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Marruecos y Mauritania no dan muestras de interés por normalizarse con Israel

Rabat/Nuakchot, 16 sep (EFE).- Marruecos y Mauritania, citados con frecuencia como dos de los países árabes que podrían normalizar sus relaciones con Israel siguiendo la estela de los Emiratos Árabes Unidos y Baréin, no dan por el momento la menor muestra de interés por sumarse a los llamados "Acuerdos de Abraham".

Ayer mismo, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, dijo que en lo referente al reconocimiento de Israel, tenían mucho avanzado en la región árabe con "unos cinco países más" que no mencionó- y todos los ojos se volvieron hacia Omán, Marruecos y Mauritania.

Sin embargo, ninguno de los dos países magrebíes ha manifestado, ni abierta ni veladamente, voluntad de acercarse a Israel, pese a que ambos tuvieron relaciones con el estado hebreo en el pasado, que rompieron en diferentes circunstancias.

MARRUECOS, EL PESO DEL JUDAÍSMO

En Marruecos el peso del judaísmo en la identidad nacional es tan patente -en la música, en la gastronomía y en el patrimonio urbano- que la última Constitución de 2011 del país consagró "el elemento hebreo" junto al africano, andalusí y mediterráneo como partes indivisibles de la nación marroquí.

Junto con Túnez, Marruecos es el único país árabe que cuenta con una minoría judía entre su población que aún tiene sinagogas abiertas, así como escuelas y hasta un tribunal rabínico, aunque el peso numérico de esta minoría judía no para de menguar y hoy apenas alcanza las 2.000 personas, la mayoría de ellas en Casablanca.

Sin embargo, y como gusta de repetir Serge Berdugo, exministro de Turismo con el rey Hasán II y eterno dirigente de la comunidad, el judaísmo marroquí no debe medirse por sus residentes, sino por la cantidad de judíos marroquíes en el mundo que mantienen y preservan su vínculo con su país de origen y su identidad magrebí (solo en Israel se calcula que superan un millón de personas).

Cada año, decenas de miles de turistas judíos acuden a Marruecos para celebrar peregrinaciones a tumbas de rabinos o fiestas como la "mimuna", específica de los judíos marroquíes; según cálculos del gobierno israelí, desde Israel hay unas 50.000 personas que visitan anualmente Marruecos.

Fuentes israelíes contactadas por Efe insisten en "el buen recibimiento" que estos turistas reciben, aun cuando no esconden en ningún momento su nacionalidad, y lo consideran "un termómetro de que la situación está madura para una normalización a nivel político".

EL PRECEDENTE DE LA OFICINA DE ENLACE

Entre 1994 y 2000 hubo abierta en Rabat una "oficina de enlace" de Israel, y de forma paralela otra oficina marroquí en Jerusalén, que no se llamaron "embajadas" por deseo de Hasán II de ir gradualmente y no quemar etapas en la normalización.

Hasán II, que tuvo siempre una gran ambición exterior -contrariamente a su hijo, más volcado en la política interna- nunca ocultó sus deseos de mediar entre israelíes y palestinos, unas veces de forma discreta y otras abiertamente, como cuando invitó a Shimon Peres a su Palacio de Ifrane en 1986.

La apertura de aquella oficina terminó abruptamente en el año 2000, como protesta por parte de Marruecos de la represión israelí de la "segunda intifada" palestina, cuando Mohamed VI llevaba apenas un año en el trono de los alauíes.

Mohamed VI nunca volvió a implicarse diplomáticamente en el problema palestino ni estrechó lazos con Israel, pero conservó siempre sus vínculos con el judaísmo marroquí del mundo entero, lo que siempre fue visto como un ancla que podría servirle en cualquier momento para retomar esa relación rota con el estado hebreo.

SEGURIDAD, TURISMO Y NEGOCIOS

Los turistas procedentes de Israel visitan sinagogas, cementerios y los "mellahs" o juderías existentes en casi todas las ciudades de Marruecos -aunque hoy vacías de sus habitantes originarios-, con toda normalidad aunque con una protección especial por parte de la policía.

Pero junto a este turismo "visible" hay visitas mucho más discretas que tienen que ver con el ámbito de la seguridad: según ha sabido Efe de fuentes del sector, empresas israelíes punteras en este campo asesoran a distintos cuerpos de seguridad en Marruecos, sin hacer jamás publicidad de sus jornadas de trabajo.

El pasado sábado, un canal de televisión israelí anunció que Marruecos iba a autorizar vuelos directos con Israel -que nunca han existido- como un paso hacia la normalización con el estado hebreo, pero fuentes diplomáticas marroquíes salieron rápidamente a desmentir la información y tacharla de "intoxicación".

Y aunque las generaciones actuales no son tan furibundamente antiisraelíes como las anteriores, aquella reacción diplomática dejó clara una cosa: el momento aún no está maduro para la normalización.

MAURITANIA, DIEZ AÑOS DE RELACIONES Y UN BULLDOZER

Mauritania llegó a ser el tercer estado árabe -tras Egipto y Jordania- en tener relaciones plenas con Israel: fue el presidente Muauiya uld Taya quien en 1999 intercambió embajadas con el estado hebreo, y las relaciones perduraron durante diez años pese al nulo apoyo de la opinión pública.

En enero de 2009, el entonces presidente Mohamed uld Abdel Aziz, que acababa de dar un golpe de estado unos meses antes y estaba en busca de legitimidad interna y de simpatías en el mundo árabe, anunció que cerraba la embajada israelí utilizando como pretexto la ofensiva israelí sobre Gaza.

Rotas las relaciones, Abdel Aziz envió incluso un bulldozer en plena luz del día para arrasar los muros de lo que había sido la representación israelí, queriendo así significar su rechazo del estado hebreo.

Ahora que acaba de terminar la era de Aziz y éste ha sido sustituido por Mohamed uld Ghazouani, hay quien cree que éste último podría retomar las relaciones con Israel, sobre todo por las buenas relaciones y el apoyo económico que Nuakchot recibe de los Emiratos.

Sin embargo, juegan aquí factores de política interna: desde su elección en junio de 2019, Ghazouani ha multiplicado los gestos hacia los islamistas, principal partido de la oposición y radicalmente contrario a Israel.

El momento para acercarse a Tel Aviv no parece propicio, y los observadores en Nuakchot están convencidos de que ese fue el mensaje que Ghazouani transmitió al Secretario de Estado estadounidense, Mike Pompeo, en su última conversación telefónica el pasado 18 de agosto.

Javier Otazu

(c) Agencia EFE