finales del siglo XIX, registró un rápido crecimiento, principalmente después de la unificación en 1873 de lo que antes eran tres localidades separadas: Buda, Pest y Óbuda.

Fue en esas décadas cuando el centro de Budapest adquirió la estética que conserva hoy, con edificios y palacios clasicistas y sus anchas avenidas, entre las que destaca la Andrássy.

Entre la unificación y finales del siglo se triplicó el número de edificios y se duplicó la población dela ciudad, hasta unas 700.000 personas.

En 1893 se propuso la construcción de un tranvía en la avenida Andrássy. Tras el rechazo de las autoridades, nació el plan de construir un tren subterráneo para que el ruido del tranvía no molestara a los aristócratas y ricos burgueses que vivían en los lujosos palacios de la avenida.

"La línea se construyó en 19 meses, utilizando técnicas con las que se adelantaron a la época como, por ejemplo, el uso de hormigoneras eléctricas o de estructuras de hormigón armado", dice Pásztor.

EL PEQUEÑO SUBTERRÁNEO

Aquella primera línea, cuyo nombre oficial es aún "Tren Subterráneo del Milenio", se convirtió en una atracción para los budapestinos, que hoy aún se refieren a ella como "el pequeño subterráneo" o "el metro amarillo".

Ese primer tramo, usado cada día por unos 75.000 pasajeros, es parte integral del actual Budapesti metró, que tiene 4 líneas y discurre a lo largo de casi 40 kilómetros.

Las señales de las paradas del metro original, que apenas sufrió daños durante los combates de la Segunda Guerra Mundial, forman parte de la imagen de Budapest, con su forma clásica y su llamativo color amarillo.

En muchas de sus paradas el viajero encuentra un ambiente que refleja lo que era en 1896, con las clásicas baldosas de los originales colores, elaboradas por la famosa fábrica de porcelana Zsolnay, y con los pilares de metal.

"Los extranjeros lo aprecian mucho, es una perla", enfatiza Pásztor.

De los 20 vagones originales tres se conservaron en su estado original y dos están exhibidos en museos de Boston y de Hannover.

El tercero, que lleva el respetuoso nombre de "la anciana", circula en la línea de Budapest en ocasiones especiales.

Marcelo Nagy

(c) Agencia EFE