El dilema científico ante retrasos en la aplicación de la vacuna: ¿es prudente postergar la segunda dosis?

Barbara Johnston, a la izquierda, y Paula Richards esperan en la fila el 29 de diciembre de 2020, en la Biblioteca Regional del condado East en Lehigh Acres, Florida, donde el Departamento de Salud de Florida en el condado de Lee está ofreciendo una cantidad limitada de vacunas contra la COVID-19 a trabajadores sanitarios de alto riesgo en la primera línea de defensa y a las personas mayores de 65 años. (Octavio Jones/The New York Times).

Mientras los gobiernos de todo el mundo se apresuran a vacunar a sus ciudadanos contra el creciente coronavirus, los científicos se ven envueltos en un acalorado debate sobre una interrogante sorprendente: ¿es más prudente retrasar las segundas dosis que todos necesitarán o inocular ahora a tantas personas como sea posible y dejar las segundas dosis para después?

Dado que incluso la primera inyección parece proporcionar cierta protección contra la COVID-19, algunos expertos creen que la vía más rápida para contener el virus es administrar las primeras dosis a tanta gente como sea posible en este momento.

Las autoridades del Reino Unido ya tomaron la decisión de retrasar la dosis de refuerzo de las vacunas fabricadas por las farmacéuticas AstraZeneca y Pfizer a fin de distribuir más ampliamente la protección parcial que ofrece una sola dosis.

Las autoridades sanitarias de Estados Unidos se han opuesto de manera firme a la idea. “Yo no estaría a favor de eso”, dijo a CNN el viernes Anthony Fauci, el principal experto en enfermedades infecciosas de la nación. “Vamos a seguir haciendo lo que estamos haciendo”, agregó.

Sin embargo, el domingo, Moncef Slaoui, asesor científico de la Operación Máxima Velocidad, el operativo federal para acelerar el desarrollo y la distribución de la vacuna, ofreció una alternativa interesante: dar a algunos estadounidenses dos medias dosis de la vacuna de Moderna, con la finalidad de tal vez obtener más inmunidad del limitado suministro de vacunas con el que cuenta el país.

Un trabajador sanitario recibe una vacuna de Pfizer-BioNTech contra la COVID-19 en el Centro Hospitalario Virginia en Arlington, Virginia, el miércoles 16 de diciembre de 2020. (Michael A. McCoy/The New York Times).
Un trabajador sanitario recibe una vacuna de Pfizer-BioNTech contra la COVID-19 en el Centro Hospitalario Virginia en Arlington, Virginia, el miércoles 16 de diciembre de 2020. (Michael A. McCoy/The New York Times).

El debate emergente refleja la frustración nacional ante el hecho de que tan pocos estadounidenses hayan recibido las primeras dosis; se trata de una cantidad de gente mucho menor de la que el gobierno de Trump esperaba que estuviera inoculada para finales de 2020. La controversia en sí misma conlleva riesgos en un país donde las medidas de salud se han politizado y muchos siguen dudando en ponerse la vacuna.

“Hasta el intento de enmendar las cosas tiene efectos negativos, en términos de la confianza que tiene la gente en el proceso”, señaló Natalie Dean, bioestadística de la Universidad de Florida.

Las vacunas autorizadas hasta ahora en Estados Unidos son producidas por Pfizer-BioNTech y Moderna. El Reino Unido ha dado luz verde a las vacunas de Pfizer-BioNTech y Oxford-AstraZeneca.

Todas estas vacunas deben administrarse en varias dosis, siguiendo un cronograma estricto, con base en una estrategia de protección escalonada. La primera dosis le enseña al sistema inmunitario a reconocer un nuevo patógeno al mostrarle una versión inocua de algunas de las características más sobresalientes del virus.

Después de que el cuerpo ha tenido tiempo de estudiar este material, por así decirlo, la segunda dosis le presenta estas características de nuevo, con lo que ayuda a las células inmunitarias a memorizar la lección. Estas dosis de refuerzo están destinadas a aumentar la potencia y la durabilidad de la inmunidad.

Los ensayos clínicos llevados a cabo por Pfizer-BioNTech y Moderna demostraron que las vacunas eran altamente efectivas en la prevención de casos de COVID-19 cuando se administraban en dos dosis separadas por tres o cuatro semanas.

Parece que parte de la protección se activa después de la primera dosis de la vacuna, aunque no se sabe con certeza cuán rápido puede disminuir. Aun así, algunos expertos ahora sostienen que distribuir las vacunas de manera más generalizada en una población y concentrarse en las primeras dosis podría salvar más vidas que garantizar que la mitad de esos individuos reciban ambas dosis en los tiempos previstos.

Esa sería una desviación importante del plan original. Desde que comenzó la vacunación el mes pasado en Estados Unidos, las segundas dosis de las vacunas se han retrasado para garantizar que estarán disponibles a tiempo para la gente que ya se puso la primera dosis.

Hasta 12 semanas

Sin embargo, en el Reino Unido, se les ha dicho a los médicos que pospongan las citas para las segundas dosis programadas para enero, a fin de que esas dosis puedan administrarse como las primeras dosis a otros pacientes. Ahora las autoridades están retrasando las segundas dosis de las vacunas Pfizer-BioNTech y Oxford-AstraZeneca hasta doce semanas después de la primera.

En un documento regulatorio, los funcionarios sanitarios británicos afirmaron que la vacuna de AstraZeneca tuvo una eficacia del 73 por ciento en los participantes en el ensayo clínico tres semanas después de la primera dosis y antes de que se administrara la segunda (en los casos en que los participantes nunca recibieron una segunda dosis, el intervalo terminó doce semanas después de que se administrara la primera dosis).

No obstante, algunos investigadores temen que la estrategia de retrasar la segunda dosis pueda resultar desastrosa, en especial en Estados Unidos, donde la aplicación de la vacuna ya se ha visto impedida por obstáculos logísticos y una estrategia de parches para priorizar quién recibe las primeras dosis.

“Tenemos un problema con la distribución, no con el número de dosis”, explicó Saad Omer, experto en vacunas de la Universidad de Yale. “Duplicar el número de dosis no duplica la capacidad de administrarlas”.

Las autoridades sanitarias federales declararon la semana pasada que se habían distribuido por todo el país unos 14 millones de dosis de las vacunas de Pfizer-BioNTech y de Moderna. Sin embargo, hasta el sábado por la mañana, solo 4,2 millones de personas en Estados Unidos habían recibido la primera dosis de las vacunas.

Es probable que ese número sea una subestimación debido a los retrasos en los informes. Aun así, la cifra dista mucho de la meta que las autoridades sanitarias federales establecieron el mes pasado, que consistía en vacunar a 20 millones de personas para fines de 2020.

Muchos de estos problemas de aplicación se deben a cuestiones logísticas, con el telón de fondo de un sistema de atención médica saturado y el escepticismo en torno a las vacunas. Algunos investigadores sostienen que liberar más dosis para las primeras inyecciones no resolverá ese tipo de problemas.

Shweta Bansal, bióloga matemática de la Universidad de Georgetown y otros también expresaron su preocupación por los efectos sociales y psicológicos de retrasar las segundas dosis.

“Cuanto más tiempo pase entre las dosis, más probable es que la gente olvide regresar. O la gente quizá no recuerde qué vacuna recibió, y no sabemos qué puede suceder si se mezclan dos vacunas distintas”, comentó.

En una declaración enviada por correo electrónico, Peter Marks, director del Centro de Evaluación e Investigación Biológica de la Administración de Alimentos y Medicamentos, solo respaldó los regímenes de dos dosis estrictamente programados que se probaron en los ensayos clínicos de las vacunas.

La “profundidad o duración de la protección después de una sola dosis de la vacuna”, dijo, no se puede determinar a partir de las investigaciones publicadas hasta ahora. “Aunque estudiar un régimen de dosis única en futuros ensayos clínicos es una pregunta bastante razonable, sencillamente no tenemos estos datos en este momento”, agregó.

No hay duda de que las segundas dosis deben administrarse en algún momento cercano a la primera dosis.

“La clave es exponer el sistema inmunitario en un momento en el que todavía reconozca” los ingredientes estimulantes de la inmunidad en la vacuna, explicó Angela Rasmussen, experta en virus afiliada a la Universidad de Georgetown.

Durante una emergencia de salud pública, “las empresas tenderán a escoger el periodo más corto posible que les dé esa respuesta completa y protectora", dijo el decano de la Universidad de Florida.

No obstante, no se sabe con claridad cuándo empieza a cerrarse esa ventana crítica en el cuerpo. Akiko Iwasaki, inmunóloga de la Universidad de Yale que apoya el retraso de las segundas dosis, dijo que pensaba que el recuerdo del cuerpo de la primera dosis podría durar al menos unos meses.

Las dosis de otras vacunas de rutina, señaló, se programan con varios meses de diferencia o incluso más, con gran éxito. “Vacunemos a tantas personas como sea posible ahora y démosles la dosis de refuerzo cuando esté disponible”, sugirió.

Robert Wachter, jefe del Departamento de Medicina de la Universidad de California, campus San Francisco, dijo que en un principio tenía dudas sobre la idea de retrasar las segundas dosis.

Sin embargo, la aplicación tan lenta y decepcionante de la vacuna en Estados Unidos, aunada a las preocupaciones sobre una nueva variante del coronavirus que se propaga con rapidez, le han hecho cambiar de opinión, y ahora cree que es una estrategia que vale la pena explorar.

“Las últimas dos semanas han sido aleccionadoras”, dijo.

Otros investigadores están menos ansiosos por apostar. Retrasar las dosis sin contar con datos sólidos que respalden esa estrategia “es como adentrarse en el lejano Oeste”, señaló Phyllis Tien, médica de enfermedades infecciosas de la Universidad de California, campus San Francisco. “Creo que debemos seguir lo que dice la evidencia: dos inyecciones con 21 días de diferencia para Pfizer, o 28 días de diferencia para Moderna”, concluyó.

Algunos expertos también temen que retrasar una segunda dosis de refuerzo de la inmunidad pueda darle al coronavirus más oportunidades de multiplicarse y mutar en personas parcialmente protegidas.

This article originally appeared in The New York Times.

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