Meritocracia. ¿Qué representa la idea a la que Alberto Fernández se opone?

"Yo no digo que el mérito no sirve para progresar, pero no creo en la meritocracia", exclamó anteayer en un acto el presidente, Alberto Fernández. LA NACION consultó a especialistas del ámbito de las ciencias sociales para pensar qué significa estar en contra de esa idea, que considera que el desarrollo y crecimiento personal estarán determinado por el mérito individual. ¿La meritocracia, funciona de manera equitativa, o termina siendo un sistema cerrado que solo beneficia a los que tienen más oportunidades, como sugirió Fernández?

La evolución de la pandemia

Irene Kit, presidenta de la Asociación Civil Educación Para Todos, ve que hay cierta crueldad cuando se cuenta, por ejemplo, la historia del niño humilde que va descalzo a la escuela y es abanderado. "Lo que algunos decodifican de esas historias, es que, si una persona pobre se esfuerza, puede superar las limitaciones y desplegarse. Lo que Pierre Bourdieu llama la flor en el fango".

Kit señala que el mérito, entendido como un esfuerzo personal para superarse, es una disposición emocional, cognitiva y espiritual, que debe destacarse y valorarse, pero siempre teniendo en consideración el punto de partida. Ve al mérito no como una medida objetiva, sino subjetiva.

"En la meritocracia, a mi entender, hay una pretensión de suponer objetividad en ese esfuerzo, por el cual al que mide 1,50 y al de 1,80 les cuesta lo mismo agarrar algo en el estante de arriba. Hay una tensión evidente entre las oportunidades para desplegar un proyecto de vida y el azar de la genética, o de haber nacido donde la persona nació", dice Kit. "Así como también es cierto que a veces uno no tiene mérito por lo que le fue dado, sino por lo que haya hecho con eso. Como también, muchas veces, no hay un demérito en no haber logrado avanzar en un proyecto conforme a la pauta cultural de su entorno", agrega.

Esfuerzo y resultado

Mariano Narodowski. Académico, docente, investigador y ministro de Educación de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires entre 2007 y 2009, piensa al mérito y al esfuerzo como dos cosas distintas.

"La meritocracia es un tipo de organización que adjudica más recursos materiales y simbólicos a quienes hacen algo mejor que los demás, es decir, no reconoce el esfuerzo, sino el resultado. Incluso, mientras menor es el esfuerzo y mayor es el resultado, más será la recompensa. Se supone que con más esfuerzo vamos a tener más mérito, pero en definitiva el esfuerzo no está en juego. Ahora, sí dos personas parten del mismo punto, ahí sí el esfuerzo hará la diferencia", dice Narodowski.

El especialista señala que la falla de la meritocracia es que, en su opinión, está regida por el azar, y no por el esfuerzo, y que la cura para esa falla es la equidad, asignando recursos a los que menos tienen, es decir, la idea opuesta a su visión de lo que sucede con la meritocracia. Argumenta que en los países con pocos recursos hay una tensión difícil de resolver entre equidad y meritocracia, pero que, si la equidad se sostuviera en el tiempo, habría más y mejores talentos que en las sociedades en donde los poseedores de mérito son casi siempre los mismos.

"El mejor ejemplo de equidad, es la educación gratuita y obligatoria, en donde sí se reconoce al esfuerzo por sobre el mérito. Hoy en día hay una gran diferencia entre la educación pública y la privada, pero si no existiera la pública, la inequidad sería aún peor. Con inteligencia y consensos hay que buscar a los profesionales de más alto mérito, pero al mismo tiempo nivelar los puntos de partida", agrega Narodowski.

Meritocracia versus nepotismo

Gustavo Zorzoli es el ex rector del Colegio Nacional Buenos Aires, uno de los colegios públicos más prestigiosos y exigentes. Él cuenta que viene de una familia humilde, y que a través del estudio terminó en una posición social que no estaba calculada para alguien que proviene de ese entorno social.

"En el sistema capitalista, la meritocracia vino a reemplazar, por ejemplo, al nepotismo, te permite llegar a lugares que antes de la Revolución Francesa eran ocupados según los títulos nobiliarios que se otorgaban discrecionalmente. La escuela democratizó las oportunidades, siempre y cuando estas cuenten con los recursos para que los chicos de los sectores vulnerables puedan competir por ocupar lugares importantes", argumenta Zorzoli.

Él señala al Nacional Buenos Aires como un ejemplo de meritocracia, porque se ingresa a través de un curso muy exigente, en donde aquellos conocimientos que se traen son muy importantes, pero también existen espacios gratuitos en donde profesores y estudiantes de la institución ayudan a los alumnos a reforzar conocimientos, cuando antes solo los sectores más pudientes eran los que podían acceder a las clases de apoyo con profesores particulares.

"Durante mi gestión tuve 200 alumnos becados. El total de alumnos era 2000, pero 20 años atrás esas 200 becas no existían. Si vos hacés políticas que ayuden a esos sectores, podes lograr una educación de excelencia con la posibilidad de que más alumnos accedan a ella", agrega Zorzoli.

Guillermina Tiramonti, politóloga e investigadora del Área de Educación de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) desde 1985, cree que la meritocracia es un sistema social en donde el criterio para definir los lugares que ocupan las personas en la estructura social, responde a los méritos individuales, es decir, a aquellos que trabajan para obtener los mejores resultados. Aunque destaca que, en esa competencia por ocupar los lugares de privilegio, hay un gran condicionamiento de origen.

"En la Argentina, si vos ves y hacés estadísticas, lo que mejor predice cómo te va a ir en la vida, es tu cuna, es decir, tu origen social. Yo hice una relación entre la tasa de empleo y el origen social de los chicos, y te encontrás con que incluso los títulos definen poco, porque ves a chicos con el mismo título y uno está empleado y el otro no. Y el que mejores condiciones sociales y relaciones tenga será al que más posibilidades acceda", sostiene la especialista.

Por su parte, Rosario Fassina, socióloga y coordinadora del Programa Derecho a la Ciudad de la Asociación Civil por la Igualdad y la Justicia (ACIJ), concluye que es un error pensar que tener mejores condiciones de vida depende sólo del esfuerzo individual de cada individuo, porque eso invisibiliza la responsabilidad estatal de garantizar los derechos esenciales a todos los habitantes, y brindar así un punto de partida más justo.